Por Carlos Ernesto Choc
Las mujeres maya Ch’orti’ de la comunidad las Flores, Jocotán, Chiquimula, deben caminar más de un kilómetros todos los días para poder llegar a un nacimiento de agua que se encuentra en las cercanías y que les abastece. Ellas cargan dos tinajas, una sobre la cabeza y otra en la espalda, para poder aprovechar cada viaje y transportar la mayor cantidad de agua a sus hogares.
Esa comunidad se encuentra situada en lo que se conoce como el Corredor Seco, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que abarca desde la costa del Pacífico desde Chiapas, en México, hasta al occidente de Panamá, pasando por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y parte de Costa Rica.
Las familias que habitan en las Flores, ven agravada su carencia de agua durante la época de verano. Se dedican en su mayoría a la agricultura y a la elaboración de artesanías y hamacas, lazos o petates de fibras de plantas conocidas como “tule”; además confeccionan morrales de plástico que venden para poder subsistir.
La comunidad que pertenece al municipio de Jocotán, al 2008 tenía una ruralidad del 89.41%, según la Dirección de Planificación Municipal, es decir, que solo el 10.59 % de la población habitaba en áreas consideradas urbanas. Según el Censo Nacional de Población y VII de Vivienda el municipio tiene unos 66 mil 379 habitantes.
Esa comunidad forma parte de la Coordinadora de Autoridades Ancestrales del pueblo maya Ch’orti’ donde impulsan una agenda política por los derechos de los pueblos indígenas para posicionarse ante las acciones del Gobierno municipal, además para hacer visible sus formas de vida como comunidades indígenas, ante la discriminación y el racismo.
Otras actividades que impulsan promueven la equidad de género y el buen vivir. Se identifican como una comunidad en resistencia por el territorio, además de la lucha por la igualdad de sus derechos, donde el agua es un recurso de vida que consideran fundamental defender.
Según el reverendo de la comunidad, José Pilar Álvarez, durante las tormentas Eta y Iota las familias de esa región quedaron aisladas e incomunicadas durante tres semanas, pero algunas comunidades vecinas se solidarizaron y trabajaron en conjunto para reconstruir algunos puentes, y la municipalidad habilitó pasos provisionales. La población utilizó algunas canastas que colocaron sobre unos cables para poder cruzar los ríos que se desbordaron.
La pandemia de coronavirus también afecto a esa comunidad, pero han utilizado diversas plantas medicinales que se cultiva en el lugar como la quina, jengibre, limón, entre otras, para prevenir y fortalecer el sistema inmunológico.
Según Álvarez, se tienen reportes de personas que vivían fuera de la comunidad y dieron positivo a COVID-19, pero lograron recuperarse bebiendo la medicina a base de las plantas que las ancianas y ancianos de la comunidad les recomendaron.
Fotos José Pilar Álvarez.