Texto y fotografías: Sandra Cuffe
“Acá cayó una bomba de esas”, dijo Mara Azucena Pozuelos Gómez, e indicó el lugar preciso del corredor de su casa donde cayó una bomba de gas lacrimógeno, a unos tres metros de donde estaban sentados. De ese lugar salieron de emergencia dos niños intoxicados por el gas que utilizó el sector de la policía el jueves 22 de junio.
Desde su corredor en Casillas, al lado de la carretera, a menos de 50 metros de la casa, se ve el campamento de la manifestación pacífica en resistencia contra la minería. La población en resistencia de Casillas y de los municipios vecinos de Santa Rosa y Jalapa están en pie de lucha desde el 7 de junio.
Desde entonces hay vía libre para el paso de todo vehículo menos los que llevan combustible, cemento, u otros materiales para la mina de El Escobal, ubicada a menos de 20 kilómetros de Casillas . Por los sismos y daños que provoca el movimiento, exigen que se cierre la mina y que se vaya la empresa Minera San Rafael, filial de la empresa matriz canadiense Tahoe Resources.
En la tarde del 22 de junio, llegaron más que 200 agentes de la policía y fuerzas especiales, relatan vecinos. Cuando tiraron gas lacrimógeno hacia la manifestación pacífica, la gente salió huyendo por varios lados, y la policía siguió tirando gases hacia las personas. Algunos huyeron hacia la casa de Pozuelos Gómez. Subieron ahí porque había una señora de edad avanzada y unos niños en malas condiciones de salud debido a la inhalación de gases lacrimógenos, relató Pozuelos el pasado 27 de junio
Pozuelos Gómez estaba durmiendo a su nieto de 10 meses de edad en un cuarto. La policía disparó gas lacrimógeno hacia su casa, y cuatro bombas cayeron en el patio. Aparte de esas cuatro, otra cayó en el corredor, y entró al cuarto donde estaba el bebé. “El bebé iba muy mal. Es el más pequeñito iba como muerto. Se había desmayado porque no alcanzaba ya la respiración”. Su esposo llevó al bebé de emergencia a un sanatorio en Nueva Santa Rosa.
La intoxicación de su nieto fue más grave, y la semana después de los hechos del 22 de junio, sigue sin recuperarse completamente, han tenido que nebulizarlo con oxígeno e inyectarlo. La abuela y la madre siguen en contacto con el médico que los atendió para darle seguimiento al estado del bebé. “Quedó un poco mal de sus pulmoncitos, porque todavía hay que estarlo nebulizando porque tiene como mucho hervorcito que le quedó. Como inhaló mucho eso, dijo el doctor que poco a poco iba a ir sacando”, comentó Pozuelos.
El gas afectó también al hijo de 11 años de edad de Pozuelos: “Lo llevaron rápido al Centro de Salud para ponerle oxígeno, porque estaba ya morado de aquí”, señaló, e indicó la parte de la cara alrededor de los labios. “Él me nació con labio leporino, entonces él siempre tiene problemas para respirar”. Después lo tuvo que llevar también al sanatorio porque una mano se le había quedado tiesa y sin sensación.
Según informaron vecinos de Casillas, unos niños en una guardería al otro lado de la carretera también salieron afectados por la gas lacrimógeno, pero los impactos más graves los sufrieron el nieto e hijo de Pozuelos Gómez. Son los dos niños sobre los cuales circularon reportes falsos en las redes sociales de que habían fallecido debido a los gases.
La familia está muy preocupada, ya que temen pueda suceder otro incidente de represión con gas lacrimógeno o peor, y desde el 22 de junio, Pozuelos Gómez ha estado mandando a los cuatro niños a dormir en otro lado. Su hijo de 11 años quedó muy asustado, dijo.
Otros vecinos de Casillas también sufrieron por la represión policial que tuvo lugar el 22 de junio. La policía detuvo a tres participantes en la resistencia pacífica y otro vecino del lugar, y permanecieron detenidos durante varias horas en Nueva Santa Rosa hasta su liberación sin cargos.
Nacido en Casillas, Miguel Ángel Payeras Herrarte ha participado en la manifestación pacífica desde que inició la resistencia. Tiene problemas de vista, entonces no permanece allí en la noche, pero sí cada día. El jueves 22 de junio andaba con una silla eléctrica, pero no arrancó bien y permaneció en la zona del cruce de entrada hacia Casillas, donde tiraron bombas de gas lacrimógeno la policía. Es diabético, tiene una pierna amputada arriba de la rodilla, y ninguna sensación en la otra. Relató: “aquí dos policías me amenazaron, me dijeron, vos estás enfermo, y por qué estás en esta manifestación, entonces directamente les digo yo, pues, tengo que estar en esta manifestación porque yo estoy haciendo por los que vienen después, no por mi, sino que por los que vienen después, o sea los niños”.
En medio de la humazón, dos policías lo llevaron de un lado a otro en el sector, añadiendo que, “arrastrando me llevaban en la silla, pero en la silla llevaba yo donde uno pone el pie, y esta canilla como no la siento, entonces la llevaba debajo de donde pone uno el pie, y golpearon todo”, dijo.
La represión policial no detuvo la resistencia pacífica en Casillas. Cuando llegó la policía, solo estaban unas 50 personas en el sitio de la manifestación permanente, pero antes de que saliera la policía ya eran miles de manifestantes en el lugar, dijo Payeras Herrarte. A raíz de su indignación por la represión y por los rumores de niños fallecidos, llegaron rápido al sitio la población de Casillas e incluso de otros municipios y aldeas vecinos.
Payeras concluyó diciendo: “Que se cierre la mina. Por eso es que estamos aquí en esta manifestación pacífica, pero como al gobierno no le conviene eso, entonces nos manda la policía. Aquí estoy en esta resistencia, y como ya tengo medio cuerpo nomás no me importa la muerte. Un pueblo unido, la misma palabra dice que no será vencido”.