Créditos: Estuardo de Paz
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La última vez que Frolaina Armira vio a su hermana María Quirina fue el día de su boda. La vio alejarse con un canasto de comida que su suegra preparó para su madre, Eduarda López y sus hermanos, Juan Pablo, Luis y Lidia, que no pudieron asistir a su casamiento. Corría el año 1984.

Por Regina Pérez

Aunque se criaron juntos, el conflicto armado que atravesaba Guatemala, los hizo separarse. Frolaina vivía en Patzún, Chimaltenango y sus hermanos, junto a su madre, tuvieron que irse a vivir a la colonia Atlántida, en la zona 18 de la capital. 

En el canasto, María Quirina llevó tamalitos, dos pollos, carne y un canastito de pan. Frolaina la vio alejarse sin saber que era la última vez que la vería. Ese momento lo tiene grabado en su memoria como una cámara fotográfica que capta momentos entrañables. Cuando María Quirina subió al bus, ella se quedó llorando. 

María Frolaina Armira es la hermana mayor de María Quirina y Juan Pablo Armira, detenidos y desaparecidos por una estructura clandestina conformada por miembros del ejército y del Estado Mayor Presidencial (EMP), en 1984. Las fichas de ambos aparecen en el Diario Militar, un documento del ejército que salió a la luz en 1999, el cual contenía información de las víctimas de desapariciones y detenciones ilegales de opositores políticos entre 1983 y 1985. 

La historia de María Quirina y Juan Pablo Armira López cobra relevancia 40 años después de los hechos. En mayo de 2021, la Fiscalía de Derechos Humanos coordinó las capturas de 11 militares retirados y expolicías que son señalados de haber formado parte de la estructura que operó de forma clandestina y que los desapareció. 

Uno de esos militares, el general Víctor Augusto Vásquez Echeverría, está señalado directamente de la desaparición de los hermanos. Vásquez Echeverría era comandante de la base militar de Chimaltenango, donde el Ministerio Público (MP) considera que fueron llevados los hermanos, junto a otros militantes de la guerrilla, detenidos entre el 10 y 19 de marzo. 

María Quirina y Juan Pablo Armira, de 15 y 12 años respectivamente, eran hijos de Wenceslao Armira, un catequista y dirigente maya kaqchikel muy reconocido en San Martín Jilotepeque, Chimaltenango, por el trabajo que realizaba como promotor agrícola de la organización Vecinos Mundiales. Según el libro, San Martín Jilotepeque, Memoria, conflicto y reconciliación 1950-2008, de Glenda García y Emiliano Armira, Wenceslao Armira, originario del paraje San Miguel, de la aldea Choatalum, en San Martín Jilotepeque; era un líder muy recordado por su trabajo en la agricultura y organización comunitaria. 

En Choatalum, el mayor trabajo de la guerrilla fue realizado por las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). “La preparación de militantes se planificó dentro de la estrategia de crear un frente guerrillero en la región y los líderes de Choatalum eran los principales organizadores”, refiere el libro.

Armira se unió a la lucha armada de la guerrilla y a finales de 1979 salió con un grupo de 35 mujeres y hombres a entrenarse militarmente al exterior. Volvió a Guatemala en 1981 y junto a otro catequista, José Cupertino, quien también salió a formarse a Cuba, tuvo a su cargo formar el Frente Tecún Umán. 

Su decisión de unirse e involucrarse activamente en la guerrilla marcaría el destino de su familia y especialmente, el de sus dos hijos, María Quirina y Juan Pablo. 

Una infancia feliz 

Frolaina tiene los mejores recuerdos de su padre Wenceslao Armira y de sus hermanos, “éramos muy felices con mi papá, porque él era un hombre muy trabajador, a él le gustaba trabajar el campo, cultivar, sembraba maíz, fríjol, trigo…”. 

Su padre, un dirigente y catequista muy activo en la comunidad, tenía la visión de ayudar a su gente. Sin embargo, recuerda la frustración del padre de no poder hacer más. 

Junto a sus hermanos, a Frolaina le tocaba cuidar las vacas que su padre tenía, supervisar el corte de trigo y también acudían a la escuela, que quedaba a unos tres kilómetros de su casa. 

