Revalorizar el papel de las y los defensores de derechos humanos

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Por Ramón Cadena.

Sin duda alguna, frente al contexto económico actual, necesitamos revalorizar a las y los defensores y defensoras de derechos humanos. El golpe ha sido tan duro, que no ha producido solo inestabilidad en el mercado internacional. También lo hemos sufrido los que producimos únicamente la defensa de derechos. Digo únicamente, porque es cierto que no somos productores de nada más, únicamente defensores de derechos. Algo que por el momento está muy desvalorizado. Cuando todo esto haya pasado y cuando el mercado internacional vuelva a girar alrededor de una relativa estabilidad, entonces, nuestro trabajo tal vez será revalorizado, volveremos a cobrar importancia y habrá que defender a quienes defendemos derechos.

Por de pronto, nuestro trabajo ha pasado a ser poco importante. ¿A quién le puede importar una persona que defiende la democracia? Hoy día, a la democracia no hay que defenderla, muy por el contrario, hay que atacarla. Las y los defensores de derechos humanos hemos pasado a ser una especie indeseable, a la que hay que desaparecer. No deberíamos existir, ya que hacemos lo contrario a lo que se debería hacer hoy día. Defendemos el desarrollo, el Estado de derecho, la democracia. El régimen que se pretende instaurar no los defiende, por el contrario, los ataca. La ONU, organismo que los promueve, tendrá que entrar en un proceso difícil de transformación. O sale fortalecido o muere. Lo mismo sucederá con las defensoras y los defensores de derechos humanos. Nuestro estatuto fue creado por la Asamblea General de la ONU. En ese sentido, o morimos, desaparecemos, nos extinguimos, o salimos fortalecidos igual que el organismo que ideó nuestro Estatuto.

La presente situación socava las tres premisas básicas de la Carta Democrática Interamericana. Es decir, (1) que la democracia es esencial para el desarrollo social, político y económico de cualquier país; (2) que debe existir una subordinación constitucional de las instituciones del Estado, a la autoridad civil legalmente constituida; y (3) que el respeto al Estado de derecho de todas las entidades y sectores de la sociedad, son igualmente fundamentales para la democracia. Así lo hemos dicho y explicado las y los defensores de derechos humanos. Esta situación, nos permite prever graves efectos para la democracia, si no se logran implementar a la mayor brevedad posible, diferentes medidas preventivas. Además, paulatinamente, se presentará un deterioro en el respeto a los derechos humanos que se intensificará en el futuro y posiblemente siga en aumento, si no se adoptan las medidas preventivas y correctivas necesarias.

En el momento actual, todo va a depender de cómo se administre la crisis. Cómo vamos a reaccionar las y los defensores de derechos humanos ante ella. O permitimos que nos aplaste un mercado poco humano, un mercado desigual, en crisis, o defendemos lo que tenemos y revalorizamos nuestro trabajo. O nos dejamos llevar por la tendencia actual que pretende instaurar el autoritarismo, o lo combatimos con inteligencia y denunciamos lo que nos va a suceder en el futuro. O logramos prevenir lo que vendrá y hacer lo necesario para evitarlo, o nos mantenemos callados y adecuamos nuestro trabajo al sistema que se pretende establecer, para que nuestras actividades vayan de la mano con esa nueva tendencia. Llegó la hora de demostrar qué tanto hacemos a favor del desarrollo, la democracia y los derechos humanos. Llegó la hora de comprobar que, con nuestra actividad, la democracia, el desarrollo y los derechos humanos pueden ser favorecidos.

Pensemos: ¿Qué serían los derechos humanos sin un régimen democrático? ¿Dónde quedará lo poco y mucho que hemos ganado en el campo de los derechos económicos, sociales y culturales, si el régimen político que se piensa instaurar no cree en ellos? ¿Es la democracia un derecho humano? ¿Qué pasaría si de un solo plumazo desapareciera el pensamiento creado por defensores y defensoras de derechos humanos? ¿El pensamiento de aquellos y aquellas que trabajan en zonas remotas y rurales? ¿O las y los que trabajan sobre los efectos sobre el cambio climático? ¿O las y los que trabajan para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)? ¿O quienes trabajan para defender la democracia? Todas estas actividades han sido reconocidas y alabadas en el pasado ni más ni menos que por la relatora sobre Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, señora Mary Lawlor.

¿Qué pasará si desapareciera el pensamiento de las y los miembros de los comités de las Naciones Unidas?, ¿de las y los relatores temáticos de la ONU?, ¿de las y los jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos o de las y los jueces de la Corte Penal Internacional? ¿Qué pasará si un día amanecemos sin estos cerebros produciendo ideas, definiciones e interpretaciones o desarrollando el derecho por medio de la teoría de los derechos humanos? ¿Vamos a permitir que la guerra inunde nuestras vidas y que el ideal de paz sea absorbido por el de violencia y guerra que se pretende instaurar? Si eso fuera así, dentro de diez o veinte años, vamos a estar añorando el pasado y en un proceso de franco arrepentimiento. Recordaremos con tristeza, que «cualquier sistema pasado fue mejor…».

El o la defensora de derechos humanos, defiende derechos hoy y siempre y éste, debería ser el primer punto para lograr la revalorización de nuestro trabajo.

(A) Debemos revalorizar nuestra carta de constitución. La Declaración, conocida mejor como la Declaración de las Defensoras y los Defensores de Derechos Humanos, pero cuyo nombre real es verdaderamente mucho más largo. Esta Declaración establece que los estados deben brindar una protección especial a defensores y defensoras de derechos humanos; desarrolla los derechos de las y los defensores de derechos humanos, reconoce el importante papel que estos juegan en la defensa y promoción de valores democráticos y sugiere, en sus considerandos, que debería haber una identidad que los una como grupo.

