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“Los pueblos indígenas no podemos seguir cargando sobre nuestros hombros el desarrollo capitalista”

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Créditos: Viento Sur
Tiempo de lectura: 10 minutos

 

Ecuador enfrenta unas nuevas elecciones este 20 de agosto para elegir nuevo gobierno en un clima de inestabilidad y crispación. Ese mismo día también se ha convocado una importante consulta popular sobre la explotación petrolera del Yasuní, una de las mayores reservas de la biosfera. En medio de este escenario, se mantiene la centralidad de la CONAIE como principal movimiento social del Ecuador, que cuenta con un renovado prestigio desde el estallido social de octubre de 2019.

Por Maureen Zelaya*

Una comitiva de la CONAIE, encabezada por Leónidas Iza, realizó una gira por Europa el pasado julio para hablarnos de la lucha de los pueblos indígenas y otras luchas campesinas, ecologistas, feministas, de colectivos de diversidad sexual, con quienes mantienen un nivel de coordinación desde el movimiento indígena. La campaña del Sí por el Yasuní y también la presentación del libro Estallido. La rebelión de octubre en Ecuador, escrito por Iza, junto a Andrés Tapia y Andrés Madrid, es parte de esta gira de la cual se hará réplica en América Latina. Entrevistamos a Leónidas Iza sobre su libro y la coyuntura actual ecuatoriana.

Maureen Zelaya: Entre otras cosas, estás de gira para la presentación de Estallido. La rebelión de octubre en Ecuador, un libro que profundiza en la experiencia de octubre de 2019, ¿qué nos plantea Estallido?

Leónidas Iza: Hemos definido política e ideológicamente hacer una sistematización teórica-académica para el debate sobre lo que ocurrió en octubre de 2019. Normalmente, lo que se cuenta sobre las luchas sociales se hace desde una neutralidad académica y por eso creemos que es importante contarlo desde los sujetos que construimos las luchas. Eso hace Estallido. Hemos dicho “vamos a escribir desde adentro”, desde los sujetos políticos, desde los sujetos luchadores, desde los sujetos que sostenemos la lucha. Y, a partir de lo que contamos, poner en cuestionamiento la situación económica, social, política del Ecuador y eso nos permite llevar toda la situación a un debate más amplio a nivel internacional.

Pero con ese espíritu académico y teórico no solo queremos analizar, sino cambiar esa realidad. Aspiramos a que sea un aporte para las otras luchas a nivel continental. Uno tiene que ser respetuoso con la generación de pensamiento a nivel global pero yo defiendo que el pensamiento indígena no debe quedarse solo para los pueblos indígenas, sino que debe buscar las corrientes con las que puede unificarse a nivel global, identificar la correlación de fuerzas, siempre manteniendo la autonomía política, la autonomía de pensamiento, organizativa, e incluso tener la posibilidad de anclar con una corriente a nivel global.

Hay compañeros que dicen “somos indígenas, no somos ni de izquierda ni de derecha”, y cuando llegan momentos políticos decisorios, se van con cualquiera y eso no me parece correcto. Hay que tener una mirada desde nuestro posicionamiento y saber con quién anclamos a nivel global. Yo creo en el campo de la izquierda y ese campo de la izquierda, claro que es diverso, hay un sinnúmero de corrientes, pero hay que hacer un esfuerzo para aglutinar en el campo popular a nivel global, junto con académicos críticos, con sindicatos, obreros, trabajadores, ambientalistas, ecologistas y movimiento indígena que recrea su propio pensamiento. El libro Estallido recoge la lucha desde la práctica, pero también haciendo un aporte de proyección hacia adelante.

Z.: El próximo 20 de agosto están convocadas elecciones generales en Ecuador, ¿cuál es el contexto político y social preelectoral? ¿qué sentires hay en la calle, en el movimiento social?

I.: El 20 de agosto va a marcar un cambio de un momento político, no de coyuntura, sino de momento político. No sabemos cuál va a ser la decisión del pueblo ecuatoriano, pero finalmente va a permitir tener claro las condiciones políticas. La fuerza en las calles, la fuerza de las organizaciones determinó este momento político. Si no se habría dado la lucha del 2019, del 2022, muy difícilmente se habría dado la muerte cruzada del [presidente] Lasso. Se ha llegado aquí no por voluntad propia sino por la presión en las calles de los movimientos populares en el Ecuador.

