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Créditos: Doña Felipa junto a su esposo Sebastián Lajpop. Foto de Hugo Bulux
Tiempo de lectura: 4 minutos

 

El pueblo maya K’iche’ tiene como característica el uso de técnicas ancestrales para prevenir y curar las enfermedades, desde el uso de plantas, hasta la realización de ceremonias con las que se busca recuperar el equilibrio en la salud de las personas. En el municipio de Momostenango, dos hermanos se dedican a la siembra, uso, promoción y recuperación de plantas medicinales con las que se han ganado el reconocimiento de su comunidad.

Por Hugo Bulux

Los efectos de la crisis climática han dificultado la producción de diversas plantas; las altas temperaturas, la falta de lluvia y los episodios de sequía, son amenazas para la conservación de algunas plantas que históricamente las comunidades han utilizado para prevenir y curar enfermedades.

Doña Felipa Vicente, a sus 75 años, aún participa en organizaciones que impulsan el uso y siembra de plantas medicinales. Ha viajado a lugares como Huehuetenango, Quetzaltenango, Alta Verapaz, Quiché, entre otros, para exponer su experiencia en la siembra y uso de sus plantas, pero además se lleva algunas especies, del lugar visitado, a su huerto para diversificar su producción. Junto a su hermano Abraham Vicente, realizan pomadas con base de plantas que ellos mismos siembran en su terreno.

Doña Felipa Vicente entre su siembra de plantas medicinales. Foto de Hugo Bulux

“La medicina ancestral maya es un conjunto de conocimientos y prácticas de nuestros abuelos que nos han heredado y justamente cuando hablamos de medicina, hablamos de las plantas, hablamos de los animales, porque son parte de nuestra terapia. También el agua, el barro, las piedras y la espiritualidad maya constituye una gran parte de nuestra medicina ancestral”, dijo don Abraham Vicente.

Tenemos el Tuj, conocido en castellano como temascal, que sirve para purificar, para una limpieza y una energización espiritual. Todo esto forma parte de la práctica que recibimos de nuestros ancestros, pero también sabemos que la ciencia evoluciona y, por lo mismo, hoy estamos respondiendo a las necesidades de las comunidades, porque hay personas que van de viaje y necesitan llevar algún medicamento y por eso hemos llegado a transformar las plantas y otros elementos curativos, agregó.

Abraham Vicente acompañado de su familia. Foto de Hugo Bulux

Felipa y Abraham Vicente elaboran pomadas relajantes y cicatrizantes, cápsulas, pastillas, tinturas, entre otros medicamentos utilizando como base plantas.

Para doña Felipa los remedios naturales son herencia de los abuelos y abuelas, pero que lamentablemente se está perdiendo y por eso es importante darlo a conocer. Ella tiene en su huerto sábila, pericón, cola de caballo, ruda, tomillo, manzanilla, entre otra gran variedad de plantas medicinales.

De acuerdo a la abuela de 75 años, es importante saber para qué sirve cada una de las plantas y para tratar las enfermedades más comunes en las comunidades, como dolores de estómago, lombrices, dolores de cabeza, quebraduras, entre otros. Considera que la medicina ancestral es más barata que la medicina química.

“Todos tenemos que saber que la energía que tenemos tiene mucho que ver con nuestra salud, por eso en lo espiritual, utilizamos las ceremonias y también podemos utilizar y diagnosticar la enfermedad por la forma de las manos y todo lo que hacemos, la medicina ancestral, va encaminada a la recuperación de la identidad, que lamentablemente se está perdiendo, la medicina, los conocimientos, el respeto a la naturaleza”, dijo Abraham.

Felipa recuerda que de niña elaboraba hilo de la lana de ovejas, la materia prima de las chamarras o ponchos, después se iba a trabajar a las casas, en las tiendas, pero en una ocasión se enfermó. Le pusieron inyecciones, pero no le gustó, entonces empezó a sembrar sus propias plantas y aprendió que las enfermedades se pueden curar o tratar únicamente usando los conocimientos ancestrales.

Ahora recibe visitas de personas que llegan por sus plantas, se las vende para que también tengan en sus casas.

Recupera algunas semillas como la manzanilla y el apazote de zorro porque ha ido a capacitaciones a Quetzaltenango para transformar las plantas en pomadas relajantes y cada una la vende a Q15.

Manzanilla. Foto de Hugo Bulux

Ella dijo que su esposo Sebastián Lajpop, de 76 años, siempre la ha apoyado desde hace más de 50 años y tienen siete hijos. Lajpop se dedica a cultivar la tierra y la apoya en la siembra de sus plantas; actualmente viven con uno de sus hijos en el caserío Pala Chiquito, del municipio de Momostenango, Totonicapán.

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.

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