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Créditos: Apuestan por la seguridad alimentaria en la aldea Chaquijyá de Sololá. Foto de Alex PV
Tiempo de lectura: 8 minutos

 

El colectivo comunitario Awän Agroecología implementa acciones para la preservación de las semillas nativas y asegurar la producción agrícola en la aldea Chaquijyá de Sololá.

Por Alex PV

Los contadores del tiempo, agricultores, mujeres y agrónomos que forman parte del colectivo “Awän Agroecología” se dedican a conservar las semillas nativas que se utilizan para el sistema milpa.

El colectivo nació en 2014 y trabaja en la aldea Chaquijyá, de Sololá, ubicada en el kilómetro 134 de la carretera Interamericana y logró este año que la zona sea de las menos afectadas por los embates del cambio climático, la sequía e inundaciones que provocaron las lluvias.

La mayoría de la cosecha está a salvo gracias a que la comunidad implementó el uso de semillas nativas, las cuales demostraron ser resistentes a las adversidades del clima.

“Las cosechas de maíz que fueron afectadas, fueron reemplazadas por otros granos que se cultivan en el sistema milpa, como frijoles o ayotes”, menciona Eduardo Saloj, ingeniero agrónomo y cofundador del colectivo.

Eduardo Saloj, ingeniero agrónomo y cofundador del colectivo. Foto de Alex PV

El sistema milpa (awan en el idioma Kaqchikel) es un método tradicional de agricultura practicado principalmente en Mesoamérica, incluyendo regiones como México, Guatemala, Belice y Honduras, entre otros. Consiste en un sistema agrícola integrado donde se cultiva maíz, frijol y ayotes; y al mismo tiempo varias especies de plantas comestibles simultáneamente o en rotación en un mismo terreno.

Semilla de habas. Foto de Alex PV

En este sistema también se integra una variedad de plantas medicinales que desempeñan un papel fundamental en la vida cotidiana. Entre las más destacadas se encuentran la ruda, conocida por sus propiedades protectoras y su uso en remedios naturales; la chilca, que es apreciada por sus beneficios para la salud digestiva; el tzite’, una planta tradicional con propiedades curativas y culturales; y la verbena, por sus cualidades calmantes y su utilidad en infusiones.

Además de estas plantas medicinales, el sistema incluye varios arbustos que tienen múltiples aplicaciones en actividades comerciales y prácticas cotidianas. Un ejemplo notable es el sauco, cuyas bayas y flores se utilizan para la elaboración de artesanías tradicionales, aportando tanto valor estético como cultural. Asimismo, el sauco cumple una función importante en la sostenibilidad de la granja familiar, ya que sus hojas y ramas sirven como alimento para los animales.

Los retos de la agricultura

En las comunidades de Sololá, en especial en donde Awän Agroecología desarrolla sus proyectos, el estilo de vida y comportamiento de las nuevas generaciones ha cambiado. La discriminación, guerras y empobrecimiento de sus poblaciones ha empujado a los padres y madres de familia a enviar a sus hijos e hijas a los centros urbanos en busca de mejores oportunidades laborales y académicas.

El primer cambio para las comunidades es que la juventud no ve los espacios rurales como espacios de crecimiento, los modelos occidentales no incluyen en la educación una visión colectiva para el crecimiento personal. Muchos jóvenes ya lo ven como algo del pasado y prefieren migrar y establecerse en ciudades o irse a otros países, señala el colectivo.

Según el observatorio de Awän Agroecología, desde el 2014 hasta la actualidad, la mayoría de la población que se dedica a la producción de alimentos, en el sistema comunitario, son mayores de 45 años, mientras los jóvenes ven el trabajo agrícola de bajo perfil y de poca superación.

El efecto es el abandono de los campos, del sistema milpa y otros sistemas agroalimentarios locales. La comunidad está preocupada por la desconexión de la juventud con la tierra, el principio de un proceso de degradación, pérdida y olvido de los conocimientos ancestrales sobre la alimentación y la agricultura.

