Por Norma Sancir
24 de noviembre de 2018
Elizandro Pérez, una de las principales autoridades ch’ortí, era conocido por su compromiso con la comunidad y su pueblo, su familia y vecinos lo acompañaron durante el velatorio y funeral, el abuelo regresó al lugar en donde dejó su ombligo al nacer.
Luego de su misteriosa muerte el 20 de noviembre, y de la larga espera para que el Ministerio Público (MP) y la Policía Nacional Civil (PNC)realizaran el levantamiento de su cuerpo y terminaran el papeleo de rigor un día después, los restos del abuelo Elizandro fueron devueltos a su comunidad.
Mucha gente estuvo a la espera. A las once de la noche del 21 de noviembre la junta de autoridades ancestrales esperaba para velarlo. La caja fúnebre con su cuerpo reposaba en el centro de una construcción humilde de cuatro paredes, techo de lámina y unos pocos rayos solares colándose por los espacios que no se unieron de la contracción del muro.
Por la mañana del día 22, las autoridades indígenas del municipio de Olopa, Jocotán y Camotán se hicieron presentes, mostraron su solidaridad y dieron palabras de ánimo a la comunidad.
“Que las empresas se retiren. Hacen daño. No hay desarrollo por esta empresa.”
Luego se escuchó la frase: “Ahora regresa a la madre tierra, la energía al hermano”.
Al medio día, con una alta temperatura, la gente ch’ortí caminó hacia el cementerio de La Presa, a unos kilómetros de distancia de la casa del abuelo. El cementerio está en el cerro.
Desde ahí, se hizo el entierro de acuerdo a las costumbres locales. El delegado de la palabra intervino, esa fue la parte espiritual, luego la comunidad hizo la reverencia y valoró el trabajo comunitario del abuelo Elizandro.
Velas, incienso y flores hicieron contraste con el color café de la tierra de oriente, esa tierra que don Elizandro tanto defendió. Luego aparecieron los azules, morados, blancos de los vestidos de las mujeres ch’ortí.
Al terminar su funeral, le colocaron una cruz, un tecomate y un guacal del mismo material, lanzaron flores sobre la caja. Las mujeres son las primeras que echan la tierra a la caja, para eso usan sus manos o la pala, luego arrojaron el tecomate y le rociaron agua, algo poco común en los entierros ch’ortí.
Para el resto de la gente llegó el momento de la limpieza y sanación espiritual. Al terminar, cada vecino regresó a su comunidad.
La ausencia de la justicia
Los fiscales del MP tardaron muchas horas en llegar al lugar donde yacía el cadáver de Elizandro. Para la gente esto fue indignante; llegaron a las 6 de la mañana, luego de muchas presiones de organizaciones desde la una de la madrugada.
Al llegar hicieron el proceso de investigación, luego los familiares no querían que se llevaran el cuerpo por el alto costo económico que eso implica, pero la organización Nuevo Día asumió ese gasto y las demás gestiones legales.
Los del MP dijeron que se tenía que ir; querían que la esposa de don Elizandro firmara la nota de desautorización de mover el cuerpo aunque lo único que se pedía al MP era tiempo para que llegara la demás familia. Faltaban los papás, hijos y el carro que iba a trasladar a la familia. Luego los fiscales y policías se retiraron.
Lo absurdo fue que la policía y el MP dijeran que se habían ido porque la comunidad se estaba alterando y que tuvieron que salir huyendo porque las personas se estaban poniendo violentas, en medio del dolor de la pérdida de un miembro importante de la comunidad. Nada de eso sucedió. Fiscales y policías se fueron, dejaron el cuerpo ahí, sin hacer lo que les corresponde.
Luego, por la presión de la fiscalía de derechos humanos desde la capital, la policía volvió en una patrulla para recoger el cuerpo y de nuevo se repitió el desprecio de los agentes, quienes no querían llegar porque “temían por su vida”. Otra muestra de desdén de parte de las autoridades hacia la gente de las comunidades.
“Que se levanten muchas voces, como la voz de Elizandro”, fueron las palabras de despedida a Elizandro Pérez, principal y autoridad indígena de la comunidad de Olopa, Chiquimula.