Texto: Patricia Cortez Bendfeldt
Solo quiero dejar claro que no soy economista.
Hace ya más de 10 años, estuvimos en un foro sobre el derecho a la salud. Un actual diputado (aún no lo era) se acercó a mí para sugerirme que pidiéramos (exigiéramos) que los 10 millones de quetzales que el estado dio al IRTRA para apoyar su construcción fueran enviados a salud.
Yo le dije que no valía la pena.
Obviamente me espetó que no tenía yo idea de cómo esos 10 millones podrían apoyar a la salud en el país, y que era muy poco acertado de mi parte no “aceptar” esa cantidad de dinero para invertir en servicios de salud.
En realidad, con las condiciones de esa época en el ministerio, 10 millones, que serían producto del desgaste y de la lucha contra el IRTRA, hubieran sido menos que las donaciones vencidas que se recibieron: aumentan la dificultad de ejecución (porque no tienen un fin específico) y crean expectativas que probablemente no se podrán cumplir en el siguiente año fiscal (era demasiado poco para cualquier cosa)
Ya hace más de 10 años hablábamos que el presupuesto de salud se consume en más del 50% por los grandes hospitales y el enorme entorno administrativo de salud. Hace 10 años la diferencia entre lo que se invierte en un habitante de la ciudad (reflejado en el monto del gasto en los hospitales grandes) puede ser más de 5 veces lo que se invierte en un habitante de Cahabón o Senahú.
Se perfectamente que esto es un asunto de percepción, porque, por ejemplo, el número de hospitales que atiende al millón de personas que viven en zona 18 y aledaños es CERO; por lo que, en la realidad, a pesar del monto del gasto centralizado, nadie obtiene nada de servicios de salud de calidad.
¿Cuál es el problema entonces? En primer lugar: hay privatización de hecho. Ningún presupuesto de salud, así cubra más del 50% del total del presupuesto del país logrará jamás suplir la falta de inversión de 30 años. No es posible dotar de atención en salud de calidad a todos los habitantes del país, eso es algo que sólo podría hacerse en un contexto socialista que, de ninguna manera este país va a tener.
En segundo lugar: Invertir en hospitales no es la mejor opción. Esto se relaciona con la primera, hay privatización de hecho, lo que implica que, hay venta de servicios médicos a todo el rededor de los hospitales nacionales que suplen la falta de servicios. Si ya tenemos privatización de hecho lo más lógico no es invertir en más hospitales caros, sino en los más pobres, y esta inversión es la que no se ve, pero impacta.
En tercer lugar: la enorme macrocefalia administrativa: aunque entiendo que algunos amigos muy queridos podrían quedarse sin empleo, hay que disminuir y descentralizar la burocracia del ministerio de salud. Si se aumentan los ingresos se seguirá alimentando a cientos de puestos duplicados, ineficientes, innecesarios que encarecen el servicio. Y ojo, el pacto colectivo no tiene la culpa de esto, sino la creación de puestos discrecionales que ya no se pueden eliminar, se ha despedido tradicionalmente a los “jefes de área y directores de hospitales”, quienes no son el problema real, existen puestos que no son necesarios o están duplicados y no necesariamente son de reglones fijos.
En cuarto lugar: si el presupuesto no incluye construcción y reparación de hospitales no se puede hacer. Si ya viene con definición de rubro de gastos, no se puede hacer.
Creo que, como seguramente pensó el amigo diputado, parece una locura no aceptar un “regalo” de “elevar el monto a salud”, pero no es tan sencillo. No tenemos claro el financiamiento, no hemos hablado sobre la imposibilidad de dar “salud de calidad a todos”, no invertimos en los más pobres y queremos “más dinero para hospitales”, lo que no es ni lógico ni funciona. Sería como comprarle nueva tapicería al carro cuando lo que necesita es un motor nuevo.
Los cambios que necesita el ministerio son de fondo: cambiar el motor o al menos repararlo y eso pasa por REDUCIR EL GASTO INNECESARIO; no en hacer piñata con lo que les ofrecen y luego intentar suplir la deficiencia con demagogia. No es el momento de soñar con un mayor presupuesto, es el momento de eficientar lo que se tiene y luego, pedir más.