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Créditos: Don Viviano recogiendo el cultivo de frijol. Foto de Maylin Hernández
Tiempo de lectura: 5 minutos

 

A sus 87 años, Viviano Ortiz Cano cultiva su tierra con el mismo cuidado y pasión como cuando tenía 7. Temporada tras temporada recoge la cosecha de frijol y tomate, en el caserío Los Tecomates La Laguna, ubicado en el municipio de Palencia, Guatemala.

Por Maylin Hernández

Don Viviano Ortiz Cano es originario de la aldea Sanguayabá, Palencia. Desde su niñez comenzó a trabajar en el campo, luego de que junto a su madre y hermanos, se trasladara a vivir al centro del municipio. Viviano tenía siete años cuando decidió que lo suyo serían las labores agrícolas. A esa edad, se comenzó a dedicar a la siembra y luego a cuidar y recolectar la cosecha.

“Tengo 80 años de ser agricultor. No solo es una fuente de sustento, sino una forma de vida. Quizás haga esto hasta la fecha en que voy a morir, porque ya no tengo otra cosa más que hacer”, dice don Viviano.

Haber empezado a temprana edad su vida en el campo tiene que ver con lo que le sucedió en la infancia. En la aldea Sanguayabá, el lugar en el que nació, había una escuela y su madre lo inscribió. “Nos dio varicela a mí y a mis hermanos, solo que a mí me afectó la garganta. No podía comer, ni hablar”, cuenta. Le resultaba doloroso tragar y eso lo afectó mucho. “Mi mamá me sacó de la escuela. En total fui un mes”, recuerda. Don Viviano se recuperó de la varicela, pero no regresó a la escuela durante el resto de su vida.

Don Viviano junto a su cultivo de tomate. Foto de Maylin Hernández

Las plantas medicinales del curandero

La varicela no cedía, narra el agricultor. El alivio le llegó gracias a las bebidas a base de plantas medicinales y medicamentos. “Mis hermanos mayores buscaron por semanas al curandero, porque en esa época no había doctores que llegaran hasta la casa”, dice.

“El curandero llegó a la entrada de mi casa; amarró su mula con un nudo a un árbol y entró. Habló con mi mamá y ella le explicó lo que había pasado. Después de examinarme le dijo que se trataba de un caso difícil, pero que tenía un concejo, tal vez, así podía curarme”, agrega.

“Mi mamá hizo lo que le dijo. Dejó amarrada una vaca negra a un costado de la casa. A la madrugada del día siguiente desamarró la vaca y me acostó en el lugar cálido en el que había reposado el animal. Acostado me dijo que rodara de un lugar a otro y fue allí cuando me curé”, relata don Viviano.

El remedio del curandero resultó efectivo, sin embargo, la enfermedad dejó secuelas a don Viviano, como la voz ronca y algunos malestares, que no le impiden completar sus tareas diarias en el campo. “Me levanto entre 5:30 y 6:00 de la mañana. Desayuno y me alisto para salir con mis hijos. Al llegar al bajillo (un terreno ligeramente inclinado), cada uno ya sabe lo que hay que hacer”, explica.

Por ejemplo, el 12 de agosto, cuando se realizó esta entrevista, la tarea del día de don Viviano era cuidar y limpiar una pequeña área cultivada con frijol. Mientras que sus hijos, Juan y Cristóbal tenían asignados los cultivos de tomate y la siembra de árboles. Ese día trabajaron durante la mañana y a las 12 horas se reunieron en la casa de descanso que cuenta con un fogón para cocinar o calentar el almuerzo. Terminaron a las 18 horas y regresaron a su casa. Cenaron y a las 20 horas estaban listos para dormir, porque hay que reponer las fuerzas para el trabajo del día siguiente.

Don Viviano Ortiz realizando el cuidado y la limpieza del frijol. Foto de Maylin Hernández

Compartir conocimientos: cómo era antes y cómo es ahora

Don Viviano, conocido por su amabilidad y sabiduría, es una reconocida figura en Palencia. Además de su trabajo en la agricultura, ha compartido con generosidad sus conocimientos con la juventud. Se quiere asegurar, dice, que no se pierdan las técnicas tradicionales del campo.

“Antes, cultivar era muy difícil, porque todo era a puro azadón. Ahora la tecnología ha abundado mucho y hace que las personas se acomoden y no quieran trabajar. Muchos se dedican al estudio y con el tiempo ya nadie querrá ser un sembrador o un agricultor”, advirtió.

De acuerdo con don Viviano, antes se cultivaba principalmente maíz, frijol y papa, “por eso había escasez de grano y hambre, no como hoy, que con la tecnología, maquinaria e insecticidas, hay comida en abundancia”. “Antes se pasaban días, incluso semanas, en trabajar un pedazo de tierra, porque era muy atrasado y se tenía uno que inventar maneras de sembrar o controlar las plagas. Ahora, con tanta herramienta se puede trabajar el mismo espacio de tierra en dos o tres horas”, indicó.

El agricultor de 87 años recorriendo su terreno. Foto de Maylin Hernández

Al lomo de mulas

La tecnología ayuda ahora en el quehacer del campo y los distintos medios de transporte. Ya no es como antes, que al lomo de mulas los quintales de maíz tardaban semanas en llegar de Petén a la capital, por la distancia y el andar del animal. “Hoy se hace en un día”, mencionó.

Don Viviano fue agricultor por años en distintos lugares. Cosechó café y papa, entre otros. Arrendó un pedazo de tierra en el bajillo y después lo compró. Con el tiempo logró adquirir los terrenos cercanos y hoy cuenta con una propiedad de 36 manzanas (una manzana tiene 16 cuerdas). El lugar actualmente es conocido como el caserío Los Tecomates La Laguna, de Palencia, Guatemala.

En estos campos se rota el cultivo del maíz, tomate, frijol y las hortalizas. También hay árboles frutales y un área boscosa, que forma parte del corredor biológico que protege un grupo de vecinos organizados en el municipio.

Conoce más detalles acá:

Moisés Quevedo y su liderazgo para preservar el corredor biológico en Palencia

A lo largo de los años don Viviano ha perfeccionado técnicas agrícolas que ha transmitido de generación en generación. Incluso a sus 87 años, no se pierde las temporadas de siembra, en las que demuestra su dedicación y espíritu inquebrantable. Su conocimiento sobre los ciclos de la tierra; las fases de la luna y las mejores prácticas de cultivo han sido fundamentales en cada cosecha.

Don Viviano recolectando tomates para el almuerzo. Foto de Maylin Hernández

Herencia familiar

Sus hijos comenzaron, también muy pequeños, a ser parte del campo. Don Viviano les inculcó la pasión por la agricultura con pequeñas tareas desde los seis años. Cuando cumplieron siete, iban a la escuela en la mañana y en la tarde lo ayudaban con las tareas agrícolas. Aprendieron, primero, a preservar y cuidar la tierra; la flora y la fauna. Luego a defenderse de cualquier imprevisto o gasto; a rotar los cultivos y a sembrar la milpa graneada (se siembra en surco y unidas) con la finalidad de ocupar la mayor cantidad de terreno.

Al final de esta entrevista, don Viviano dijo: “Soy feliz porque soy agricultor desde hace años. No hay cosa más sagrada que la agricultura, porque tanto las personas que tienen estudios, como los que no tienen, viven de las cosechas de los agricultores. Los exhorto a todos a no perder estos conocimientos sobre el trabajo en la tierra y la preservación de la flora y la fauna”.

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.

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