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Créditos: Doña Flory cuela el elote molido. Foto de Wellinton Osorio
Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Esta tradición tiene más de 100 años de historia en la comunidad Xinka de Nancinta, situada en la costa del departamento de Santa Rosa. Cada 3 de agosto, la población se reúne en el centro de la aldea para celebrar a su patrono Santo Domingo de Guzmán, en agradecimiento por las cosechas.

Por Wellinton Osorio

El sábado 3 de agosto, en el caserío El Mango, del municipio de Chiquimulilla, Santa Rosa, Rosalina Palma se despertó alrededor de las 5 de la mañana, preparó su gabacha, su paleta, un pichel y su cazo de barro, para dirigirse al centro de la aldea Nancinta, donde junto a varias vecinas y vecinos, se reunió para iniciar las preparaciones de la tradicional Atoleada.

Esta tradición, según algunas personas de Nancinta, tiene más de 100 años de historia en la comunidad Xinka, situada en la costa del departamento de Santa Rosa. Cada 3 de agosto, la población se reúne en el centro de la aldea para preparar esta celebración en honor a su patrono Santo Domingo de Guzmán, en agradecimiento por las cosechas.

Atol de elote. Foto de Wellinton Osorio

Los preparativos comienzan en mayo, cuando los integrantes del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode) siembran una parcela de milpa en común. Esta cosecha se destina para obtener los elotes que se usarán para hacer el atol y los que se cocinarán y compartirán con todos los asistentes a la celebración. Además, varias personas contribuyen voluntariamente para dar gracias por sus propias cosechas.

Al igual que Rosalina, muchas vecinas madrugan con sus cazos, paletas, picheles y utensilios para los preparativos del atol. A las 6 de la mañana, el grupo de mujeres comienza con la desojada de los elotes y la raspada. Los hombres llevan los elotes al molino que está a unos 10 metros del lugar donde hacen los preparativos y luego regresan, para que las mujeres continúen con la preparación del atol. Este es un círculo colaborativo que se realiza hasta terminar con el último elote. Frente a la Iglesia católica se puede observar la fila de personas esperando su turno para moler el elote, ya que la aldea solo cuenta con un molino, por lo que la jornada empieza temprano.

Vecinas de Nancinta preparan el atol de elote. Foto de Wellinton Osorio

A medida que avanza la mañana, Rosalina coloca el cazo de barro al fuego. Ella menciona que usa un cazo de barro porque el sabor es más rico, aunque esto implique que el atol tarde más en cocinarse. Debido a esto, muchas vecinas han optado por sustituir el cazo de barro por uno de metal, que usa menos leña y reduce el tiempo de cocción. En esta Atoleada, solo se observan dos cazos de barro, el de doña Rosalina y el de doña Flory, quienes han heredado esta tradición de sus familias y comunidad.

Atol de elote en el cazo de barro de doña Rosalina Palma. Foto de Wellinton Osorio

Luego de poner el cazo al fuego, exprimen y cuelan el elote molido, agregan la leche y lo sazonan al gusto con azúcar, una pizca de sal y las rajas de canela. Después, deben esperar a que se cocine, entre una a tres horas, dependiendo si el cazo es de metal o barro, mientras lo mueven constantemente con la paleta. A medida que el sol avanza, más personas empiezan a llegar al lugar. Más de 100 personas del Cocode y de la comunidad de Nancinta participan en la logística del evento. Bajo diez toldos, se pueden observar unas 50 fogatas, donde mujeres de la comunidad tienen a fuego lento los cazos con el atol de elote.

Mientras los vecinos de toda la zona costa del departamento de Santa Rosa empiezan a llegar, la marimba Maderas del Sur ambienta el lugar con la tradicional melodía Moviendo el atol de elote. Alrededor de las 10 de la mañana, ya se empiezan a ver los primeros cazos con atol saliendo del fuego.

En tanto termina la misa, las personas ya esperan un vaso de atol, y mientras tanto calman el hambre con un elote cocido o un churrasquito, dan un paseo en el trencito de la feria o comienzan a hacer fila para recibir su vaso de atol. Se puede ver a varios vecinos haciendo fila con picheles, vasos, termos y pachones.

Vecinos y vecinas comparten elotes cocidos. Foto de Wellinton Osorio

Doña Rosalina estima que en cada Atoleada se sirven más de 1,000 vasos de atol de elote, cifra que varía dependiendo de la cosecha, aunque en algunos años han servido más de 2,000.

La misa en honor a Santo Domingo de Guzmán termina a las 11 de la mañana. El sacerdote, acompañado por ministros y la tradicional banda, pasa de cazo en cazo dando la bendición. Con esto inicia la tradicional Atoleada.

Los vecinos reciben su vaso de atol, y quienes se animan, reciben hasta dos o tres vasos más. La Atoleada es una fiesta para compartir en comunidad y agradecer la cosecha, celebrando y compartiendo con todas las personas está tradicional bebida que se extrae del elote tierno.

Cuando todas las personas han recibido su vaso de atol, la marimba Maderas del Sur y la zarabanda “Las Atrevidas” retoman la música y la fiesta. Con esto, la población continúa celebrando y agradeciendo por la cosecha en Nancinta.

Zarabanda Las Atrevidas durante la fiesta de la Atoleada en Nancinta. Foto de Wellinton Osorio

Es casi mediodía. La zarabanda sigue sonando y las personas bailan y algunos esperan que el último cazo de atol salga del fuego. Doña Rosalina comienza a dar instrucciones sobre cómo sacarlo del fuego, ya que el atol ha alcanzado su punto. Dos señores levantan el cazo por los dos lados y lo colocan en la orilla del fuego. Varias personas lo rodean y, en cuestión de minutos, se termina.

El último vaso de atol de elote se sirve, y ahora, solo queda esperar hasta el próximo año para vivir nuevamente la tradicional Atoleada del pueblo Xinka de Nancinta.

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.

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