Por: Lourdes Álvarez Nájera
Entre la última semana de abril y la primera de mayo, María Magdalena Cuc Choc ha llegado otras dos veces, de varias que ha realizado, a diversas instituciones de justicia en Izabal, por un largo proceso que inició con la denuncia de la empresa Lisbal, S.A. acusada de usurpación agravada, amenazas y detención Ilegal, junto a comunitarios de la comunidad Chabil’ Ch’och’, porque supuestamente habrían ocupado una propiedad privada de la empresa.
El jueves 29 de abril acudió junto a sus abogados y un grupo de especialistas en antropología, historia, comunicación y psicología a la sede del Ministerio Público (MP) en Río Dulce, para que se pudieran admitir nuevos elementos de prueba en su caso, entre ellos varios peritajes.
El 6 de mayo, también llegó al Juzgado de Primera Instancia Penal de Puerto Barrios donde se suspendió la audiencia que se tenía programada para su caso, porque el juez Edgar Aníbal Arteaga argumentó que celebrar esa audiencia implicaría un riesgo, pues se coordinaría la fecha de debate en contra de Cuc Choc. La nueva audiencia donde se decidirá si se admiten los nuevos elementos de prueba fue reprogramada para el próximo 3 de agosto.
No es la primera romería que María realiza en búsqueda de una resolución a su situación. Ella es una lideresa, traductora, defensora del territorio y del medioambiente, que desde el 2018 ha enfrentado una serie de retrasos en los procesos judiciales, persecución por vehículos desconocidos, difamación y problemas a su salud derivados de ese caso, en el que se ha cansado de decir que es inocente y sus abogados de reiterar que se trata de un caso de criminalización a lideres indígenas en esa área del país.
Aunque el 22 de abril, en conmemoración del Día de la Tierra, se celebró en diversas regiones del mundo la entrada en vigencia del Acuerdo Regional sobre Acceso a la Información, Participación Pública y Justicia en Materia Ambiental en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú, que permite nuevas garantías para las personas defensoras de derechos humanos y del territorio, para María y para otros guatemaltecos el panorama se vislumbra cuesta arriba, debido a que Guatemala no lo ha ratificado.
Al ritmo de cumbia y bachata
María tiene 42 años, es maya Q’eqchi’ y disfruta improvisar pasos de baile libre, volteretas y aplausos al ritmo de la cumbia y la bachata. Su rostro se ilumina con una sonrisa cuando habla de uno de sus pasatiempos favoritos. También le gusta cantar.
Además, comenta que le entusiasma descubrir nueva literatura y pasar tiempo ordenando las cosas de su casa. “Si algo no me gusta como se ve, en mi tiempo libre ordeno mi casa, pongo un adorno por aquí y otro por allá”.
Cuando habla sobre las flores y que también le gusta mucho cultivarlas, recuerda a su mamá. María es la hija menor y siempre tuvo la posibilidad de poder acompañarla a vender flores. “Siempre le decía, mamá llevemos esta planta o aquella para sembrar en la casa, ella siempre me decía sembrá mija porque tenés buena mano. Eso me hace pensar que, si nosotros sembramos, algún día van a servir para algo”.
En el terreno donde está la casa de María hay muchas piedras y eso hace difícil la tarea de cultivar sus apreciadas flores, porque le debe dedicar tiempo y paciencia primero a quitar cada una de las rocas y así lograr un bonito trabajo, como a ella le gusta.
“Cuando pienso en mis flores es porque las tengo que ver llenas de colores, porque me gustan los colores encendidos, todos los colores, pero hay una parte de lo encendido que también es verde y eso me llena de mucha energía. Me gustan las flores porque llegan las mariposas, los pajarillos y los colibríes, y eso me da paz porque pienso que estoy construyendo la vida de mi entorno de mi medioambiente natural y la vida de las aves que no tienen un hogar, pero que son libres de ir a vivir ahí”.
María asegura que la conexión que tiene con la tierra proviene de su cultura maya que a lo largo de muchos siglos propició el cuidado, el respeto y el equilibrio entre las actividades humanas y la naturaleza.
“Nosotros como maya Q’eqchi’ desde nuestra cultura milenaria vemos que es necesario, como muchas abuelas y abuelos lo dicen, defender la tierra y el derecho al territorio, como parte de una gran sabiduría ancestral, que viene desde la sangre y desde el pensamiento, como cuando una madre desde el ombligo y desde el vientre se conecta con sus hijos”.
