A finales de los años 50 al Gobierno de Guatemala se le ocurrió que la pesca deportiva en el lago de Atitlán podría ser una buena apuesta para fijar ese segmento específico como un valioso aporte de inversión extranjera, aunque ello riñera con las condiciones precarias de la mayoría de vecinos de comunidades de Sololá. Se liberaron en el lago miles de alevines de peces invasores como la tilapia, lobina negra, blue gill y crappie, pero nada salió como se esperaba. El interés por la pesca deportiva no despertó, pero si la avidez de los invasores que causaron un irreparable daño al ecosistema de este majestuoso cuerpo de agua.
Por Claudia Méndez Villaseñor
¿Cuáles son las consecuencias de introducir, sin estudios de impacto ambiental, especies de peces foráneas a un lago, en este caso el de Atitlán, y que las crías se adapten al nuevo entorno, crezcan y se reproduzcan? En una sola palabra se concentra la respuesta: catastróficas. Porque una catástrofe natural fue lo que ocurrió a finales de los años 50 cuando, sin dimensionar el impacto ecológico, autoridades de turno autorizaron que se liberaran en este cuerpo de agua miles de alevines de tilapia, lobina negra, bluegill y crappie. Las crías de estos peces crecieron y se multiplicaron, pero no terminaron en el anzuelo de algún pescador deportivo o en redes artesanales, sino que fortalecidas dominaron el ecosistema del lago de Atitlán y desplazaron o aniquilaron especies nativas endémicas como lo hizo la lobina negra con el pato Poc.
La tilapia es un pez de agua dulce de origen africano, que pertenece a la familia Cichlidae, de los cíclidos. En regiones tropicales encuentra las condiciones necesarias para sobrevivir, según el estudio “Perfil de la tilapia”, elaborado por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), en 2024. “Una de las principales cualidades de la tilapia, dada sus características morfológicas es ofrecer filetes de pescado con una forma adecuada para la industria de la gastronomía pues con facilidad se adapta a platillos gourmet”, se indica en este estudio.
La especie Oreochromis niloticus, la primera que se introdujo al país, posee una alta capacidad de adaptación a los entornos por ser un pez omnívoro. “La forma como protege sus nidos y las crías recién nacidas, además de su tolerancia a las bajas concentraciones de oxígeno disuelto en el agua, le proporciona una buena capacidad de sobrevivencia en ambientes adversos bajo condiciones de cultivo. Estas características, aunadas a su velocidad de crecimiento y manejo genético, es lo que ha permitido que esta especie sea ideal para adaptarse a diversos diseños de sistemas de cultivo, ya sea para producción de subsistencia, de pequeña, mediana o gran escala comercial”, se añade en el documento.
La teoría y la experiencia deja claro que la tilapia es una especie de pez que, en adecuados sistemas de cultivo (tanques, estanques o piscinas) genera un valioso producto de consumo alimenticio y las ganancias respectivas. Pero, en lagos o cuerpos de agua naturales la invasión de estos peces provoca daños irreversibles en los entornos acuáticos, como lo sucedido en el lago de Atitlán.
Hugo Villavicencio, biólogo con especialidad en Limnología (estudio de aguas continentales, manantiales y lagos) y cercanía académica con el lago desde hace 15 años, recordó que en 1958, el Gobierno de Guatemala decidió impulsar la pesca deportiva en este cuerpo de agua y para despertar el interés en este entretenimiento, introdujo al lago alevines de tilapia y lobina negra que cambiaron de forma drástica el ecosistema acuático.
Por la pesca deportiva también llegaron al lago otras dos especies de la familia Centrarchidae, el crappie y bluegill. “No midieron las consecuencias porque las cuatro especies invasoras se convirtieron en las más dominantes. Desplazaron a especies nativas y aniquilaron otras endémicas”, consideró.