Los agricultores que forman parte de Awän Agroecología advierten que esto implicaría una amenaza contra la biodiversidad. La biodiversidad nativa es la variedad de cultivos en granos y hierbas que forman parte del patrimonio agrícola de Sololá. Según informan los miembros del colectivo, se ha observado una notable disminución en la diversidad de ciertas variedades de cultivos en los últimos años. En particular, el frijol, se ha perdido gran parte de sus variedades en la actualidad en comparación como era hace 10 años. Por otro lado, el maíz también está perdiendo algunas razas, como; el olote pequeño amarillo y blanco, el maíz dentado blanco y amarillo, y el maíz rojo.

De continuar con esta tendencia, de forma paulatina se tendrá una gran dependencia de la agroindustria, de la alimentación controlada por las grandes corporaciones y a corto plazo se genere un deterioro en el bienestar de la población.

Menos tierra para el desarrollo

Las comunidades también se preocupan por la organización comunitaria en torno al uso de las tierras. La población va en aumento, pero el territorio no se expande, por lo que empiezan a ver que es insuficiente el terreno para el desarrollo de la vida.

En 2014, según la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), la aldea Chaquijyá, del municipio de Sololá, tenía una población aproximada de 5,370 habitantes. Para el 2022 los datos actualizados de la población experimentaron un crecimiento. Según el Instituto Nacional de Estadística de Guatemala (INE) y las proyecciones demográficas recientes, la población se estimaba en alrededor de 6,448 habitantes.

Las parcelas para la producción de alimentos están divididas y más escasas, es decir, se encuentran cada vez más fragmentadas y son en su mayoría de tamaño reducido, un fenómeno conocido como minifundismo. Este problema se debe en gran parte a la práctica de dividir las parcelas grandes entre los hijos como herencia, lo que resulta en una proliferación de pequeños lotes. Como consecuencia, la producción agrícola se ve forzada a ubicarse en terrenos menos adecuados, como las laderas y áreas alejadas del centro de la comunidad. Esta fragmentación no solo limita la eficiencia de la agricultura, también puede incrementar el costo de transporte y dificultar el acceso a recursos y servicios necesarios para la producción.

Esta situación se convierte en uno de los desafíos importantes de planificación comunitaria para anticiparse al cambio. En esta previsión se incluyen prácticas para afianzar que los terrenos puedan producir abundantes productos agrícolas.

Un cambio para los hábitos alimenticios

En Chaquijyá, la población también busca recuperar la cocina ancestral. Esta se refiere a las recetas alimentarias compuestas por hierbas nativas e ingredientes de la milpa, como la pepitoria, los tomates y otros. Las familias están promoviendo la elaboración de estos platillos tanto en festivales como en su vida diaria. Además, se fomenta la siembra de estos ingredientes para su posterior consumo. La cocina ancestral ha sido desplazada por productos procesados e industrializados, que siguen una larga cadena de comercialización que invade cualquier territorio, señalan los agricultores.

Las nuevas generaciones son presas de la publicidad en diferentes medios de comunicación y empiezan a consumir los productos industrializados afectando la canasta básica y olvidando el trabajo de la tierra, dijo el ingeniero agrónomo de Awän Agroecología.

La producción agrícola en el territorio también ha cambiado, por ejemplo, la siembra de hortalizas y granos en el municipio de Sololá ha ido transformándose en las últimas décadas hasta convertirse en un sistema que depende de los insumos externos para la producción; es decir una producción altamente dependiente de fertilizantes químicos, agro insumos (insecticidas, fungicidas, herbicidas, otros).

La gran mayoría de esta producción es destinada para el comercio y abastece los mercados municipales, nacionales y centroamericanos. Por ser una actividad dependiente de insumos externos los productores encuentran bastantes desafíos agroclimáticos, económicos y de mercados. El cambio hacia una agricultura más resiliente y ambientalmente sostenible es un proceso urgente, ya que, por su naturaleza, toma periodos medianos de tiempo.