En este momento político se ha cesado a la Asamblea Nacional, pero también se ha cesado al presidente de la República y el Gobierno en este tiempo que queda está gobernando vía decreto. Todo lo que en este momento el Gobierno está definiendo, la Asamblea siguiente tiene que ejecutar esas decisiones, tiene que tirar a la basura todas decisiones que son antidemocráticas, las de una dictadura utilizando la Constitución.  Entonces este cambio político a partir de las elecciones va a depender del gobierno que venga y su legitimidad vendrá dada en la medida que acepte nuestras demandas o que se posicione en contra. Ahí el movimiento indígena y los sectores populares en general igual vamos a estar muy atentos sobre el programa de gobierno. Hay temas que son líneas rojas donde no estamos dispuestos a ceder. Para los pueblos indígenas, para los sectores populares el momento estará definido por la capacidad de unidad a nivel de todo Ecuador.

Z.: ¿Cuáles son esas líneas rojas? ¿Qué se espera del gobierno que surja este 20 agosto y ese cambio de momento político?

I.: Sobre los resultados de las elecciones, preferimos no especular. Vamos a esperar el escenario que se dé y las condiciones que se den con los resultados. Pero para nosotros hay tres cosas claras:

Primero, posicionar nuestro programa. El proyecto político que tenemos como movimiento indígena y sectores populares es de conocimiento público, y lo vamos a sostener y a defender frente a cualquier gobierno que venga.

Segundo, vamos a defender las líneas rojas que no estamos dispuestos a aceptar, no importa si el gobierno resultante sea de izquierda o de derecha. Hemos tenido una respuesta de nuestras bases, en nuestra gente sobre cuáles son esas líneas rojas. En los últimos 50 años la economía ha dependido del petróleo y ahora se pretende suplantar esa dependencia por la minería a gran escala. Eso nosotros no estamos dispuestos a aceptarlo y tenemos la capacidad organizativa instalada en el territorio: no se puede avanzar en la minería a gran escala. Hay minería artesanal que es necesario regular y garantizar mejores condiciones, pero la minería a gran escala, no. Y lo tienen que saber los gobiernos que vengan.

Hemos escuchado a políticos que dicen que no podemos seguir siendo pobres sentados en un saco de oro, pero el problema es que ese saco de oro para nosotros es el equilibrio de las condiciones ecológicas. Porque, en el caso de la minería, ¿cuál sería el saco de oro? ¡La montaña! Y es de la montaña que viene el agua que bebemos y que nos brinda las condiciones ecológicas para poder seguir sosteniendo el sistema de agricultura. El 70% que consumimos los ecuatorianos depende de estas condiciones ecológicas ambientales.

Otra línea roja, hemos dicho, es que no se puede avanzar en la flexibilización laboral. Ahí estamos unidos con los trabajadores, con sindicatos. Una tercera línea roja que no se puede cruzar es avanzar en los procesos de las privatizaciones. Más bien lo que hay que hacer es potenciar, repotenciar la capacidad productiva de los sectores estratégicos que son públicos.

Se ha hecho una valoración de 14 empresas estratégicas públicas que indica una producción de 13 mil millones de dólares: petróleo, en cierta medida la minería, telecomunicaciones, seguro social; el Banco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social -BIESS- y así podemos determinar que ceder derechos privados para la explotación de lo público es una línea roja en la que no podemos ceder.

Y otra línea roja es que se tiene que avanzar en una agenda programática y pragmática sobre los puntos que quedaron pendientes en la lucha de 2022 de manera inmediata y son los aspectos que tienen que ver con los diez puntos que llevaron a la lucha del movimiento indígena. Entonces, por un lado, tenemos un proyecto político amplio, grande. Por otro lado, estos puntos que son líneas rojas y, además, la implementación de las demandas que fueron levantadas en 2019 y 2022 en el Paro Nacional, de manera concreta.

Z.: Sobre el Paro Nacional de junio 2022, ¿qué balance se hace de los resultados? ¿Cómo fue esta negociación de los diez puntos con el Gobierno?

I.: Como fue conocido para todo el Ecuador y a nivel internacional, la negociación se dio a partir de unos puntos públicos. Se intentó generar presión política hacia nosotros diciendo que lo único que queríamos era la salida de Lasso, que esa era la única intención.

