El discurso de Bernardo Arévalo para conmemorar 79 años de la Revolución

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Prensa Comunitaria presenta íntegro el discurso dado por el presidente electo de Guatemala este 20 de octubre de 2023. Ante decenas de pobladores y sindicalistas que conmemoraron este viernes la Revolución de 1944, Arévalo recordó los logros de esa fecha histórica y cómo las movilizaciones pacíficas lideradas por los pueblos indígenas traen “una nueva revolución y primavera” democrática.

Por Prensa Comunitaria

Pueblo de Guatemala,

Mujeres y hombres se han reunido hoy para conmemorar un punto de inflexión en nuestra historia, y para celebrar la llegada inminente, inevitable, e imparable del futuro. De un futuro mejor.

Hace 79 años nuestros padres y abuelos escucharon, en la madrugada, los cañonazos que anunciaban el fin del largo invierno del autoritarismo, la exclusión y la represión. Pocos entendían que estaba cambiando la Historia. Porque los momentos revolucionarios son así: son momentos de incertidumbre, momentos de temor. Son encrucijadas que pueden tomar direcciones inesperadas, desconocidas.

En este sentido, hoy nos encontramos en un momento similar. Estamos, al igual que entonces, en un momento de unidad y consenso en contra de la tiranía. En 1944, ante una dictadura que sometía a todo un país a una condición de servidumbre. Hoy, ante una tiranía de corruptos que, sinvergüenza, se enriquecen a costillas del sufrimiento y la pobreza del pueblo, y la falta de desarrollo del país.

Pero hoy estamos al final de una canícula ardiente, sintiendo en nuestros rostros la frescura del viento y de las lluvias que nos anuncian una nueva era de vida y prosperidad. Una nueva primavera.

Hoy, como pueblo, nos encontramos otra vez parados nuestra historia, con la oportunidad en nuestras manos de frenar el proceso de destrucción de nuestra democracia, un proceso sistemático y progresivo que casi dos décadas ha pervertido las instituciones de gobierno y de justicia para construir un sistema de corrupción y autoritarismo que muchos, en Guatemala y a fuera de ella, veían ya como un destino irreversible.

Pero el pueblo de Guatemala no se rinde.

En 2015, las calles y las plazas de todo el país fueron abarrotadas por el pueblo, por ciudadanas y ciudadanos, por el movimiento popular, por el movimiento indígena y campesino, por empresarios y profesionales, por el movimiento estudiantil de la Universidad de San Carlos de Guatemala, y por un incipiente movimiento estudiantil de las universidades privadas. Aquí se amalgamaron la resistencia histórica de los pueblos con las nuevas formas de protesta cívica. Aquí, en las calles, se forjó una nueva ciudadanía, plural y diversa, orgullosa de su diversidad y celosa de su identidad democrática.

 

Esas marchas multitudinarias de 2015 trajeron abajo a un gobierno corrupto, y constituyeron además el respaldo popular para muchos fiscales, jueces y juezas valientes, que se atrevieron a ver a la corrupción y la impunidad a los ojos, y a enfrentarla sin miedo.

Ese momento de esperanza popular de 2015 abrió las puertas del inframundo que hoy nos gobierna. Nos reveló la podredumbre de buena parte de la clase política, y de algunos empresarios cómplices y beneficiarios de la corrupción. Ese pacto de corruptos, esa alianza criminal, al verse atacada, humillada, y puesta en evidencia, respondió con violencia, tomó control del sistema de justicia, y lo instrumentalizó para su venganza.

Una venganza que ha incluido el exilio, encarcelamiento y tortura de periodistas, activistas, de jueces y fiscales. Una venganza que irrumpió en las elecciones con la intención de cerrar todas las puertas al cambio, de aplastar todas las posibilidades de un futuro mejor.

Pero el pueblo de Guatemala no se rinde.

Creyeron, que el control de las instituciones les aseguraba el régimen de corrupción que habían construido. Creyeron, que por sus métodos corruptos e ilegales iban a continuar burlando para siempre al pueblo y que podían manejar las elecciones para garantizar que alguien de ellos resultara electa o electo.

Pero no contaban con el poder de la esperanza. No contaron con esa tropa de jóvenes ilusionados, incansables, que vio en un académico convertido en político la encarnación de su ilusión y su esperanza, y que contagiaron a una sociedad completa, hombres y mujeres de todas las edades, en todas las esquinas del país, de todas las profesiones y ocupaciones, de su profunda convicción: nos merecemos un mejor futuro. Guatemala necesita un mejor futuro.

Y así, por medio de unas elecciones ejemplares y transparentes, como pueblo libre, como ciudadanía activa, este pueblo que no se rinde le abrió otra vez las puertas a la primavera. Una primavera para dejar que nuestro país florezca, una primavera donde se construirá justicia y libertad para todos y todas, una primavera que nos libre de la tiranía de la corrupción.

Hoy, el pacto de corruptos, la alianza criminal, esa tiranía de múltiples cabezas es ahora un monstruo herido, agonizante, dando coletazos, que hoy intenta negar definitivamente al pueblo el derecho a conducir la historia, el derecho a decidir su propio destino. El derecho a florecer en paz y libertad.

Pero el pueblo de Guatemala no se rinde.

Las calles y carreteras de nuestro país hoy están inundadas de protesta pacífica, de rechazo al golpe y a sus perpetradores, de fiesta y baile. Una expresión única de determinación y alegría, de lucha y de paz, de conciencia de la amenaza que ensombrece nuestra mañana, pero al mismo tiempo de esperanza y certeza del triunfo. Las autoridades ancestrales de los pueblos indígenas le han abierto camino a los estudiantes de todas las universidades, a los líderes barriales y comunitarios, a los profesionales, los sindicatos del sector público y privado, a los liderazgos de mercados y de la economía informal. A los líderes empresariales. Todos, al unísono, en distintos espacios, con distintos estilos, en distintos idiomas, gritando, juntos y juntas, que este pueblo NUNCA MÁS vivirá bajo la tiranía de la corrupción.

