La amenaza de la crisis climática para los agricultores de San Juan Comalapa los ha llevado a buscar alternativas en la utilización de insumos orgánicos para la conservación de los suelos.
Dos abuelos de este municipio de Chimaltenango describen la precariedad que los suelos sufren en los últimos tiempos y les recuerdan algunas prácticas.
Por Joel Solano
Felino Cuxil Roquel, de 87 años, cierra los ojos y comienza a narrar que los suelos se conservaban húmedos debido a un trabajo que se realizaba entre noviembre y diciembre. Esta práctica se utilizaba para garantizar la siembra de frijol, maíz o arveja en febrero y marzo.
Una de las preparaciones para los suelos era enterrar la caña seca que dejaban los sembradillos de las milpas y esto mantenía suave la tierra para la siguiente siembra. La práctica permitía que gusanos, como la gallina ciega, no afectara los cultivos de maíz, ya que esta plaga se comía la caña enterrada y a su vez se convertían en abono para la tierra. “Ahora muchos prefieren quemar la caña sabiendo que eso contribuye al daño del medioambiente”, enfatiza.
Otra práctica consistía en cavar agujeros en los patios de las casas para depositar las cáscaras de verduras, frutas, hierbas y el estiércol de animales. Se mezclaban con el agua del nixtamal y la cal que este contenía se revolvía ayudando a realizar la composta, que después se usaba para las plantaciones de milpa, frijol, arveja, habas, papas, hierbas y güicoy.
El abuelo Felino recuerda que el abono orgánico le ayudaba a cosechar hasta dos quintales de frijol y unas 10 redes de maíz por cuerda. La tierra era más fértil y no se le había introducido aún lo químico. A sus 87 años aún se dedica a preparar la tierra. Lamenta que las personas que tienen animales no procesen el abono que dejan, ya que la mayoría tira el estiércol a los barrancos. “Yo tenía 15 gallinas y el estiércol que dejaban lo mezclaba con aserrín. Hoy sigo utilizando ese mismo abono”, relata.
Clemente Chuta Corona, otro de los abuelos del lugar, comparte historias similares. También secunda el método de la caña de milpa enterrada. Recuerda que después de la tapisca de diciembre y enero se dejaba en medio de los surcos y con los días se empezaba a degradar en el suelo y volvía más fértil a la tierra.
Los secretos de las fases de la luna
El abuelo Chuta Corona indica que era importante que la siembra de maíz se realizara cuando la luna estuviera llena. Un secreto para los abuelos, que hoy es un legado que ya no se utiliza, es que se siembra en cualquier fecha y eso hace a que los cultivos crezcan débiles, si se guiaban por las fases de la luna los cultivos solían ser más fuertes, teniendo un crecimiento más sano, explica.
“La mayoría hace lo contrario piensa que la tapisca no se realiza en luna llena, pero no es así, lo ideal es realizar la siembra en ese momento para que cuando la milpa está seca, cuando su tiempo de desarrollo ya finalizó”, indica.
Los conocimientos se han perdido en las nuevas generaciones. Los jóvenes ya no conocen toda esta metodología de siembra, refieren los comunitarios, lo que les preocupa para las futuras cosechas.
La pérdida de los conocimientos ancestrales es porque ya no se les inculca estos valores en casa a la juventud y niñez. El cuidado del suelo y la utilización de los productos orgánicos. “Prefieren estar pegado a la tecnología. No es que no aporte, pero se enfocan en conocer otras cosas que no van con nuestras enseñanzas ancestrales”, dice el abuelo Clemente.
El problema es que los suelos se malacostumbraron en la utilización de los agroquímicos y estas malas prácticas son los que vemos en los cultivos, agrega. Antes lo que se consumía solo era la fuerza de los suelos como las hierbas, frijol, verduras y maíz. La utilización de los químicos ha ocasionado un desorden en la alimentación y las personas ya no son tan longevas como antes, refiere el abuelo.
¿Qué pasara el día cuando ya no vengan estos fertilizantes o químicos?, pregunta; “Nos damos cuenta de que los países proveedores de estas materias primas siempre están en guerra. Nos vamos a morir de hambre, estamos en peligro”, se responde.
Pérdida en los suelos
La introducción del abono químico para la producción de alimentos ha provocado la pérdida de minerales como el fósforo y potasio. La utilización de fungicidas y herbicidas también provocan que los suelos no guarden humedad, explican los agricultores de San Juan Comalapa. “La introducción de abonos químicos durante la década de 1960 se convirtió en un mal necesario ya que muchos de los suelos que recibían abonos orgánicos se fueron deteriorando”, agregan.
