Search
Close this search box.

La cop16 en Colombia (Un diálogo entre lo público y lo privado)

COMPARTE

Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 4 minutos

Kajkoj Máximo Bá Tiul

Del 21 de octubre al 1 de noviembre, se está realizando en Cali, Colombia, la Conferencia de las Partes (COP16), sobre biodiversidad biológica. Su objetivo busca “abordar la pérdida de la biodiversidad, restaurar los ecosistemas, repartir los beneficios de forma justa y equitativa y proteger los derechos de los pueblos indígenas”.

En el evento participan más de 20,000 personas y más de 190 países, entre jefes de gobierno, funcionarios, empresarios, oenegés, sobre todo conservacionistas y desarrollistas, líderes indígenas y de movimientos indígenas dedicados a la conservación ambiental; académicos y muchos más, que tienen su interés sobre la protección de la biodiversidad.

En el encuentro, el gobierno de Guatemala, a través del Ministerio de Ambiente, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas y el Instituto Nacional de Bosques, evaluaran lo que han avanzado en este tema, como compromiso de la COP 15, celebrada en el 2022, en Montreal Canadá.

En esa ocasión los países participantes se comprometieron a “declarar el 30% de sus suelos y mares como áreas de conservación natural para el 2030 y presentar su hoja de ruta para cumplirlo”. De 196 países participantes, 35 la presentaron.  En el caso de Guatemala, sigue con su plan del 2011 y otras discusiones en mesas técnicas, que este gobierno llamado “de la nueva primavera”, está implementado como la discusión de las áreas protegidas y la Ley de Agua, sin la participación de los afectados, como los pueblos indígenas.

En este encuentro, los sectores participantes se dividen en dos zonas: la zona azul, en donde participan gobiernos, empresarios, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, y el Banco Centroamericano de Integración Económica. En la zona verde, alguna oenegé que tuvo la posibilidad de registrarse, en donde participan todos aquellos que tienen propuestas diferentes a las que presenta la “alianza público-privada”.

En la zona azul, desfilan presidentes y representantes de gobierno, así como funcionarios de Naciones Unidas, esta última con muchas limitaciones para imponer sus criterios, toda vez que sigue controlado por los países llamados desarrollados “los dueños del mundo y del dinero”, como dijera el presidente Gustavo Petro de Colombia.

En la COP15, los países se comprometieron a invertir 200,000 millones de dólares anuales, hasta el 2030, para la conservación de la biodiversidad, incluidos 20,000 millones anuales, hasta 2025, para ayudar a los países pobres, todavía llamados, en vías de desarrollo.

En ese entonces los países participantes dijeron: «Si no abordamos las causas de la pérdida de biodiversidad, nuestro ecosistema entrará en un punto de inflexión, básicamente un punto de no retorno».  Además, todos estuvieron de acuerdo con la “urgente necesidad de restaurar la biodiversidad a través de soluciones basadas en la naturaleza e inversiones positivas para la naturaleza, uniendo las agendas del clima y la biodiversidad”.

Desde la inauguración de la COP16, quienes han participado en las zonas azul y verde han dicho que estamos en el “punto de no retorno”.  Poniendo como ejemplo, la Amazonía, que se ha perdido más del 25% de su extensión territorial, y no solo la Amazonia, en nuestros países vemos secarse ríos, morir animales, desaparecimiento de flora, etc.

En todo el mundo gran parte de la biodiversidad está desapareciendo y tiene una causa que no queremos discutir ni enfrentar.  Muchos expertos sobre el tema nos han alertado que estamos en ese punto “de no retorno”. En las COP anteriores se ha planteado que si no cambiamos nuestra forma de vida, estaremos rumbo a la debacle de la humanidad.  El papa Francisco, en su carta encíclica Laudato si, llama a cuidar “la casa común” y en su exhortación apostólica Querida Amazonia, llama a “transformar la realidad de la Amazonia y liberarla de los males que la aquejan”.

Ahora, cuando estamos a punto de colapsar, “nos presionan a nosotros los indígenas a conservar lo poco que nos ha dejado el sistema capitalista”. Si bien es cierto que los territorios más conservados son los que siguen en nuestras manos, no significa que nos pongan a cargar la destrucción del capitalismo. Tampoco es serio que nos vean como “tarzán” que vamos a cuidar los bienes, para que al rato llegue el depredador a comérselo, no es así, esta es una visión neocolonial.  Limitar la destrucción de la biodiversidad en todo el planeta, pasa por el cambio de sistema.  De nada sirve que los países ricos inviertan en los programas sobre biodiversidad, si siguen con su proyecto destructivo.

Guatemala, por ejemplo, es un país mega biodiverso, según información del CONAP; 14 zonas de vida, 9 biomas, 7 ecorregiones terrestres, 46 comunidades naturales, y 13,866 especies (1,988 de fauna, 10,317 de flora, y 1,561 acuáticas, sin contar invertebrados).

Otro aspecto importante es que el país forma parte de uno de los centros de mega biodiversidad de plantas cultivadas, en el cual tuvieron su origen especies como el maíz, frijol, bledos, calabazas y chiles.  Pero la deforestación bruta pasó de 100,000 hectáreas anuales, entre 2001 y 2006, a más de 132,000, entre 2006 y 2010. Estos datos revelan que la tasa de deforestación anual es una de las más altas de Latinoamérica (3.4%).  Y la deforestación va de la mano con los programas de reforestación, que solo ha beneficiado a los finqueros, narcos finqueros, empresarios de la madera, empresas extractivas y otros.

De nada servirá tanto discurso si no se escucha el clamor de la tierra, como lo dijera en su momento Nezahualcóyotl, en su poema: Un recuerdo que dejo, “¿Con qué he de irme? ¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra? ¿Cómo ha de actuar mí corazón? ¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar sobre la tierra? Dejemos al menos flores. Dejemos al menos cantos”.

Al final, no podremos detener el deterioro de nuestra casa si el sistema sigue siendo el capitalismo, porque este sistema ve todo, como una forma de obtener más ganancia.

COMPARTE