Villavicencio, con una maestría en Ciencias Biológicas de la Universidad de Alaska Anchorage y profesor adjunto de la Universidad Oneonta de Nueva York, en la cual imparte el curso “Agua y Ambiente de Guatemala en Atitlán”, mencionó que la lobina negra es una de las causas de la extinción del pato Poc, endémico del lago. “Es una depredadora. Se comía las aves recién nacidas y los cangrejos, el principal alimento del pato. Los cangrejos buscaron entonces aguas profundas para defenderse. El ave se quedó sin comida”, explicó el especialista.
La tilapia no es tan voraz como la lobina negra, pero es omnívora, lo cual significa que se alimenta de plantas acuáticas, invertebrados acuáticos como artrópodos, insectos y zooplancton.
“El problema es que en exceso puede desplazar por competencia a los peces nativos de su misma familia Cichlidae (las mojarras por ejemplo). La tilapia es nativa de África y es omnívora, pero prefiere alimentarse de invertebrados acuáticos. En la red alimenticia del lago los peces invasores son los dominantes y se alimentan de los organismos nativos”, añadió el especialista.
Además comentó que la tilapia vive en agua dulce con temperaturas entre los 25 y 30 grados centígrados y de poca profundidad. “La temperatura en promedio del lago de Atitlán es de 21 grados centígrados y es el más profundo de Centroamérica. Sin embargo, el lago tiene bahías como la de Santiago Atitlán, con menor profundidad y ligeramente más cálido”, mencionó Villavicencio.
De acuerdo con el especialista, los daños de la tormenta tropical Stan, en 2005, en las comunidades aledañas al lago, evidenciaron la existencia de jaulas de tilapia en el agua. “A partir de 1980 había disminuido la presencia de tilapias, pero se construyeron esas jaulas que el huracán las destruyó. Los peces terminaron en el lago”, dijo.
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Mala calidad del agua
Villavicencio advirtió que el Índice de Estado Trófico del lago de Atitlán resulta preocupante en la actualidad. “El alimento disponible ha aumentado (lo cual no es beneficioso) y hace que el lago se mire verde”. En 1900 había menos alimento disponible y el agua era cristalina, añadió.
El índice establece tres rangos en las masas de agua:
Oligotróficas: Hay una menor cantidad de productividad biológica. La calidad del agua es buena.
Mesotróficas: Con un nivel moderado de productividad biológica y una calidad de agua regular.
Eutróficas a hipereautróficas: Con una mayor productividad biológica muy alta y una calidad de agua mala.
En la actualidad el Índice de Estado Trófico del lago de Atitlán podría incluirse en el tercer rango, dado el crecimiento y proliferación masiva de cianobacterias; las descargas de aguas negras y el arrastre de nitrógeno y fósforo (componentes de fertilizantes), entre otros factores.
La bahía de Santiago Atitlán
Por la ubicación geográfica y su topografía, la bahía de agua dulce está más aislada del lago y tiene distintas condiciones. Por ejemplo es menos profunda lo que favorece temperaturas mayores, afirmó Villavicencio.

“Como es una bahía no se mezcla con el agua del lago de Atitlán y por ello cuenta con especies nativas. La tilapia entonces puede desplazar esas especies que tienen roles ecológicos. Las especies nativas sí se pueden afectar por competencia. Santiago Atitlán tiene un pez nativo, la pepesca”, agregó el experto.
Además, en una granja de tilapia se utiliza concentrado para alimentar a los peces. Eso es un problema porque significa más nutrientes en el lago, una eutroficación, es decir un lago más verde”, añadió.
“Las especies invasoras llegaron al lago a finales de los años 50 por iniciativas gubernamentales y del Gobierno de Estados Unidos, se introdujeron estas especies porque eran populares en ese país. No se pensó en las especies nativas y lo qué podía pasar. Los efectos ecológicos. No se pensó en las consecuencias”, afirmó.
La carpa, el otro enemigo del lago
Si la proliferación de tilapias, lobina negra, bluegill y crappie causaron grave daño a los entornos acuáticos del lago de Atitlán, los efectos de los proyectos de cultivo de carpa, a partir de 1980 son hoy uno de los mayores enemigos del ecosistema del lago.
