Por Kajkoj Máximo Ba Tiul
Si la compartimentación entre las organizaciones sociales se utilizó para impedir que todos se beneficiaran de las luchas sociales, también no realizar una “crítica” y una “autocrítica”, tanto de las acciones como de las personas, puede generar una especie de liderazgos “mesías” y “caudillos”, que piensan que todo lo hacen bien.
En muchos momentos las vanguardias, cuando se “mesianizan”, se pueden considerar los únicos y, entonces, la crítica y la autocrítica se le considera como una acción de quienes ya perdieron el rumbo revolucionario. Algo así como cuando se critica a “Dios” y a la religión, entonces uno ya es ateo o del diablo. En nuestros espacios organizativos, siempre fue un problema la crítica y la autocrítica, aunque ha sido el slogan de todos los días.
“Ay de aquel militante o simpatizante de una fracción de izquierda que criticaba a algún compañero, o peor aún, a un comandante o dirigente”, para ello remito a que lean este sugestivo y atrevido artículo de Marta Gutiérrez, titulado Cartas Marcadas. Aunque se invoca a la autocrítica, siempre se dice: que quien critica es porque es informante de la derecha, disidente o agente de la embajada gringa.
Después de la firma de la paz, ay de la persona que criticaba, no solo a la comandancia, sino también a organizaciones sociales y, sobre todo, que fueran dirigidos por personas, sobre todo hombres y mujeres, peor aún “indígenas” o que habían estado en la montaña (supuestamente). Recuerdo que en el algún momento se hablaba sobre el acoso a compañeras en las oficinas y se decía: “no digan nada, porque le estamos haciendo el trabajo a la derecha” y entonces todo se callaba y se calla.
Cuando se incorporó el acto folclórico de la ceremonia en las reuniones de los movimientos indígenas, sucedió un hecho interesante que “en una organización, el coordinador se acerca a su aj kij[1] y le dice: “Usted diga que el fuego dice que yo seguiré siendo el coordinador y el otro el subcoordinador” y así estuvo la organización, desde mediados de 1990 hasta que por corrupción se desarticuló, se habló y como siempre, no pasó nada.
Con la firma de la paz, cuando se participó en las primeras elecciones bajo la figura del Frente Democrático Nueva Guatemala, la discusión sobre quién iba de candidato y quién no fue interesante. Quienes no tenían ninguna posibilidad de ganar, se les puso en las últimas casillas y a otros, como puestos de consolación se les puso como candidatos a alcalde o concejales. Incluso, la disputa entre quienes venían de la montaña, las oenegés y los movimientos sociales fue duro. Todos querían ser candidatos. “De ahí salió la idea esta, que donde hay 100 dirigentes los 100 quieren ser presidentes”. Algunos decían: “esperen, no ha llegado la hora, después nos tocará a nosotros” y cuando salían los listados estaban en las primeras casillas.
Las comisiones paritarias que nacieron de los acuerdos de paz fueron otra discusión dura. Todos se peleaban por las comisiones que tenían más posibilidades de tener recursos. Como la Comisión Paritaria sobre Derechos Relativos a la Tierra, porque se sabía que ahí se tendría influencia sobre las tierras que se comprarían para desplazados, retornados y otros grupos. Se crea el Primer Fondo de Tierra, que como otras instancias, oficinas y programas se convirtieron en un botín político, para partidos políticos, como de otros grupos sociales principalmente oenegés desarrollistas. Así sucedió con la Comisión sobre Derechos de la Mujer, que exigió la creación de la DEMI (Defensoría de la Mujer Indígena) o de otras instancias, de donde nació CODISRA (Comisión Presidencial Contra la Discriminación y el Racismo). No digamos la Academia de las Lenguas Mayas.
Lo que hoy está sucediendo no es nada nuevo. Unos aprovechan las oportunidades porque piensan que se han abierto las ventanas de oportunidad. O como una de las diputadas de los tiempos de la paz decía: “hay que aprovechar los espacios”. La pregunta es “oportunidades y aprovechar los espacios para quiénes”.
Recuerdo que en ese momento surgieron muchas críticas. Se habló de cooptación, cuando dirigentes de los pueblos indígenas y del sector campesino aceptaron hacer gobierno con el FRG. Que traidores aquí y traidores allá. Vendidos aquí, vendidos allá. O cuando don Cirilo Pérez (sin ser su defensor), aceptó ser embajador de la paz del gobierno de Álvaro Colom y por primera vez se colocó en el Palacio y en otras oficinas, la bandera de los “cuatro colores”, ahora “bandera maya”. Algunos de los que ahora están haciendo “gobierno”, si es que se puede llamar así, criticaron hasta con el hígado esta acción. O cuando Giammattei creó el Ministerio de Interculturalidad y entregó la silla de Atanasio en Totonicapán, se le criticó que eso era folclore.
Entonces, qué diferencia hay. Ahora aceptemos todo. ¿Por qué viene de un “gobierno progresista”? Aceptemos la semilla mejorada, “porque no nos lo impone un gobierno de extrema derecha, sino un gobierno de derecha”. Endeudemos a los campesinos, como se ha hecho a través del modelo de mercado de tierras, fertilizantes, cuando se ha demostrado que ha sido un fracaso, incluso el Banco Mundial, quien lo impuso, lo critica. Qué diferencia hay entre los actos folclóricos de los gobiernos anteriores y este, también realizado en el palacio nacional. Se acuerdan “¿cuándo se tomaron el cacao en el parque central?”, en la toma de posesión de Álvaro Colom.
Ahora ni los toquemos y ni hablemos de ellos, porque se sienten ofendidos “deja de estar hablando de nosotros, te pedimos respeto, nos sentimos ofendidos”, decía alguien por ahí, casi en un “tono amenazante”, cuando nos referimos a acciones folclóricas sobre los 106 días de movilización. Ahora si tienen toda la razón. “MALDITA COLONIZACION”, los otros nunca lo tuvieron.
Pero bueno, como decía alguien: “antes bomberos ahora apagafuegos”, antes “críticos ahora sumisos”. Antes “anticapitalistas” ahora “saquémosle algo al capitalismo”. Antes “agroecología, ahora utilicemos abono químico”. ¿Y la autocrítica?, a descansar. Eso quedó en el pasado, ahora somo incluyentes, integracionistas, multiculturales. Eso quiere decir que se está construyendo el modelo “multicultural 2.0”. Y esperemos porque algún día “VENDRA LA PRIMAVERA”.
[1] Palabra utilizada por nuestro amigo Enrique Sam Colop, cuando analizaba esto en sus columnas de Prensa Libre.