Según los miembros de la comunidad, los cambios climáticos se habían estado manifestando desde hace varios años, “pero no nos dábamos cuenta debido a su levedad. Sin embargo, este año se han intensificado debido al acelerado proceso de industrialización a nivel mundial”.

Respecto a estos cambios el colectivo apuesta por el rescate de los valores de agronomía e inculcar en los jóvenes, niños y niñas las prácticas ancestrales.

Eduardo Saloj, el fundador del colectivo, explica que para el pueblo maya Kaqchikel, el sistema milpa funciona como un espacio de convergencia para el diálogo sobre valores e historia comunitaria, especialmente con los ancianos y en el seno de la familia.

Según el colectivo, las semillas nativas se adaptan bien a los cambios climáticos, por eso trabajan constantemente en su conservación, rechazando la imposición de semillas gubernamentales o de empresas.

El colectivo cuenta con un reservorio comunitario de semillas nativas subterráneo, en recipientes de barro cocido al 50%, que mantienen la temperatura y humedad adecuadas para darle larga vida a las semillas, permitiendo que estas respiren. “Según la sabiduría de nuestros ancianos, las semillas están vivas, aunque se encuentren en estado de reposo”, explica Ixmucané Saloj, miembro del colectivo. Las semillas están disponibles para los miembros del colectivo y la comunidad en general a través del trueque.

“Según la sabiduría de nuestros ancianos, las semillas están vivas, aunque se encuentren en estado de reposo”, explica Ixmucané Saloj. Foto de Alex PV

La bendición de las semillas

Siguiendo el calendario agrícola ancestral, el colectivo celebra diversas festividades como la velación y bendición de semillas, la apertura de las lluvias, la fiesta de los elotes y la ceremonia de la tapisca, invitando a toda la comunidad y otros pueblos originarios. Todas estas actividades comunitarias comienzan con una ceremonia espiritual, seguida de diálogos sobre la semilla y concluyen con bailes alrededor del fuego acompañados de marimbas locales.

“En Sololá celebramos con el maíz, para nosotros es sagrado, y realizamos la bendición de semillas bajo la energía del día Q’anil antes de la siembra, conectándonos con las energías y pidiendo por cosechas prósperas. Nos reunimos para intercambiar semillas de granos, hierbas, árboles frutales y hortalizas como papas, tomillos, zanahorias y otros”, dice Tomás Cosigua, contador del tiempo de la comunidad.

Tomás Cosigua, contador del tiempo. Foto de Alex PV

También realizamos ceremonias para pedir lluvias, generalmente en abril o mayo, y para despedirla al final del ciclo. Este año, debido a la escasez de lluvias, se llevaron a cabo numerosas ceremonias y oraciones que tuvieron buenos resultados. Otras comunidades tienen diferentes ceremonias, pero en nuestro caso se enfatiza la bendición de semillas y la petición de lluvias, agrega Cosigua, quien dirige las actividades espirituales del colectivo.

Realizan ceremonias para pedir lluvias, generalmente en abril o mayo, y para despedirla al final del ciclo. Foto de Awän Agroecología

“A pesar de la sequía de este 2024, no hemos sentido sus efectos en términos de granos, ya que lo que consumimos ahora proviene de la cosecha del año pasado. Sin embargo, nos preocupa el próximo año 2025, pues es probable que los precios de los alimentos básicos se vean elevados debido a estos eventos climáticos extremos”, asegura Eduardo Saloj.

Esta aldea de Sololá también trabaja en distintas acciones para mitigar el impacto de estos eventos climáticos como la reforestación. Para lograr la soberanía alimentaria, es necesario que las comunidades tengan acceso a los recursos y mantengan bajo custodia las semillas nativas, indican. Esta soberanía por la que se trabaja a diario se alcanza mediante la implementación de abonos orgánicos, el uso del conocimiento local para producir insumos propios, la adopción de sistemas de intercambio comunitario y el fomento del apoyo mutuo entre las comunidades.

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.

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