Por Nelton Rivera
Esta semana, la dictadura hondureña detuvo durante 16 horas en al aeropuerto Tancontín en Tegucigalpa a Los Guaraguao. El régimen de Juan Orlando Hernández no los dejó acompañar al pueblo hondureño en el cierre de campaña de la Alianza contra la Dictadura.
El próximo 26 de noviembre, los hondureños van a otro proceso “electoral”: un nuevo intento vía elecciones para salir de la dictadura. Vaya batalla la de los hondureños en pleno siglo XXI, que no es muy ajena y distante a la nuestra en Guatemala.
De regreso del Bajo Aguan, Honduras leí en Telesur la noticia, de inmediato relacione a Los Guaraguo con mis primeros recuerdos de infancia.
Perdóname tío Juan… recuerdo la camionetilla Toyota Corona del abuelo. Él se llamaba Juan Crisóstomo Rivera, solomero, músico, marimbista y telegrafista de profesión. La camionetilla era color blanco hueso. Con los Guaraguo sonando, recuerdo a mi viejo al volante. Mi madre y mi hermana viajábamos de un lado a otro en ese carro en la década del ochenta, las otras dos hermanas llegaron años después, en el 87 y la última en el 96.
Recorriendo la carretera de la Costa Sur, sobre la ruta internacional, a la altura de Chicacao en el departamento de Suchitepéquez, en algún punto de la carretera nos dijo mi viejo –que por cierto se llama igual que yo–: “No vayan a seguir cantando, cuando pasemos seguimos”. En ese momento detuvo con un botón la casetera del radio de la camionetilla Toyota Corona y dejaron de sonar los Guaraguao. A vuelta de rueda veíamos una larga cola de carros, camiones, tráileres y buses, de un lado y del otro. Luego aparecieron los pintos, esos de camuflaje que portaban sus armas y las dirigieron todo el tiempo en contra del pueblo.
Al parecer, los guerrilleros habían realizado alguna acción sobre la carretera, una emboscada, algún combate quizás. Años después supe que en esa región operaban los combatientes del Frente Sur Santos Salazar de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).
Pasamos el puesto militar, salimos del tráfico y los Guaraguao siguieron sonando. Era un casete. Por cierto, mi padrino, futbolista, abogado y durante un tiempo empresario de cable de televisión, trajo al país uno de los primeros discos en acetato de este grupo.
La derecha hondureña, esa que parasita del respaldo de los gringos y de imponerse a base del terror, sin duda le teme al canto de protesta, las letras de Ali Primera musicalizadas y popularizadas masivamente por toda América Latina por los Guaraguao acompañaron y seguirán acompañando las movilizaciones sociales y populares.
Luego de la camionetilla Toyota, recuerdo llegó el picop Datsun rojo de palangana larga. Con ese hay otro montón de historias más.