Las revoluciones son momentos extraordinarios, en donde el pueblo cambia con la fuerza de sus propios brazos el curso de la historia, para tomar el control, hacer un viraje y conducirlo hacia su verdadero destino. La nuestra es una revolución pacífica y democrática, una revolución sin mezquindades ni ánimo de venganzas, una revolución que quiere construir con todos y todas las guatemaltecas, todas y todos unidos, un destino de dignidad, de alegría, de igualdad, de libertad, y prosperidad.

Nos encontramos hoy en un momento de incertidumbre. Las manifestaciones y bloqueos de las tres últimas semanas han supuesto un esfuerzo tremendo para todas y todos los guatemaltecos. Muchos han pasado días a la intemperie, bajo el sol y la lluvia. Muchos han visto perturbada su vida cotidiana, su actividad económica. Muchos padres se han preocupado por sus hijas e hijos. Muchos hemos dudado acerca de lo que viene.

Pero este ha sido también un momento de unidad. Un momento para construir lazos, coaliciones, alianzas amplias que nos permitan progresar. Que permitan pensar un futuro donde todas las personas estén representadas. Un programa. Una agenda. Un porvenir. Una patria donde los únicos que no caben son los corruptos, los autoritarios y los violentos.

Miren a su alrededor: estamos ubicados hoy en el centro de la vida ciudadana del país. El legado de la Revolución de Octubre de 1944 está vivo y de pie frente a nuestros ojos. El Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, un instrumento de solidaridad sin precedentes, que sigue siendo fuente de tranquilidad para muchas familias guatemaltecas y que haremos crecer y desarrollarse para que llegue a todos los hogares. El código de trabajo, que liberó a los trabajadores de la explotación irrestricta, vergonzosa, y humillante, y les empoderó para tener mayor control de su esfuerzo y su tiempo, y que seguirá siendo el marco para el desarrollo de relaciones laborales justas. La apuesta por la modernidad y el desarrollo económico con la fundación del Banco de Guatemala, cuyo papel como garante de una estabilidad económica es la base para construir una economía cuyos beneficios alcancen a todos y a cada una. Una autonomía municipal para acercar la democracia a las personas y que, libre de corrupción, se convierta en el espacio natural para la participación ciudadana. Y sobre todo: la decisión consciente de construir una democracia en la que todas las personas, hombres y mujeres, mestizos e indígenas, tienen un derecho inalienable a elegir y remover a sus gobernantes a través del voto, esa democracia que hoy reclamamos y que estamos rescatando.

Nuestras generaciones, unidos, todos y todas las guatemaltecas decentes y honestas, construiremos el legado que esta revolución pacífica le dejará a las generaciones futuras: un estado con instituciones que recuperan su sentido democrático y que garantizan la justicia pronta, imparcial y objetiva para todos los habitantes del país. Acceso para todos y todas a servicios públicos de calidad en salud, en educación, en caminos, en energía eléctrica. Una economía donde empresarios pequeños, medianos y grandes compiten libremente, sin privilegios, generando trabajo y bienestar para todos, con frutos que podamos disfrutar todas las personas. Un país en el que los jóvenes sepan que pueden quedarse, porque no necesitan ir a otro país para construirse una vida próspera y digna. Un modelo de desarrollo que preserve los bienes de esta tierra para las futuras generaciones, y que esté en capacidad de enfrentar la catástrofe climática que nos ha sido impuesta. Una verdadera República democrática, libre y soberana. Pero sobre todo, una república donde el pueblo de Guatemala retome el control de su destino.

La revolución de octubre de 1944 la llevaron adelante los estudiantes, los trabajadores, y los militares. Nuestra primavera, la revolución de esta generación, la empujaremos juntos los pueblos indígenas y sus autoridades ancestrales, los trabajadores y trabajadoras urbanos y rurales, que con su esfuerzo alimentan y sostienen la producción de toda una nación.

Los profesionales, los estudiantes, y todas aquellas personas que ansían la oportunidad de aplicar sus talentos, su energía y su creatividad en su país. Las y los empresarios que no se han visto representados en las estructuras políticas actuales y que saben que necesitamos un cambio profundo. Las mujeres, todas las mujeres, en su diversidad de caminos y decisiones. Los guatemaltecos que viven en el exterior y que desde sus lugares de residencia siguen construyendo su país.

Esta coalición es diversa, es colorida, es alegre. En la suma de nuestras diferencias encontraremos los caminos que nos llevarán, de forma imparable, al futuro que este pueblo merece.

Estamos ante una nueva primavera. Hagamos una nueva revolución en paz y armonía. Y hagámoslo unidos.

Pero recordemos primero a los líderes que nos enseñaron, en 1944, que las revoluciones se hacen en unidad y con dignidad:

¡Que viva la Junta Revolucionaria de Gobierno!

¡Que viva el mayor Javier Arana!

¡Que viva el ciudadano Jorge Toriello!

¡Que viva el coronel Jacobo Abenz!

¡Que viva Juan José Arévalo Bermejo!

¡Que viva el pueblo de Guatemala que no se rinde!

Que viva por siempre en nuestros corazones y en nuestra memoria, la revolución de Octubre de 1944

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Bernardo Arévalo

Presidente electo de la República de Guatemala.

Leído en el Centro Cívico de la Ciudad de Guatemala, un 20 de Octubre de 2023.

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