Trabajando con Vecinos Mundiales, su padre Wenceslao comenzó a enseñarles a los campesinos cómo producir mejores mazorcas. Las cosechas, según Frolaina, eran hermosas, pero esto solo duró un tiempo. 

Los mejores recuerdos de su niñez son del tiempo que compartió con Juan Pablo, quien quería ser agrónomo, algo que ella no olvida. Era más apegada a su hermano, quien recuerda se peleaba constantemente con María Quirina. 

En el campo, a pesar de que tenían que trabajar, también se divertían. En la época en que se trillaba el trigo, se tiraban sobre el bagazo o jugaban al escondite entre los árboles. En una ocasión, por estar jugando, se les olvidó cuidar a las vacas y al llegar la tarde les dio temor ir a verlas, por lo que acordaron que les dirían a sus padres que sí les habían dado de comer. Fue la única vez que les mintieron, dice sonriente.  

A los 12 años, Frolaina consiguió una beca y se fue a estudiar a Santa Lucía Utatlán. Un año después recuerda que su padre “desapareció”. Lo que ocurrió es que el líder comunitario se unió a la guerrilla. 

Miembros del ejército llegaban a su casa cada semana a preguntar a su mamá por su padre. Un día que ella regresó de sus estudios, tras varios meses de estar fuera, llegaron estos hombres a su casa, con los rostros cubiertos, quienes preguntaban dónde estaba el buzón de armamento y tiraban todas las cosas en los cuartos. 

La última vez que regresó a su aldea fue perseguida en una calle por varios hombres que presume eran miembros del ejército. Ella se escondió en una casa y se prometió nunca más regresar, “fue la última vez que yo dije, yo ya no vengo a este pueblo”.

Con el tiempo, ella dejó de estudiar y su madre y sus hermanos se mudaron a Patzún, Chimaltenango, donde Frolaina conoció a su actual esposo. En ese tiempo, recuerda que a su hermano Juan le gustaba trabajar en el campo, junto a su suegro. Sin embargo, miembros de la guerrilla llegaron a Patzún y le dijeron a su madre que tenían que mudarse a la ciudad capital porque no les convenía seguir ahí. 

Como hermana mayor, ella increpó a su hermana María Quirina por aceptar irse. “¿Por qué dicen sí a esto, por qué no se quedan?, ya no se vayan, yo tampoco les puedo decir que los voy a mantener, porque yo, de dónde, pero cada quien puede conseguir y seguir su vida”, recuerda que les dijo. 

Sin embargo, su madre Eduarda, también aceptó la idea de irse a la capital. Juan, su hermanito, no quería, sin embargo, también tuvo que irse.

Sobre su papel en la lucha armada, de ambos niños, en el que según el Diario Militar, el niño de 12 años era encargado de conectar y pagar las casas de las FAR, Frolaina indicó que su hermano apenas empezaba a comprender cosas por su temprana edad. 

En el caso de su hermana, considera que quizá ella sí entendió por qué seguir el camino de la lucha armada. Ambos tuvieron una muerte que no merecían, dijo. 

Compartimos muchos momentos felices, pero la vida se los llevó a ellos rápido y ya no logré verlos y pienso que de plano ya nunca, porque ni sabemos dónde están, el único recuerdo que tengo son esas dos fotos, menciona, en referencia a dos fotos pintadas a mano que hay en la pared de su sala y que sus hijas mandaron a hacer. 

Frolaina Armira sostiene los retratos de María Quirina y Juan Pablo Armira. Foto: Juan Rosales.

El reencuentro con María Quirina y la última vez que la vio

Había transcurrido más de un año desde la partida de su familia y Frolaina comenzó a preparar su boda. Junto a su pareja viajaron a la capital para encargar sus anillos de boda. Estaban a punto de regresar a Patzún y se les ocurrió comprar panes. El bus estaba estacionado en una gasolinera que se ubicaba en la 18 calle de la zona 1. Su esposo bajó corriendo y estaba a punto de entrar a una panadería cuando vio a una muchacha que le pareció familiar. Él se le quedó viendo y ella también lo observaba, pero no se animaba a hablarle. Luego él le dijo: “yo la conozco”. “Yo también”, respondió ella. 