Cuando nosotros sostuvimos 18 días de lucha, demostrando “no hemos venido a sacar a Lasso”, pero si es que cae por su propio peso, será porque no escucha, porque no entiende y no tiene voluntad política de cumplir nuestras demandas. Pero el objetivo eran los diez puntos, resolver el problema de los subsidios. En el Ecuador los subsidios son una política general, donde decimos que hay que llegar a una focalización en los combustibles. Nosotros identificamos que los sectores económicos liberalizados del Ecuador son los que más aprovechan los subsidios generales. Entonces propusimos al Gobierno Nacional ocho subpuntos para que los sectores que aman el libre mercado no sean los más beneficiados: si realmente creen en el libre mercado, pues que produzcan de acuerdo con sus reglas y no favorecerse de los subsidios. Demostramos que unos 1.200 millones de dólares están focalizados en sectores que deberían producir sin subsidios, tales como los atuneros, la pesca industrial, el sector camaronero entre otros.

También pedimos el alivio económico para la gente, que se controle el precio de los productos de primera necesidad, que no se permita la especulación con estos productos y que se garantice políticas de fomento productivo para los campesinos.

También pusimos sobre la mesa el defender la vida, que es un NO al extractivismo minero principalmente. Exigimos la implementación de los 21 derechos colectivos de los pueblos indígenas en todos los programas estatales y en coordinación con los diferentes poderes del Estado. Lucha por la salud, la educación y también por la inseguridad. Esos fueron los temas que, de acuerdo con el reporte del mismo gobierno nacional, llegamos a 218 acuerdos en puntos: se trataba de acuerdos procedimentales, acuerdos generales que permitían avanzar a la posibilidad de construir un Estado plurinacional, de las cuales el Gobierno cumplió en aspectos procedimentales en un 10%. El resto quedó allí. Por eso para nosotros en este momento es de vital importancia poder posesionar en la nueva coyuntura estas demandas con el gobierno que venga pues no han sido resueltos después de la lucha 2019 y 2022, del paro nacional.

Z.: ¿Qué defiende la campaña del Sí al Yasuní en rechazo a su explotación? ¿qué implicaría para las poblaciones que habitan esos territorios que esta consulta se perdiese?

I.: La gente suele pensar que estamos sosteniendo una oposición en la consulta al Yasuní, de manera general, por oponernos. Pero no, tenemos razones y argumentos para defender el Yasuní y decir que defender el Yasuní es defender la vida. Primero, la UNESCO declaró que es una de las zonas más biodiversas del mundo. Esto debido a que en el período de la glaciación de la Tierra todo lo que ahora es la cuenca amazónica fue un área que no se congeló y de ahí la diversidad inmensa que tiene este ya ahora declarado Parque Nacional, y que antes era un territorio sagrado de los pueblos indígenas.

Para hacernos una idea de la capacidad de contención de las especies a nivel global que está guardado ese territorio en términos cualitativos y cuantitativos, en una sola hectárea del Yasuní podría sumarse toda la diversidad de anfibios, reptiles, vertebrados, invertebrados, plantas, animales mayores, menores, etc., que recoge toda Norteamérica. Pero ¿qué pasaría si la humanidad genera presión petrolera? Causaría un desequilibrio ecológico.

Por eso proponemos que en lugar de extraer petróleo se pueda desarrollar un turismo científico, pues estudiar la selva podría dar respuestas a muchos males que tiene la humanidad, respuestas que se pueden encontrar en la cuenca amazónica. También impulsar un turismo ecológico, que permita recuperar la economía al mismo tiempo que respete el equilibrio de la Madre Tierra.

Un segundo argumento es que en la Reserva El Yasuní, en el Parque Nacional, viven dos pueblos en aislamiento voluntario: el Tagaeri y Taromenane. Ya se dieron matanzas en 2003, 2006 y 2013 porque las petroleras han ido tomando fuerza y control en los territorios y con la presión que ha generado la explotación, ha reducido el territorio de los pueblos en aislamiento voluntario. Al verse roto el aislamiento y el equilibrio todo ha acabado en matanzas. Para esos pueblos es una manera forzada de relacionarse con el mundo y si se sigue generando presión solo se van a producir más matanzas. Por lo tanto, se exige que paren este genocidio de las poblaciones que están allí.

Y un tercer argumento es que mientras en otras regiones se ha dado un desarrollo por el extractivismo, ¿qué han dejado las petroleras en 50 años a los pueblos indígenas? Solo territorios contaminados, agua contaminada, compañeros y compañeras con diabetes, con cáncer, un suelo que no produce porque está contaminado. No puede ser que los pueblos indígenas sigamos cargando sobre nuestros hombros el desarrollo que necesita el Ecuador.

