Vecinos del pueblo Mam de Quetzaltenango llegan con ofrendas para pedir por la lluvia para sus cosechas, 40 días después de la Semana Santa, un ritual que realizan todos los años en la laguna de Chicabal.
La laguna está ubicada en San Martín Sacatepéquez, más conocido como “San Martín Chile Verde”. Es un cuerpo de agua cuidado celosamente por las y los vecinos, ya que, según la leyenda, un día la laguna se “escondió” debido a que fue descuidada.
Por Santiago Botón y Sara Ramírez
Bajo un cielo despejado, poco antes del mediodía, una densa nube desciende repentinamente hasta rozar las aguas sagradas de la laguna de Chicabal, para luego elevarse majestuosamente hacia la montaña.
El fenómeno, recibido con aplausos, fuegos pirotécnicos y el avivamiento del fuego ceremonial por parte de cientos de personas asistentes, marcó la ceremonia de la rogativa por la lluvia que cada año realizan el pueblo Mam y otros pueblos originarios en este sitio sagrado de San Martín Sacatepéquez, Quetzaltenango.
La ceremonia, celebrada 40 días después del Domingo de Resurrección, cobró un significado más profundo cuando los guías espirituales interpretaron el inusual movimiento de la nube como un mensaje del universo y una respuesta a las ofrendas colectivas.

“Es un regalo de los ancestros, una señal de esperanza”, dijo Wilson García, ajq’ij de la iglesia del Calvario de San Juan Ostuncalco.
Un ritual que trasciende fronteras
Al encuentro se sumaron algunas familias mayas de Frontera Comalapa, Chiapas, México, reforzando los lazos de hermandad entre pueblos originarios.
“Las fronteras las pusieron los gobiernos, pero nosotros somos uno solo”, afirmó Ricardo González Gutiérrez, médico tradicional maya Mam, quien destacó la importancia de recuperar prácticas como la agricultura biointensiva para el cuidado de la Madre Tierra.

González no ocultó su emoción al presenciar el descenso de la nube: “Me siento feliz. Quizá hoy mismo llegue la lluvia”, dijo. Y así fue: horas después, Quetzaltenango y varios municipios aledaños registraron precipitaciones.
La ofrenda de Felipe Vásquez
Felipe Vásquez salió desde las 5:00 de la mañana del barrio el Calvario de la zona 2, de San Juan Ostuncalco, Quetzaltenango, hacia la laguna de Chicabal. Una noche antes, junto a sus esposa, hijos y nietos, dejaron todo preparado. Los ramos de flores, las velas de colores, el copal, el azúcar, el tabaco y el licor se dejan empacados. También llevan comida para compartir al finalizar la ceremonia.
Cuando los colores del cielo cambian de oscuro a claro, mientras los primeros rayos del sol se divisan en el horizonte, Vásquez acelera su vehículo y toma rumbo hacia la laguna de Chicabal, ubicada en San Martín Sacatepéquez, mejor conocido como “San Martín Chile Verde”, por un trayecto de 12 kilómetros.
Llegan al parqueo del ingreso de la laguna donde cientos de personas del área Mam de Quetzaltenango ya han emprendido su viaje rumbo al volcán Chicabal, para realizar sus ceremonias y pedir por la lluvia. En el ritual, piden que la lluvia “bendiga sus cosechas de papa”.

Con gorros, chumpas y ponchos empiezan a caminar desde el parqueo, a donde se puede llegar en vehículo.
Desde este punto, la familia Vásquez recorre aproximadamente cinco kilómetros cuesta arriba para llegar a realizar sus ceremonias. En el trayecto compartieron que la caminata es parte del sacrificio que se hace para agradecer por la lluvia y pedir por más.
Las comunidades del área Mam de Quetzaltenango son, en su mayoría, agricultores de papa. La escasa lluvia en el pasado ha afectado sus cultivos, es por eso que cada año realizan su caminata y sus ceremonias.

Después de su largo recorrido y de descender más de 600 gradas, la familia Vásquez llega al lugar. A lo lejos se puede escuchar el sonido del tun y la chirimía, y los murmullos de otros grupos que han llegado antes para realizar sus ceremonias. Lo primero que hacen al llegar es persignarse e hincarse para agradecer a la naturaleza.
Desempacan su ofrenda y la ponen en el agua. La laguna es consideran sagrada y es prohibido nadar y hacer mal uso de sus aguas cristalinas. Los lugareños son celosos con su cuidado ya que la historia alrededor es que la laguna se escondió hace años porque la población no lo cuidó.


“Viene la santa nube a traer el agua para regar las cosechas, es por esta agua que tenemos vida. A toda la gente da Dios su bendición. Hace muchos años que vengo a este lugar, a la laguna de Chicabal, a darle gracias por todas las bendiciones que nos lleva. Esta es una costumbre desde hace muchos años que realizamos con mi familia”, contó Vásquez.
“Una laguna escondida”
Los vecinos de este sector cuentan que hace muchos años, la laguna de Chicabal se ubicaba en un sector conocido como la laguna Seca, a dos kilómetros abajo de donde está ubicado ahora. Sin embargo, los vecinos “la descuidaron” y desapareció.
La laguna se secó y desapareció toda el agua. Tiempo después un grupo de personas la encontró donde actualmente se asienta. Los vecinos aseguran que fue por el “mal uso que se le dio al agua” y por eso desapareció, por ello ahora la cuidan con mucho ahínco.

Willy Vásquez viajó desde el municipio de Cajolá con su tío Cruz, para realizar su ceremonia maya y agradecer por las bendiciones de la vida, la salud, el trabajo, la buena cosecha y la vida, según detalló.

Dice que este tipo de ceremonias las realizaban sus abuelos y son herencias “ancestrales”.
Resistencia y lucha
El ajq’ij Wilson García dijo que la ceremonia no solo buscaba aliviar la sequía y las altas temperaturas (que superaban los 38 °C en varias regiones del país), sino también reafirma la identidad cultural y motiva una reflexión sobre la relación entre la humanidad, la naturaleza y lo sagrado. Para el ajq’ij, la laguna de Chicabal “es nuestra madre, la fuente de vida para nuestros cultivos”.
En tanto, Martín Vásquez, un joven artista maya Mam e integrante de la iniciativa Tja Mash, criticó la privatización del agua en Guatemala y el papel del Estado que “favorece a transnacionales en lugar de proteger los recursos hídricos”. Reiteró la propuesta del Consejo del Pueblo Maya (CPO): “Necesitamos un Estado plurinacional donde todos los pueblos tengan voz”.

La ceremonia en la laguna de Chicabal no fue solo para pedir por la lluvia, sino un acto de resistencia, tal como lo enfatizaron los ajq’ij y los defensores de derechos humanos quienes hicieron un llamado a honrar la sabiduría ancestral y una demanda por un futuro donde el agua sea un derecho, no un negocio.