Pero hablar de la tierra y su defensa también pasa por la actual distribución y la situación de acaparamiento por parte de empresas e industrias que han modificado drásticamente el paisaje. Donde antes había ríos, ahora hay charcos, donde antes había montañas ahora hay grandes agujeros y donde antes había cientos de árboles de diversas especies ahora hay largas filas de palma africana, una situación que las comunidades han denunciado porque les afecta como nunca.
https://www.facebook.com/kukchok/videos/530327481678143
El pacto de corruptos reacciona y le ponen una orden de captura a uno
Desde el 2018 María vive una situación de criminalización desde que fue ligada a un proceso penal acusada de los delitos de usurpación agravada, amenazas y detención Ilegal. Desde esa fecha se le otorgó una medida de arraigo que le impide salir de Izabal. Su mirada se pierde y su sonrisa se desdibuja cuando habla de ese tema.
“Desde que era una niña he realizado trabajos comunitarios y conforme crecí también me acerqué a apoyar a las comunidades sin que ninguna institución y organización me lo pidiera. Cuando uno hace eso, uno alza la voz de todas las injusticias que ve por parte de empresas extractivas extranjeras, hidroeléctricas, petroleras y no digamos de la palma africana o los megaproyectos. Todo esto trae injusticias y violaciones a nuestros derechos, despojos de tierra, asesinatos, encarcelamiento, entonces uno no puede ser indiferente, alza la voz y se cuestiona y eso también tiene un impacto en la vida de uno”.
Hablar del caso no es fácil, porque María asegura que la vida diaria en ese tiempo le ha pasado la factura a su cuerpo, porque nadie nunca se puede imaginar lo que le vendrá al estar ejerciendo su labor de defensa del territorio o como conocedora de los derechos de las mujeres, de manera particular de las mujeres indígenas.
María enfatiza que los Pueblos Indígenas de Guatemala tienen derecho de estar en sus territorios, donde antes estuvieron sus padres y sus abuelos, “pero el pacto de corruptos reacciona y le ponen a uno una orden de captura sin saber la razón. Esto ha pasado conmigo fui encarcelada en el 2018, y ando con un arresto domiciliario desde hace 3 años buscando transparencia y justicia”.
La profunda conexión de María con su entorno y con su cuerpo le trajo consecuencias inmediatas a su salud debido a lo que reiteradamente ha llamado una injusticia en su contra.
“De inmediato se viene una debilidad mental y un cansancio económico, porque el trayecto de ir a las audiencias y que luego las cancelan y no presten atención al caso de los Pueblos Indígenas, a los líderes y lideresas, finalmente cansa y el cuerpo no está apto para enfrentar todo esto porque uno no sabe lo que le va a pasar, uno tiene susto, miedo o temor”.
Durante el tiempo del arresto domiciliario que le impusieron a María también ha vivido persecución e intimidaciones. Cuenta que frecuentemente ha visto vehículos lujosos que la han seguido o controlan si ella se encuentra o no en su casa. Con esa vigilancia y acoso pretenden que trate de esconderse y salga de su caminar, asegura.
“Caí en una diabetes, caí con ácido úrico y con una anemia por mi caminar en la búsqueda de la transparencia y de justicia hacia los pueblos y a las mujeres indígenas, que somos violentadas por el machismo y la discriminación, desde nuestro hogar y no digamos en la sociedad”.
Pero además de las afecciones a su salud, María también ha enfrentado burlas, desprestigio y difamación. “Uno es lideresa y muchos te tildan por eso. Siempre andan controlando qué es lo que haces y te difaman”.
Como a cualquier persona, a María esto le provoca una profunda tristeza y enojo, pero asegura que es fuerte y que ha recibido el apoyo de un psicólogo que le ha ayudado mucho a poder desahogarse y retomar fuerzas.
“Yo a veces digo que soy fuerte y demuestro que lo soy, pero a veces entra la tristeza y el miedo porque nadie sabe qué pasa en el interior de uno. He hablado con mi psicólogo y él me ha apoyado mucho, me he desahogado con él llorando porque todo esto duele, porque las consecuencias no son solo para mí, están en mi hogar y las veo en mis hijos”.
La fuerza que viene del fuego sagrado
María está consciente que todos los días existen nuevas injusticias en su comunidad, en el país y en el resto del mundo, por eso a veces ha tomado la decisión de desconectarse de las redes sociales, dejar de ver publicaciones y enfocarse en recibir buenas energías, en hacer ceremonias mayas.
“Las mujeres nos hemos conectado con el fuego sagrado, esa conexión energética transmite las buenas energías, o las buenas vibras como le dicen, es algo muy valioso y se siente muy espiritual y sagrado recibir todo eso en el río, en la selva, porque uno encuentra sanación”.
Esa sanación y esa carga energética que María comenta es la que la impulsa a defender sus derechos y asegura que todo lo que vemos a nuestro alrededor sería un desierto sin la defensa que hombres y mujeres realizan por el territorio en los cuatro puntos cardinales.
“Los médicos han dicho que tengo que estar tomando medicamentos farmacéuticos, pero mi padre también es diabético desde hace 30 años, pero se lo controla con plantas medicinales y yo veo que le han funcionado, por eso prefiero los baños, las bebidas calientes y las plantas. Cuando entro a las comunidades encuentro diversas plantas comestibles y siento sanación. Cuando estoy en la comunidad me siento bien, cuando estoy en el pueblo, tengo desanimo y como berrinche”.