Las prácticas de conservación de los suelos es lo que los agricultores ya no realizan, indica el ingeniero agrónomo Javier Bal Salazar. El mal manejo de los agroquímicos y la tala también provocaron erosión y pérdida de nutrientes en las zonas de cultivo dañando el buen desarrollo de las plantaciones.
Una de las soluciones que se proponen para la conservación de los suelos es el manejo integrado en la utilización de los químicos y los abonos orgánicos como los desechos que salen de casa y los mercados. “Es lo que todos deberíamos de hacer con la finalidad de ayudar a los suelos y que los nutrientes se mantengan y que con el tiempo se mejore, con ello minimizar el uso de los agroquímicos”, explica Bal.
Según Bal Salazar, existen métodos que permiten que los suelos regresen como en otros tiempos, aunque puede llevar de 8 a 10 años. Utilizando menos agroquímicos se puede mejorar la estructura de los suelos.
Con estas nuevas técnicas se ha trabajado en cuatro municipios de Chimaltenango: El Tejar, San Andrés Itzapa, San Juan Comalapa y San José Poaquil. El departamento de Guatemala y San Juan Sacatepéquez. En Sacatepéquez, principalmente en el municipio de Santo Domingo Xenacoj.
Una de las técnicas trabajadas se denomina EM1 la cual consiste en microorganismos activados o benéficos. Muchos son conocidos como microorganismos de montaña que provienen de los mismos suelos con materiales orgánicos y se realizan para ayudar a la restauración de estos.
Activando los suelos
El EM1 se crea con la finalidad de activar microorganismos, se aplica panela o melaza y se coloca sobre materia verde, cerca de la hojarasca que da carbono y el estiércol de animal, aplicándolo de 7 a 8 semanas, todos los componentes son orgánicos, explica Javier Bal.
El ingeniero agrónomo advierte que lo orgánico crudo, que muchos utilizan, aún no es abono. Se debe producir ya que al usarlo así tienen mucho olor. La gallinaza, es un ejemplo de esto, pero se corre el riesgo de quemar los cultivos por eso se recomienda procesarlo para poder aplicarlo.
El abono que se produce con estos métodos se ha comprobado que durante el proceso de la creación del abono orgánico la temperatura que se genera en el proceso aumenta 50 grados centígrados durante las tres primeras semanas. La producción del compost se usa también para crear foliares de manera orgánica, aplicándole ingredientes como bonazol y bonanitro que sirven para el nitrógeno, el fósforo y los que contiene abono químico.
Un llamado a la acción
Los abuelos de San Juan Comalapa quieren que se retome el aprendizaje de antaño de cómo conservar los suelos, preparar el abono y conocer las fechas para la siembra. Coincidir cuando caía la primera lluvia que era el 3 de mayo, recuerda Chuta Corona.
Antes, a los niños se les instruía desde el hogar estos conocimientos de cómo ayudar a los suelos, y como cuidar la madre naturaleza, “pero veo que esas prácticas las hemos perdido, y eso es una amenaza que contribuye a este cambio que se ha empezado a vivir, con la falta de lluvias en las fechas ya establecidas en otros años, con el incremento de calor”, indicó.
El abuelo Felino Cuxil espera un futuro, donde se retomen las prácticas de conservación de los suelos como se hacía en otros tiempos, “si trabajamos juntos, podemos volver a esos conocimientos”, afirma con esperanza. La visión es que, con un esfuerzo colectivo, las futuras generaciones retomen estas prácticas, “no será fácil y sencillo, pero debemos comprometernos en salvaguardar la vida de lo que vienen”, insistió. La utilización de los orgánicos es importante y la conservación de los suelos, permiten sembrar en fechas establecidas como febrero y marzo.
Un presente para la vida de los suelos
El abuelo Clemente Chuta sueña con un futuro donde las prácticas ancestrales se retomen. “La vida del ser humano cada vez está en riesgo, pero si regresamos a nuestras prácticas podemos ver un cambio, no será de la noche a la mañana llevará tiempo, pero si nos lo proponemos lo lograremos junto. La restauración de los suelos estará en cada uno de nosotros”, resalta.
La sequía que ha azotado a San Juan Comalapa es un recordatorio de que se deben utilizar las prácticas que conserven la tierra al utilizar más abono orgánico. “Solo con un compromiso a largo plazo y el manejo adecuado de los recursos podrá asegurar un futuro próspero que se les avecina a miles de agricultores que dependen de los suelos”, concluyen los ancianos de la comunidad.
Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.