A dos años de su exilio, el exprocurador de los Derechos Humanos Jordán Rodas señala que ha estado en constante formación, con la esperanza de retornar a Guatemala y la convicción de seguir luchando contra la corrupción y la defensa de los derechos humanos.
Por Prensa Comunitaria
Jordán Rodas tomó la decisión de salir de Guatemala, un 19 de agosto de 2022, en un contexto de regresión autoritaria y de criminalización de actores anticorrupción. Aún sin condiciones para su retorno, se muestra satisfecho por el trabajo que realizó al frente de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH).
Prensa Comunitaria conversó con el exprocurador de la PDH, quien con una sonrisa y el buen sentido de humor que lo caracteriza, dijo que, a dos años de su salida de Guatemala, aún conserva la esperanza de volver a su país y a su “querido Quetzaltenango”.
Para Rodas han sido dos años difíciles, pero que ha estado acompañado de amistades, organizaciones nacionales e internacionales. “Es lo importante, sentirse respaldado en este escenario del exilio”, expresó.
El exprocurador de los derechos humanos, pasó de ser un garante y defensor de periodistas, activistas, jueces y fiscales que eran criminalizados, a ser perseguido y expulsado de su país. “Estaba consciente de que no me iban a perdonar el ‘gran pecado’ de ponerme del lado de la lucha frontal contra la corrupción”, dijo.
Considera que ha habido un retroceso en la defensa de los derechos humanos en el país y dijo que la población ahora ve “a la Procuraduría de los Derechos Humanos, de Alejandro Córdova como, parte del Pacto de Corruptos”.
¿Cómo ha sido su vida en estos dos años de exilio y qué desafíos ha enfrentado tanto a nivel personal como profesional?
He aprovechado estos dos años para seguir formándome académicamente. El exilio es una circunstancia en la que a ningún ser humano le gustaría estar. Es un desprendimiento de su entorno natural, la familia, los amigos, su ciudad natal, en mi caso mi querido Quetzaltenango, y hasta los sabores de la comida se extrañan, pero afortunadamente he tenido el acompañamiento de distintas instituciones, organizaciones internacionales, nacionales, y de distintos amigos que en los momentos del exilio han estado siempre presentes.
¿Qué lo motivó a tomar la difícil decisión de exiliarse y cómo ha impactado esto en su lucha por los derechos humanos?
Yo fui testigo de cómo la justicia estaba siendo un instrumento perverso, carente de objetividad para criminalizar a aquellos operadores de justicia, periodistas, defensores de derechos humanos, que eran incómodos al gobierno (Jimmy Morales y Alejandro Giammattei), casos muy concretos, como el de Juan Francisco Sandoval, Erika Aifán, Thelma Aldana, Gloria Porras, entre otros.
Yo estaba consciente de que no me iban a perdonar el gran pecado de ponerme de lado en la lucha contra la corrupción frontal. Desde que asumí, a la semana siguiente, en agosto del 2017, tuve que accionar contra el presidente Jimmy Morales, ante aquel anuncio irracional, arbitrario, de declarar no grato (persona non grata) al comisionado Iván Velázquez de la CICIG. A partir de eso, yo sabía que iba a venir una cadena de ataques en contra de mi persona.
¿Se arrepiente del trabajo realizado y los costos personales y profesionales que esto trajo para usted?
No me arrepiento. Lo hice con convicción, apegado a derecho y si lo tuviera que hacer de nuevo, lo haría nuevamente. Porque uno tiene que actuar, no por presiones, no por estar bien, no por dinero, sino por el bien común, que es lo que nos manda la Constitución de la República cuando uno es funcionario. Y ese tiene que ser el norte, buscar la justicia, sociedades más equitativas donde se respeten los derechos humanos, les guste o no le guste al statu quo que está compuesto por funcionarios políticos y empresarios de las élites depredadoras del país.
¿Cómo ve la situación de los derechos humanos en Guatemala?
Ha habido un retroceso porque la población no ve a la institución, llamada a defender los derechos humanos, o sea, la Procuraduría de Derechos Humanos, con credibilidad, más que todo la ve como una parte del Pacto de Corruptos y eso dice mucho.
Hay que reconocer que hay un gobierno con el que aún tenemos la esperanza de que encauce al país por el respeto a los derechos humanos, el respeto al Estado de derecho, a la democracia, que es el que encabeza Bernardo Arévalo. Pero como contraparte tenemos un sistema de justicia aún cooptado en un alto porcentaje por las mafias, un Congreso de la República que no termina de tener alianzas sólidas, y con una institución inexistente que defienda los derechos humanos, como es mi sucesor Alejandro Córdoba, que es prácticamente un cero a la izquierda, un monigote caro para el Estado.
¿Cuáles cree que son los principales retos para el fortalecimiento de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Guatemala?
El más cercano es la elección de cortes independientes, tanto de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) como de Salas de Apelaciones. Un paso posterior va a ser la elección de la Corte de Constitucionalidad (CC), que todavía responde a intereses oscuros, y también el cambio de fiscal general y jefa del Ministerio Público (MP), que tiene que venir a apuntalar el rescate de una justicia independiente.
¿Cómo ve el caso en su contra y que lo mantiene fuera del país?
Es un caso de evidente persecución política que se dio por mi legítima aspiración a ser rector de la única universidad pública del país: la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), y que puso al descubierto la corrupción en que naufraga esa casa de estudios, pero que había pasado desapercibida.
¿Qué planes tiene para el futuro y cómo esperaría continuar esa lucha por los derechos humanos desde el exilio?
Bueno, los derechos humanos son universales, son transversales, y precisamente estoy por asumir el reto como presidente de una fundación que se dedica a eso, la Fundación Coepio, que nace de la necesidad de articular esfuerzos por la defensa de los derechos humanos a nivel internacional.
¿Cuál sería el mensaje para la población guatemalteca que sigue defendiendo sus derechos en el país?
Se ha avanzado mucho en esa lucha, gracias a los pueblos indígenas, comunidades ancestrales, los movimientos de mujeres, de jóvenes, y de las diversidades, que no decaigan y que no nos confiemos. Cambió el Ejecutivo, pero no significa que ya todo sea miel sobre hojuelas, sino que la lucha es constante y tenemos que seguir procurando los cambios para tener sociedades democráticas, justas y donde la corrupción tienda a desaparecer.