María ha cumplido al pie de la letra las recomendaciones de sus médicos y aunque enfatiza que es de las que come y come, con orgullo asegura que cumplió cuatro meses en dieta y eso ayudó a su recuperación de la diabetes.
“Cumplí pero me daban ganas de pollo asado, churrasco, no digamos el marisco”.
El Pachay y los pollos criollos
El Pachay es la comida predilecta de María. El platillo se prepara con pescado o camarones que son condimentados con especias y envuelto en hojas de plátano como simulando un tamal, pero se cocina sobre las brasas o la ceniza. “Solo se le echa pepita, chile al gusto, cebolla y tomate”, indica María a quien nuevamente le vuelve la sonrisa.
Debido a la situación de arraigo que vive, María también se ha quedado sin fuentes de trabajo, sus cuentas bancarias donde recibía su sueldo como traductora de Q’eqchi’ y castellano en el Organismo Judicial de Puerto Barrios también fueron bloqueadas, desde que fue detenida en el 2018. Por eso también se dedica a vender comida porque a veces se ha quedado sin un centavo.
“Como mi familia es tan grande, dentro de mi propia familia la vendo. Hago Kaqik’ y Pachay, a veces hago antojitos pero naturales, como el ayote, camote, plátanos asados con crema. En las tardes a veces no tengo ganas de hacer nada, pero me dan antojos y aprovecho para vender y de una vez saco un poquito para ver qué hago el otro día”.
Hace algunos años María también tenía una pequeña granja, “tenía variedad de animales, como gallinas, pavos, coches y hasta unos perros, pero como mis hijos dijeron que se iban a ir a un internado, entonces trasladamos a los animalitos para una comunidad y ya no están en mi casa. También vendía huevos criollos o si la gente quería comer un su pollo criollo, llegaban allá conmigo a pedírmelo”.
A veces, María todavía logra vender algunos pollos criollos y hay fines de semana donde vende cuatro o cinco, pero la situación judicial que vive le ha perjudicado porque ya no se puede a poner atención a ese negocio.
“Los gallos ya grandes también los vendo en 150 quetzales, una gallina se puede dar a 100 o 125, pero ahorita ya tengo poquitos, porque todo este proceso trajo cambios y uno ya no se siente libre, ya no puedo estar al pendiente de todo, a veces ya no estoy en mi casa e incluso se me han perdido cosas adentro de la casa”.
“Cuando yo era libre”
Para María existe un antes y un después. “Cuando yo era libre, antes, me gustaba andar con las mujeres en las comunidades porque muchas mujeres, niñas, ancianos no conocen sus derechos o algunos señores que no saben qué significa alguna palabra y yo podía darle a conocer”.
También le gustaba visitar las comunidades para aprender cómo hacer el cacao, cómo sembrar sin químicos y las comidas sin condimentos químicos. “Pero cuando caí presa me entró el miedo y pienso que alguien me sigue”.
María asegura que “al vivir la criminalización, ha sido como un encierro, porque también uno pasa pidiendo posada y también empieza a desconfiar de la gente”.
Pese a todo lo que le ha tocado vivir, María asegura que la vida de las mujeres con hijos es similar a la de la tierra. “La vida de una mujer es como la de la madre tierra, porque trae seres al mundo por eso pienso que tenemos que engendrar y heredar buenas cosas, buenas culturas, buenas costumbres y esto lo hago desde la sabiduría ancestral de los abuelos”.
Es importante difundir el trabajo de las mujeres
María se siente consternada al señalar que “la lucha de las mujeres es muy poco visible. Veo que a los hombres no les importa y hay una mayoría de lucha de mujeres, pero en las redes dicen que nosotras somos las culpables de las cosas que nos pasan y los que dicen eso en su mayoría son hombres”.
El racismo también se evidencia cuando los hombres se refieren a la vida o las decisiones de las mujeres indígenas. “Siempre nos culpan, nos tildan, pero si cambiáramos la forma en que nos ve eso haría que el mundo cambie y que la sociedad cambie”.
Para María, ese cambio también se propiciará al difundir el trabajo que hacen las mujeres, las comadronas, las defensoras de derechos humanos y del territorio; “difundir que nosotros tenemos una gran sabiduría y esto tiene que ver con la conexión desde lo ancestral, hará un gran cambio”.
Mientras llega su próxima romería por las instituciones de justicia de Izabal, María que estaba entretenida con algunos papeles que sostenía en sus manos, levanta la mirada y posa cuando se le pide una fotografía. Las carcajadas y la sonrisa vuelven a iluminar su rostro cuando se le reitera que sus ojos color miel son muy bonitos y destacan con sus aretes amarillos. “Ya les contaré la historia del color de mis ojos y de mi papá”, promete.