(B) Este será el segundo punto a tomar en cuenta. La función que cumplen es de carácter público y ese carácter público, es fundamental para comprender cómo se diferencian de otros grupos. Por otro lado, el Estatuto de Roma, define el delito de persecución como crimen de lesa humanidad en su artículo 7 numeral 1 literal h y artículo 7 numeral 2 literal g. Establece que un grupo o colectividad, con una identidad propia, es la víctima de la persecución como crimen de lesa humanidad. Uno de estos grupos, pueden ser las y los defensores de derechos humanos, como sucedió en Guatemala recientemente, cuando el llamado Pacto de Corruptos atacó y persiguió primero a jueces, fiscales, operadores de justicia, abogados, luego a periodistas, jóvenes universitarios, pueblos indígenas y magistrados del Tribunal Supremo Electoral. En otras palabras, persiguieron a defensoras y defensores de derechos humanos.

Me enteré, después de escribir este artículo, que la relatora para defensores y defensoras de la ONU, la señora Lawlor sostuvo ante el Consejo de Derechos Humanos que las y los jueces y fiscales, no podían ser considerados como defensores y defensoras de derechos humanos. Este es un criterio muy limitado, es un error garrafal. Déjeme explicarle, señora Lawlor, que siempre será la víctima quien afirme si se considera defensor o defensora de derechos humanos. No puede ser alguien externo como usted o como yo, quienes califiquemos a jueces y fiscales como defensores o no. Para ello, tenemos una identidad propia, identidad que hay que definir mejor con la participación de las víctimas, claro está. La OACNUDH- Guatemala debería haber pegado el grito en el cielo, aunque yo sé que puede alegar que su mandato no se puede estirar tanto y que no podía hacerlo.

(C) Las comunidades de los pueblos indígenas del mundo y, en general, las comunidades de nuestras sociedades, deben continuar con la defensa de sus derechos. Incluido, hoy más que nunca, el derecho a la libre autodeterminación de los pueblos. ¿O queremos que dicha autodeterminación también desaparezca? Debemos lanzar una campaña a favor de la defensa del derecho a la libre autodeterminación de los pueblos; debemos desarrollar este derecho y difundirlo bien, para que sea comprendido por las y los ciudadanos de todas las comunidades, por las y los miembros de pueblos indígenas, por todos y todas.

(D) Es una contradicción de origen, pretender que existan defensores o defensoras de derechos humanos y que se desarrollen en un régimen autoritario, para defender los enunciados básicos de este régimen o para promoverlos. Esto no es nuestro trabajo. Tenemos que revalorizar el papel de las y los defensores, pero que esta revalorización se lleve a cabo en el marco de una sociedad democrática. Hemos logrado avanzar de forma tal que nada ni nadie pueden justificar un retroceso.

Es cierto. La ONU tiene que reorganizarse. Pero sin renunciar a lo que ya ha avanzado en materia de derechos humanos. Haber logrado crear un Estatuto para ese grupo de personas consideradas defensores y defensoras de derechos humanos, representa un avance tal, que no acepta que en ese campo se den ahora retrocesos. Para ello, sigue siendo necesario y obligatorio contar con este grupo de personas, que se desarrollen con una identidad propia y siempre en el marco de un régimen democrático o, por lo menos, un régimen que se acerque lo más posible al régimen democrático ideal y que continúe su desarrollo progresivo y actividades pacíficas.

Si los mercados no quieren inestabilidad, los derechos tampoco la quieren. Lo que actualmente están tratando de hacer en el planeta Tierra, quienes están en contra del trabajo que las y los defensores de derechos humanos hacemos, es instaurar sociedades más violentas, que van en contra del enunciado general y básico que encontramos en la Declaración Universal: terminar con las guerras, por medio del respeto a los derechos humanos. Yo estoy seguro que la mayoría de personas en el mundo deseamos vivir en paz, a vivir en guerra.

Esa ha sido la lucha permanente de las Naciones Unidas desde su creación. Y esa lucha bien merece la pena continuarla. Luchar por ella. Ahora bien, ¿pensarán igual los aliados de ese poder real, que está promoviendo la inestabilidad de los mercados? Hay que inclinar la balanza a favor del trabajo de las y los defensores de derechos humanos y de las organizaciones no gubernamentales que los apoyan y las protegen. Este apoyo y protección le debería de corresponder a la Unión Europea y a otros países donantes. En lugar de retirar fondos para las y los defensores de derechos humanos, habría que darles más recursos para que defiendan la democracia y el respeto de los derechos humanos. Habría que invertir más recursos, para que las sociedades del mundo comprendan mejor el papel que juegan las y los defensores de derechos humanos en la defensa de la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos.

(E) Finalmente, habría que convocar a una conferencia universal o, si no hay fondos, por lo menos regional, invitando a todos los estados de la región de que se trate, para lograr un apoyo especial en recursos económicos y apoyo político, para desarrollar el trabajo de las y los defensores de derechos humanos. Creo que esa iniciativa, demostraría que los países que asistan, están comprometidos con la idea de continuar avanzando a favor de la democracia, el Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos. Sería necesario que la relatora de la ONU sobre Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, la señora Mary Lawlor, se comprometiera con esta acción.

La cual, de paso, podría resultar en una forma positiva de obtener más fondos para el trabajo que hacemos las y los defensores de derechos humanos. Claro que el secretario general de la ONU, tendría que apoyar también esta iniciativa y demostrar su liderazgo en este campo. No hacer nada, significaría dejar el barco a la deriva y dejar que defensores y defensoras de derechos humanos floten en el aire, con la posibilidad de que se desvanezcan y solo quede la nada. Que los derechos que la democracia protege, también queden flotando a la deriva sin ninguna protección y a punto de desaparecer.

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