Resultó ser María Quirina. La camioneta (el bus) estaba por salir y Frolaina comenzó a desesperarse cuando los dos le tocaron el vidrio, pero no pudo reconocerla. “Me quedé viendo a la muchacha, ni siquiera la reconocía, ella había cambiado bastante, no usaba el traje típico, “el peinado se lo cambió”, recuerda. 

Su pareja le pidió que bajara sus cosas y ella no comprendía por qué. “¿No la conoces?”, le dijo su esposo. Entonces, ella vio a Quirina fijamente, hasta que la reconoció. 

Ella les dijo que ahí no podían hablar porque estaban en la calle, entonces se dirigieron a un restaurante de Pollo Campero para platicar. Su hermana les contó que estaba bien, que no le hacía falta nada. Frolaina aprovechó para contarle sus planes de boda y preguntarle si ellos podían llegar. Quirina respondió que no. 

La boda fue un sábado, a las 11:00 de la mañana. Luego de la misa, se realizó un almuerzo. Los esposos compartieron un rato con los invitados y a las tres de la tarde se dirigieron a la ciudad de Guatemala, a encontrarse con María Quirina, a quien le llevaron comida que prepararon para la boda. Quirina agradeció los alimentos y le dijo a su hermana que con eso tenían comida para dos días. Con ello, Frolaina entendió la precaria vida que llevaban su madre y sus hermanos en la zona 18. 

Frolaina dijo que gracias a su suegra llevaron tamalitos, dos pollos, carne y un canastito de pan. Esa fue la última vez que habló con su hermana. Cuando la vio alejarse, dijo que “le dio un sentimiento” ver cómo Quirina se arregló para llevar todo lo que le dieron. La fueron a dejar donde tomaba el bus para irse a la zona 18. Ella sospecha que no pasó mucho tiempo en que sus hermanos, María Quirina y Juan Pablo fueron secuestrados y asesinados, “porque de plano ellos murieron, yo sé que sí los mataron”. 

La detención ilegal del niño Juan Pablo desencadenó ola de desapariciones 

Todos los detalles de la última vez que vio a su hermana María Quirina no aparecen en las audiencias donde se está procesando al general Víctor Augusto Vásquez Echeverría, quien fue comandante de la zona militar de Chimaltenango, a donde se cree que fueron llevados los hermanos y otras personas detenidas por la estructura ilegal conformada por militares y policías retirados. 

Diario Militar: un general debe responder por las desapariciones de los hermanos Juan Pablo y María Quirina Armira López

En el Diario Militar o “Dossier de la Muerte” se registró que Juan Pablo fue detenido el 10 de marzo de 1984. Su detención ilegal precedió a una ola de capturas de militantes del Frente Tecún Umán, entre ellas la de su hermana María Quirina, cuatro días más tarde, quien fue capturada en la casa en la zona 18. 

Álvaro René Sosa Ramos, una de las personas que aparece en el Diario Militar y el único detenido que logró escapar de un centro de detención (otros fueron liberados por la estructura ilegal para posteriores contactos), indicó que los hermanos Armira López eran uno de los últimos contactos entre el Frente Tecún Umán y las FAR de la ciudad. 

Los hermanos Armira, según Sosa, iban a trabajar para el Frente, porque eran de Chimaltenango y era más lógico que trabajaran para dicho Frente desde la capital, junto con otros militantes que también fueron detenidos y desaparecidos y que aparecen en el Diario Militar

Sosa, quien fue entregado por otro militante de las FAR, Ambrocio Pacheco García, conocido como “Mario” o “Canche”, fue detenido un domingo 11 de marzo de 1984, un día después de la captura ilegal de Juan Pablo, ya que tenía que reunirse con Mario para discutir temas de la Región Central. 

Según dijo, el sábado, el “Canche” tenía contacto con “Sergio” porque ya estaban trabajando conjuntamente en el Frente Tecún Umán, del cual Mario era encargado de logística. 

Según Sosa, Mario solo iba a trabajar un tiempo con la logística con los demás frentes, sin embargo, debido a que las FAR no hizo el cambio a tiempo, tuvo trágicas consecuencias. 

Mario, de personalidad insegura, tras ser detenido, delató a los demás militantes, posiblemente bajo tortura. “Él era una persona muy débil de carácter…y empezó a entregar (a militantes) y ahí entrega a este niño Armira”, señaló. 