Villavicencio comentó que se construyeron jaulas para el cultivo de carpa y a propósito se destruyeron a finales de los años 90. “Los peces se liberaron en el lago y se convirtió en el más dañino para el ecosistema. Afecta la calidad del agua, el sustrato y destruye invertebrados y plantas nativas. La carpa es un pez europeo de gran tamaño. Crece hasta 1 metro de largo y es muy prolífico. Una sola hembra puede producir hasta 1 millón 750 mil huevos”, mencionó.
La carpa destruye la vegetación acuática. La destruye de raíz porque excava el sustrato similar a como lo hacen los cerdos, con que se destruyen los lugares de desove de otras especies de peces.
“Una carpa es difícil de pescar, se necesita un arpón y la certeza de tiro en la cabeza. De lo contrario es posible que el pescado pierda su arpón. Por su apariencia extraña y espinas no la hace apetecible para comer por lo que su precio es bajo en el mercado”, agregó Villavicencio.
Desde 2017 se integró la Agrocadena de la Tilapia, con representantes del sector privado, el Estado y la academia. En 2022, el Gobierno de Guatemala reportó una producción de tilapias por 11 mil toneladas métricas concentrada en Escuintla, Suchitepéquez, Santa Rosa, Retalhuleu, Izabal y Zacapa, que benefició a más de 25 mil familias de manera directa e indirecta. Se estimó ese año que el sector genera alrededor de US$140 millones.
El 6 de agosto de 1997, el Congreso de la República declaró Área Protegida de Reserva de Uso Múltiple la cuenca del lago de Atitlán lo cual prohíbe la tilapia en ese cuerpo de agua, por ser una especie invasora. El Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) calificó de ilegal la jaula de tilapias en Santiago Atitlán y lo denunció en los juzgados de Asuntos Municipales de Santiago Atitlán, San Pedro la Laguna, San Pedro Palopó y San Lucas Tolimán, el pasado 25 de abril.
El MAGA rechazó que desde esa institución se autorizaran concesiones de acuicultura o licencias comerciales para el cultivo de tilapia en el lago de Atitlán.
El martes, cientos de vecinos de Santiago Atitlán exigieron que se cumpliera con el retiro de las jaulas. Pero, la situación es complicada. Villavicencio pidió una resolución al conflicto que no repercuta en mayor daño al lago. Pero ¿cómo se trasladan miles de peces y a qué lugar, sin accidentes?, porque más tilapias no pueden invadir el lago.
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Cultivo de tilapia desde 1954
En Guatemala los primeros proyectos de acuicultura surgieron en 1954, con el Programa de Piscicultura Rural, del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA). Esta iniciativa contó con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El programa se dedicó al cultivo de especies dulces acuícolas como las tilapias, carpas y guapotes, con las cuales se desarrollaría una piscicultura de tipo extensivo y a escala familiar o de subsistencia. Se buscaba una alternativa de consumo alimenticio.
1956
Se comenzó a construir la primera Estación Piscícola del país, en Bárcenas, Villa Nueva.
1958
Terminó la obra en Villa Nueva que constaba de 23 estanques.
1960-1969
Se habilitaron otras cuatro estaciones piscícolas con el respaldo del MAGA y la Misión Técnica de Taiwán:
- Las Ninfas de 9 mil metros cuadrados y 21 estanques
- San Jerónimo de 1 mil 400 metros cuadrados y 13 estanques
- La Fragua de 3 mil 600 metros cuadrados con 26 estanques
- San Pedro Pinula de 1 mil 500 metros cuadrados y 23 estanques
2000
En Las Ninfas, ubicada en Amatitlán, nacieron alevines de tilapia mono sexo a escala comercial.
2013
La Estación de Capacitación y Producción Acuícola Sabana Grande produjo 10 millones de alevines de tilapia de alta calidad genética. Ese año se liberaron 2 millones de alevines de tilapia de ambos sexos.
2014
Cerró la estación piscícola Las Ninfas, en Amatitlán.