De acuerdo a la abuela Paulina Coc, ofrendar la primicia de cada cultivo es una manera de agradecer a la naturaleza por su abundancia, también una práctica ancestral que se realiza en los pueblos y territorios, sin embargo, con el paso de los tiempos se ha perdido.
Por Juan Bautista Xol
Doña Paulina Coc colocó en su mesa de altar los primeros elotes traídos de su cultivo de maíz, para ofrendar a la madre tierra, como muestra de agradecimiento por la buena cosecha que tendrá su familia.
“Coloqué en mi altar siete elotes para agradecer al creador y formador y a los cuatro puntos cósmicos, que cuidan de nosotros y nuestros cultivos”, expresó doña Coc, de origen maya Q’eqchi’ de El Estor, Izabal. Al pasar el mediodía, los elotes serán retirados del altar para regalarlos a una familia, para que los consuman, explicó.
De acuerdo a la abuela Paulina Coc, ofrendar la primicia de cada cultivo es una manera de agradecer a la naturaleza por su abundancia, también una práctica ancestral que se realiza en los pueblos y territorios, sin embargo, con el paso de los tiempos se ha perdido, lamentó.
“La juventud tiene que buscar a los abuelos y abuelas para conocer y entender las prácticas ancestrales que se realizan en nuestros lugares, son buenas acciones de sobrevivencia, no debemos olvidarlo porque es parte de nuestra identidad”, dijo Bernardo Rax de la comunidad de Nimlabenque, un joven que está cursando el nivel diversificado.
Ofrendar la primicia de los cultivos es una práctica que se va perdiendo en esta región del caribe guatemalteco. “Pocas personas trabajan el campo, la mayoría argumentan una erosión de la tierra. Hoy en día, los pobladores de El Estor muestran más interés en el trabajo que ofrecen las empresas mineras y extranjeras y hacen que las familias dejen de producir sus propios alimentos. La migración es otro problema que provoca el desinterés de la juventud y desvalorizan la tierra”, dijo la abuela Paulina Coc.
Para Marcos Cruz, guía ancestral de El Estor, la manipulación que ejercen las empresas es otro factor que empuja a las familias maya Q’eqchi’ a distancia del cultivo y la tierra.
“Las empresas provocan que las familias se olviden de sus raíces ya que ofrecen trabajos temporales y por ganar unos centavos dejan de valorar el sagrado fruto que da la madre tierra”, concluyó.