Según el documento, el niño fue detenido el 10 de marzo de 1984, el mismo día que fue detenido Pacheco, quien fue dejado libre “para contactos”. 

Según lo revelado por el Ministerio Público, durante las audiencias, María Quirina fue detenida posteriormente a la captura de su hermano Juan Pablo. 

De acuerdo con el testimonio de su madre, Eduarda López, el día que desapareció su hijo, una vecina de nombre Liliana, que tenía un bebé, llegó a su casa en la Atlántida, zona 18 y le pidió que le “prestara” a su hijo para que la acompañara, pero él ya nunca regresó. Se presume que había pedido el acompañamiento de Juan Pablo para que cuidara a su bebé mientras ella realizaba mandados. 

Días después de la desaparición de Juan Pablo, llegó a su casa un hombre para llevarse a María Quirina. El hombre entró a la casa y les ordenó que preparara ropa. Además, prometió que ella iba a regresar en tres días. “Ojalá sea cierto”, dijo su madre Eduarda. Se llevó a Quirina y nunca más regresó.  

El documento también revela que el 14 de marzo de 1984, María Quirina “fue puesta al tiro por su hermano Sergio, y capturada en la colonia Atlántida”.

Un par de años después, Eduarda viajó a Patzún a visitar a Frolaina, a quien no había visto desde que se mudó a la capital. Cuando la vio, comenzó a llorar. Solo al cruzar la puerta, su madre le dijo: “Al fin rescato a mi otra hija”. Frolaina no comprendió la frase y le preguntó por qué decía eso. Entonces, su madre le contó todo y ella comprendió que el día de su boda, cuando entregó los alimentos a Quirina, sería la última vez que vería a su hermana.

Años después, un amigo de la familia, el fotógrafo Roger Bunch, la puso en contacto con Álvaro Sosa Ramos, quien vio a su hermano Juan Pablo en uno de los centros de detención ilegal y tortura, donde él fue llevado. Sosa pudo escapar pero esa no fue la suerte de Juan Pablo y María Quirina. 

Las fotos de Bunch y un documental llamado The man we called Juan Carlos (El hombre que llamamos Juan Carlos), sobre su padre Wenceslao, son el único registro fotográfico y de video que existen de los hermanos. 

Ahora, con lo del juicio a los presuntos responsables de dichas desapariciones, Frolaina reflexiona si puede perdonar a los autores de esos hechos. “Sí puedo, pero tan siquiera que me dijeran, él que dijera, los dejé en tal lugar”. Pero ella sabe que eso nunca va a ocurrir. 

Un día fue, junto a Bunch, al destacamento militar en Chimaltenango a preguntar por el paradero de sus hermanos. Y ella sabe que están muertos, pero lo que desea es tener el consuelo de saber dónde están. 

“Aunque sea un ramo de flores para ellos, porque yo el tiempo que viví con ellos fui muy feliz”, dice. 

Por estos hechos, el juez Miguel Ángel Gálvez resolvió enviar a juicio a nueve militares retirados, entre ellos al general Víctor Augusto Vásquez Echeverría, por desaparición forzada. Debido a su resolución, Gálvez fue denunciado y la Corte Suprema de Justicia (CSJ) dio con lugar el antejuicio en su contra. Esto, para víctimas del Diario Militar, puede retrasar o entrampar el caso que tomó casi 38 años en llegar a Tribunales

Un juez en el exilio y militares en libertad

A más de cuatro años de las capturas de los militares y expolicías que estuvieron detrás de las desapariciones forzadas de 183 opositores políticos que aparecen en el Diario Militar, el caso pareciera estar estancado. 

Gálvez tuvo que salir al exilio luego de que el antejuicio en su contra fuera dado con lugar. Acusados como Toribio Acevedo y el coronel Jacobo Sánchez Salán gozan de libertad condicional a pesar de los intentos de los familiares de las víctimas para continuar con su búsqueda de justicia. El proceso está asignado al Juzgado “C” y las partes del proceso no han sido convocados a ninguna audiencia, según los abogados defensores. 

Como ha ocurrido en otros casos del conflicto armado interno, que se han caído en los Tribunales como el de Genocidio, las víctimas del Diario Militar mantienen su búsqueda de justicia. 

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