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Créditos: La Hora
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por EDWIN J. ASTURIAS BARNOYA

Presidente Giammattei:

Como ciudadano leal y profundamente preocupado por el rumbo y condición de nuestra Guatemala, debo hacerle llegar esta carta que espero le permita la reflexión e inflexión de sus acciones.

El respeto por el Estado de derecho en nuestra nación está bajo un ataque terrible y sin precedentes por parte de un gobierno vengativo, desatado y de demasiados facilitadores, incluida su Fiscal General, que sin escrúpulos han pisoteado principios jurídicos y de legalidad que nos debieran permitir convivir en paz como ciudadanos de bien. En los próximos días, sus decisiones tendrán consecuencias significativas para todos, y cada uno de nosotros debe determinar cómo responder a esta creciente pesadilla y desafío moral.

Este pasado año, yo me entregué como guatemalteco y médico, a ayudar a nuestra nación para contener el peligro y los efectos mortales de la peor pandemia que hemos vivido en un siglo. Respondí a su llamado, a pesar de las serias dudas que tenía de auxiliar a un gobierno del que en principio disiento, y a sabiendas que corría el riesgo de manchar mi trayectoria académica y de servicio honrado que he construido por más de tres décadas. En ocasiones, durante ese servicio de siete meses en la Comisión, funcionarios y sus aliados intentaron influir adversamente en mis esfuerzos para encaminar la respuesta sanitaria de forma ética y basada en la mejor ciencia. Me resistí y rechacé esos esfuerzos porque, permitir cualquier interferencia política en la conducción de la pandemia significaba una traición para la población de Guatemala.

Hace ocho meses renuncié al cargo, consciente que el trabajo aún no había terminado, pero todo me indicaba que su afán como líder nacional por mitigar la pandemia se había disipado y desviado, y que mis esfuerzos serían poco más que inútiles para cambiar el destino. Todos podemos estar de acuerdo o en desacuerdo en muchas cosas. Sin embargo, cuando un presidente amenaza con usurpar el poder, para dar paso a un proyecto egoísta e injustificable que no cuenta con el apoyo de la mayoría del pueblo, claramente ha ido demasiado lejos.

Aunque hay ocasiones en las que el liderazgo político puede influir en las prioridades de la justicia, la decisión de la Fiscal General de anular y expulsar a fiscales de carrera que están cumpliendo las leyes y políticas establecidas en el combate a la corrupción y en pro del Estado de derecho, dando trato preferencial a colaboradores cercanos a Usted, es un rebase de la línea que le demarca la Constitución de la República.

A este punto, todos sospechamos que Usted desea una presidencia soberbia, más parecida a un reinado sin restricciones. Los buenos guatemaltecos migran al exilio por una amarga y persistente pobreza o por los designios de huestes de corruptos que amenazan sus vidas. Cada día se hace más evidente, por sus propias intimidaciones y acciones, que está dispuesto a seguir adelante con estos planes a pesar del clamor de la mayoría a la que juró servir.

Los guatemaltecos se han levantado, nuestra mitad ancestral ha despertado para siempre, y el tiempo para decir “hasta aquí” ha llegado. Los ciudadanos valientes y que creemos en una nueva y mejor Guatemala, le requerimos su renuncia para que nuestra democracia continúe. Se ha hecho mucho daño. Este será el primer paso para intentar repararlo y reconstruir un futuro mejor.

Medité mucho escribir estas letras. Pero mis padres me criaron a mí y a mis hermanos en la fe católica, nos inculcaron un fuerte sentido de patriotismo, deber, integridad y honor, y nos enseñaron a defender lo que es correcto y justo. Por ello, no puedo dejar de plasmar lo que pienso y siento, y de hacerlo saber tal y como siempre lo he hecho, de frente.

Al final recuerde Presidente, que, en buena conciencia, la única y segura recompensa de nuestro andar por la vida es el juicio que la historia tendrá sobre la forma en que nos condujimos, y que Dios, a quien pedimos su bendición, espera que Su obra ocurra en esta tierra, sobre todo cuando se nos ha dado la oportunidad y el talento.

Es hora de que todos nos levantemos, alcemos la voz y las manos, y rehagamos esta tierra para sembrar la eterna primavera. Y es hora que aquellos que son impedimento, se aparten del camino.

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