Por Quimy De León
Abelardo Curup tenía 71 años cuando murió el domingo 8 de abril en una cárcel de Guatemala, acusado injustamente por defender la madre tierra. El abuelo Abelardo como lo llaman ahora en su territorio, sufrió en carne propia un sacrificio por sus ideas y la lucha colectiva de su pueblo. Abelardo era maya Kakchiquel, y luchó desde el 2006 hasta el día de su muerte para defender los derechos de las comunidades en San Juan Sacatepéquez. Era casado y era piloto automovilista.
Se opuso a la imposición de la empresa Cementos Progreso y las agresiones y violaciones a los derechos humanos que ocurrían por esta razón, contra las doce comunidades que saldrían afectadas por la construcción de una planta cementera y de una carretera semiprivada llamada Anillo regional.
Tuvo un juicio lleno de irregularidades, una condena de 150 años y debía pagar más de un millón de quetzales a las víctimas de un crimen que él no cometió. Estuvo sin desmayar en su convicción de sacar a la empresa de San Juan Sacatepéquez. Cómo él, hay nueve presos políticos más de las doce comunidades.
Su cuerpo sin vida está siendo velado este martes 10 de abril en la comunidad San José Ocaña, después será llevado a su casa en la comunidad Loma Alta y el miércoles por la tarde, será enterrado y las comunidades en resistencia le darán el último adiós.
Sin duda alguna el abuelo Abelardo será acompañado por miles de flores, esas mismas que se siembran en el territorio que defendió.
Abelardo murió defendiendo la naturaleza como San Francisco de Asís. “Murió por la lucha de defensa de la madre tierra, el medio ambiente y los recursos naturales, está fue también la historia de San Francisco. ¿Cómo es posible que esto nos esté ocurriendo? El trabajo de ser franciscano, tiene que ser dar la vida por la tierra, el aire y los recursos naturales. Si yo quiero ser franciscano, quiero ser santo, este es mi compromiso.”[1]
[1] Palabras de despedida de un vecino en el sepelio en la comunidad San José Ocaña en San Juan Sacatepéquez.