Un viaje de 265 kms, tres familias y seis años en busca de cerrar el duelo 

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Créditos: Carlos de León Padre de Ángel de León, expone su postura ante el juez Mazariegos durante la audiencia
Tiempo de lectura: 5 minutos

Texto y fotografías: David Toro

¿Cómo afrontar la perdida de un hijo? Quizá es una situación que nadie podría imaginar realista hasta que la vive. Tal es el caso de cinco padres de familia de tres estudiantes de biología de la Universidad del Valle de Guatemala, que el 31 de marzo del 2012 fallecieron en condiciones misteriosas, dentro de las instalaciones de la Compañía Guatemalteca de Níquel CGN en una actividad académica.

Los padres de Nahomy, Juan Carlos y Ángel, han realizado un viaje tortuoso de seis años que ha transformado sus vidas, desde aquella noche de marzo en la que tuvieron noticia de la desaparición de sus hijos. Un día después se confirmó la tragedia y todo cambió.

Un caluroso domingo, parte de la ciudad de Guatemala un pequeño bus rumbo a Puerto Barrios. Lejos de un viaje de placer turístico se trataba más bien de un trámite doloroso. Obligados a viajar frecuentemente al juzgado de Puerto Barrios cada año desde aquel imborrable marzo del 2012.  Brenda Orellana, Carlos y Diana De León, Mauricio y Edna Velázquez, son los padres de Nahomy, Carlos  y Ángel,  jóvenes talentosos que se estaban forjando un futuro cuando la muerte llegó sin avisar. Sus padres no pueden dejar de preguntarse qué habrá pasado realmente aquella noche de marzo en las instalaciones de la minera CGN en El Estor, Izabal.

Carlos de León Padre de Ángel de León, expone su postura ante el juez Mazariegos durante la audiencia

Toma casi cinco horas llegar a Puerto Barrios por la carretera nacional. Intentando mantenerme lo más cordial y atento posible, acompaño a unos padres extenuados que sin embargo no pierden la esperanza en hacer justicia. Intentan cerrar un ciclo de duelo, realizando este viaje innumerables veces hasta que termine por fin su desasosiego.

Mauricio Velázquez papá de Juan Carlos

A mi lado va el señor Mauricio Velázquez, un señor de más de 70 años con una vida llena de lucha, ejemplo de superación personal, Ingeniero Eléctrico de profesión. Platicar con él es adentrarse a una vida llena de anécdotas y aprendizajes. Don Mauricio evita hablar lo más posible sobre el fallecimiento de Juan Carlos. Me comenta que gran parte de su vida ha trabajado en la instalación y supervisión de proyectos hidroeléctricos de Guatemala. Estoy seguro de que no es común encontrarse con una persona que ha vivido las dos caras de los megaproyectos: así como Don Mauricio defiende y conoce la importancia de las hidroeléctricas, fue una empresa minera reinante en su impunidad en El Estor donde ocurriera la trágica muerte de su hijo en circunstancias poco ordinarias.

Edna Marroquín De Velázquez, madre de Juan Carlos ingresando al Juzgado, detrás Brenda Orellana mamá de Nahomy

Don Mauricio platica con gran elocuencia, suele quitarse los lentes en ocasiones y restregar sus ojos con las manos, el cansancio físico y emocional es evidente. En este desgastante proceso de seis años, Mauricio Velázquez, ha tenido que asumir fortaleza, transmitir seguridad a Doña Edna, su esposa, quien viaja con la mirada firme pero triste hacia al frente, sin comentar casi nada durante el camino. Sin embargo, don Mauricio en medio de una amena charla entre política, energía eléctrica, literatura y futbol, se detiene para decir: “mire, David, yo por Edna (su esposa) tomo el papel de fortalecerla y de mantenerme firme, pero créame que a veces también me deprimo, lloro,  estoy solo en la calle y rompo en llanto y la gente pensará saber qué le pasa… otros se me acercan a consolarme, no se puede explicar el dolor y frustración que sentimos”. No es nada sencillo platicar sobre el tema.

Cuando arribamos a Puerto Barrios los Padres lucen agotados, ansiosos. Esperan que por fin llegue la apertura del juicio. Han viajado una gran cantidad de veces estos seis años, más de 260km de Guatemala a Izabal que representan un desgaste tremendo en muchos aspectos.

Doña Diana De León, perdió a su hijo Ángel, ella suele mantenerse estable, pero tocar el tema es abrir una caja de sentimientos incontrolables, destapar una herida que quizá no sanará: “nuestra vida se acabó con la muerte de nuestros hijos”, explica Diana. Se refiere a que desde aquel día la vida social para ellos es limitada o casi nula, la gente se cansa de que ellos quieran hablar mucho o solo del caso de sus hijos.

Si algo comparten en común estas parejas de padres que luchan por la justicia, es el sentimiento que los impulsa. Para ellos este proceso seguramente no va a sanar el dolor, pero es un compromiso, una muestra de amor para sus hijos de que nunca se rindieron para saber la verdad, a pesar de lo complicado del camino recorrido.

Carlos De León es el  ejemplo de que los ojos no mienten, la tristeza de la pérdida repentina de su hijo sigue presente. Tiene claro que todo hubiese sido diferente si en el momento de los sucesos y en este proceso, la actitud y actuar de las autoridades universitarias hubiesen sido otras.

Como entidad, la Universidad del Valle ha hecho vista gorda desde la notificación inicial del fallecimiento de los alumnos en una actividad organizada por esa casa de estudios. “No hablé con el rector Moreno, pero me dijo que tenía cosas más importantes que hacer en aquel momento”,  dice don Mauricio Velázquez recordando con impotencia la indiferencia de Roberto Moreno.

“Excelencia que trasciende” es el eslogan de la UVG, una de las universidades más elitistas de Guatemala que intenta evadir la justicia en un caso como este, donde se les implica en la muerte de tres estudiantes. En medio de una fuerte lluvia nocturna en Izabal, los padres de los jóvenes fallecidos aseguran que la Universidad del Valle ayudó al auxiliar a cargo del curso donde estaban sus hijos, Arnoldo Funes Nájera, a escapar del país el año en que ocurrieron los hechos.

Dentro de la universidad hablar del tema es tabú. Sin embargo, doña Diana de León asegura que han contado con el apoyo de muchos alumnos, tanto de compañeros de sus hijos como de otros estudiantes, pero la institución como tal los decepcionó y traicionó totalmente.

Biológico, social y psíquico el desgaste que han sufrido estos padres durante todos estos años. Don Mauricio comenta acerca de problemas gástricos, depresiones, enfermedades de todo tipo. Ni hablar del pensamiento al que recurre a diario: “por qué nos pasó esto a nosotros”. El desgaste económico ha sido fuerte, han invertido en abogados, viajes, tratamientos psicológicos, medicinas, doctores.

Habiendo sufrido un calvario judicial durante seis años, no les interesa el resarcimiento económico como tal, sino que los responsables paguen como se debe. Exigirán el resarcimiento a los civilmente demandados, la Universidad del Valle y la Minera CGN, convencidos de que a estos lo único que les mueve es el dinero y su prestigio.

El presunto responsable de la muerte de los estudiantes, Lemuel Valle, pareciera ocultar una verdad tras su mirada esquiva de inseguridad y nerviosismo. Los padres no descartan que Lemuel este defendiendo una versión falsa de los hechos, para encubrir a los verdaderos autores del hecho. No creen que esto haya sido un accidente, pues nada parece tener sentido.

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