Cincuenta años de extractivismo petrolero no han dejado una economía sustentable para los pueblos indígenas, no se puede decir que, una vez que se sacó el petróleo, tenemos una economía sustentable y un futuro para las nuevas generaciones de todas las nacionalidades indígenas, para seguir viviendo. Esto no ha pasado. Lo que ha pasado es que se han destruido los territorios. Por lo tanto, estos tres argumentos para nosotros son tremendamente fuertes, por lo que decimos sí a la vida y sí al Yasuní.

Z.: La destrucción del capitalismo extractivista es común a muchos países de América Latina y otras partes del mundo, donde son los pueblos originarios e indígenas los que cargan con el peso de sostener la civilización moderna, y -el mal llamado- desarrollo. ¿Hay alianzas en esta lucha a nivel continental?

I.: Sí, porque esa es una realidad compartida. Están acabando con los territorios de vida de los pueblos indígenas, eso pasa en Ecuador, en Colombia, Perú, Bolivia, Brasil, en toda la cuenca amazónica y en otros lados.

¿Por qué los territorios de los pueblos indígenas tienen que sostener el desarrollo? ¿Por qué tenemos que asistir a la explotación de la madre Tierra para sostener la matriz productiva capitalista a nivel global? No creemos que deba ser así. Hay que pensar en otra economía. Otro tema relacionado y cuya lucha compartimos es contra el racismo imperante y una visión colonial de la sociedad. ¿Nos pueden imponer a los pueblos indígenas todo esto que está tan asentado en la sociedad? ¡No! Y no podemos seguir aceptando eso como normal.

Un tercer tema es que se está avanzando en este cambio de la matriz energética, del petróleo a las energías limpias. En ese proceso, además del control territorial también hay control de nuestros ríos: las gargantas principales de los ríos están siendo concesionadas para generar hidroeléctricas y todo eso sin respetar al derecho a la consulta previa, libre e informada. Esa es otra lucha compartida.

Creemos que es importante hacer entender a la sociedad y a la humanidad que hay territorios que están regulando el equilibrio de la naturaleza y que los ríos, la selva, los páramos son centrales en ese equilibrio. También, en nuestros territorios están invadiendo con el monocultivo, el agronegocio, concentración de las tierras, concentración del agua. También aquí en Europa, en Francia, hemos visto estas luchas contra la concentración de la tierra, la privatización. Todo esto nos permite llamar en primera instancia a una unidad continental a nivel de Latinoamérica, pero también con ese empuje creo que podemos llevar la lucha a nivel global.

Z.: Para cerrar, volvamos al libro. Todo lo que has puesto en perspectiva sobre la lucha de los pueblos indígenas y las necesidades de cambio, ¿qué receptividad has encontrado en la academia sobre los planteamientos que expones?

I.: Hemos encontrado mucha reticencia realmente. O sea, hay una forma dominante de producción de pensamiento conservador y eso hace que también haya un rechazo de una parte de la población que sigue cuestionando, que no encuentra respuestas. Muchas personas de izquierda han optado por no participar de esos espacios, aunque estén luchando. Yo creo que hay que dar opciones y eso no rompe la capacidad organizativa sino buscar la capacidad de aglutinar desde distintas formas de lucha. Si no lo hacemos nosotros, vemos que ya lo está haciendo la derecha y la extrema derecha. Miremos lo que pasó con los gobiernos progresistas de América Latina o lo que está pasando en Europa, están cogiendo las dudas de la juventud, cogiendo argumentos donde la ciudadanía está pidiendo respuestas.

Aunque en Ecuador estemos luchando, aunque podamos tener condiciones de cambio, en un país que está anclado al modelo económico capitalista global va a ser muy difícil ganar. Ya tenemos experiencia de lo que pasó con Chile, Perú, Cuba, Venezuela.

Si nosotros desde el campo popular no estamos dando respuestas, entonces será la derecha quien propicie tesis que terminen llegando a los sectores populares.

Yo creo que la academia a nivel global no puede producir ciencia y teoría solo para analizar. Eso es lo que ha pasado con todas las fuentes de construcción política ideológica. Más bien acaba ocurriendo que las posibilidades de cambio desde una línea política diferente a la de la derecha terminen atentando contra la propia posibilidad de cambio. Y acabamos nosotros, quienes defendemos un cambio, como responsables. En ese sentido, yo creo que si queremos dar un salto cualitativo en el cambio que necesita ahora mismo la humanidad, hay que unir luchas a nivel global. Así que estamos para esto poniendo un granito de arena.

*Maureen Zelaya es militante de Anticapitalistas

Publicado originalmente en Viento Sur

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