08 de febrero 2019
Alexandra, una médica y activista antinuclear, con toda valentía, ha denunciado penalmente por el delito de violación sexual a Óscar Arias Sánchez, quien fue dos veces presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz. Tras romper el silencio, dos mujeres periodistas, Nono y Enma, se unieron al #MeToo, al #Cuéntalo, y revelaron que fueron víctimas de agresiones sexuales por parte de Arias.
Arias, es uno de los hombres más poderosos política y económicamente de Costa Rica. Aliado a las oligarquías internas, a la clase política costarricense, a los intereses del gran capital transnacional y a la casta política internacional. Es un exponente de la corrupción y del poder patriarcal en un contexto colonial, racista y capitalista. También un exponente de los discursos de paz, que refuerza los mitos de un país bucólico, que sólo existe, en un imaginario social colectivo, posible por la creación desde pensamiento y posturas hegemónicas y dominantes. Él se rodea de buenos amigos, entre ellos Felipe González, con quien se reúne y hace lacitos. La política los hace y la corrupción los junta. En Costa Rica, tiene sendos cortijos que le hacen la reverencia.
Oscar Arias es todo un señor feudal, con poder de decidir sobre vidas, cuerpos y territorios. Ejerce su poder sobre instituciones, funcionarios y los políticos de todos los partidos que han buscado su bendición. Un señor feudal que, justificado por muchos de sus siervos, cree que tiene derecho de pernada.
Nuestras hermanas Alexandra, Nono y Emma se enfrentan no solo al poder de Arias, sino también a las cofradías masculinas y a las fraternidades de las masculinidades hegemónicas de pactos patriarcales. Los hombres dejan de lado sus diferencias y salen en defensa de su hermano, en casos como este, establecen alianzas porque están en juego sus privilegios de machos.
Alexandra, Nono y Emma se enfrentan no solo al poder de Arias, sino también a las cofradías masculinas y a las fraternidades de las masculinidades hegemónicas de pactos patriarcales
Se escudan en la presunción de inocencia, pero con argumentos cargados de machismo y violencia. Defienden la cultura de la violación, que es una expresión de la violencia feminicida con casi total impunidad, que se escribe y se inscribe sobre nuestros cuerpos, asumidos como territorios coloniales.
Con la denuncia penal que formalmente interpuso Alexandra, se pone a prueba todo el entramado judicial, institucional y legal respecto a los delitos sexuales. Muchas horas de formación y dinero invierte el país en ello. Hay leyes, Fiscalía de Género, fiscales especializados en violencia sexual, hay profesionales en psicología, trabajo social, psiquiatría, oficinas de atención de la víctima y un largo etcétera de funcionarios sensibilizados. También hay un Instituto Nacional de las Mujeres que está obligado a velar por la defensa de los derechos de las mujeres.
Pero ya sabemos que el derecho no opera igual para las mujeres. A pesar de que exista el tipo penal de violación, un marco de derechos humanos en violencia contra las mujeres, y formación a los operadores jurídicos. Alexandra y todas quienes hayan denunciado violaciones se enfrentan al poder patriarcal y a los pactos entre los hombres.
También se pone a prueba el feminismo costarricense, su fuerza y su reivindicación. Este es un momento crucial para visibilizar la potencia de las feministas y de quienes dicen serlo. El movimiento feminista tiene un reto: no callar y de sumar las voces y presencias para apoyar a nuestra valiente hermana que ha dado un paso adelante y se enfrenta ya a todo el poder mediático e institucional, plagado de patriarcado.
Es hora de que Costa Rica no se quede atrás en la ola feminista que empapa el mundo
Es hora de que Costa Rica no se quede atrás en la ola feminista que empapa el mundo. Somos las feministas quienes tenemos la potencia de transformarlo todo, desde la raíz. Urge la movilización, las publicaciones y hacer visible todas las formas de solidaridad y sororidad para con nuestras valientes hermanas que se han atrevido denunciar penalmente, una y a no guardar silencio, las otras dos.
Alexandra, Nono, Emma, hoy alzan valientemente la voz, ellas tienen medios materiales y redes de apoyos para hacerlo, muchas otras mujeres nunca denunciarán porque no pueden, porque tiene miedo, porque denunciar les puede costar su vida. No denunciarán a Oscar Arias, tampoco denunciarán a su padre, al cura, al pastor, al maestro, al panadero, al novio, al empresario, al vecino, al marido, al jefe, al desconocido que las violento sexualmente en completa impunidad.
Por ello hay que luchar y salir en contra del silencio y de la impunidad, que rodea la violencia sexual, que destruye nuestras vidas, proyectos de vida y territorios. Que él ejerza su derecho a la defensa, pero nosotras ante la cultura de la violación y los pactos patriarcales respondemos con solidaridad feminista. Yo si te creo. Yo les creo, porque si tocan a una nos tocan a todas.
*Ana Marcela Montanaro
Jurista, Activista, Feminista Y Experta En Derechos Humanos
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/violencia-sexual/premio-nobel-de-la-paz-oscar-arias-sanchez-costa-rica-metoo