Hay quienes aseguran que era muy difícil hacer algo para evitar la muerte de 6 jóvenes en el Volcán de Acatenango. Discrepo indignado con esta visión, que aísla la responsabilidad individual de su contexto y se limita a pedir “respeto por la madre naturaleza”.
Por el contrario, en un país volcánico de larga tradición montañista, el gobierno y las instituciones deportivas y de salud están obligadas a tener puestos de socorro y orientación al pie de las montañas de ascenso frecuente y peligroso.
En este caso, y a la luz de los informes meteorológicos que circulaban desde el jueves (se anunció el frío, se anunció el viento), era imperativo y yo diría “elemental”, “rutinario”, “obligatorio”, desplegar puestos para restringir por unos días el ascenso al Acatenango y otros volcanes o montañas riesgosas.
¿En dónde estaban el Ministerio de Deportes y el de Salud? ¿En dónde la Federación de Andinismo? ¿En dónde los bomberos, los grupos de rescatistas? ¿En dónde?
El Estado (es decir “nosotros”) tiene que velar por la integridad de la gente y de la naturaleza. Que no se destruyan los sitios, que no se privaticen, que existan servicios de orientación y auxilio, etc.
A todas luces, esas chicas y chicos fueron víctimas, no sólo de su imprudencia, sino también de la negligencia estatal y social.
Giro pisado porque creía que solo eran chavas pero también chavos…
¡No les alcanzó la vida, qué pena!
Por: Sergio Valdés Pedroni y Prensa Comunitaria.