Autor: Francisco Domingo Francisco.
Desde el cielo infinito
Quiero que oigas en silencio
Estos sencillos versos
Que agobian tu cansancio.
Oh, padre querido,
Hoy mi pecho doliente
Por haberte ofendido
Cuando me enseñabas a ser valiente.
Pero desde este horizonte
Vengo a declamarte,
Con mi corazón sangrando
Por no haberte escuchado.
Me enseñaste a cultivar la tierra
Me enseñaste a sembrar el cafetal
Y me enseñaste como leñar
Y como cuidar la naturaleza.
Pero un día papá,
Me dijiste que montara el caballo
Pero no me indicaste
Que el caballo saltaba en charcos.
Me caí papá
Me llene de lodo
Con mis botas de hule
Y mi sombrero.
Hoy recuerdo
Que hasta mi querida madre
Me defendía
Ante ti papá.
Fue una enseñanza silenciosa,
Fue algo que no podía entender
Mucho menos comprender
El por qué me hacías todo esto.
Tenías la buena intención;
Aprendí a ser fuerte,
Era lo que querías:
Convertirme en un hombre valiente.
También cuando me caí
Debajo del costal de mazorca
Era algo que me ahorca
Con el mecapal en la frente
Bañado de sudor.
Gracias, padre querido
Por tus grandes enseñanzas.
Son huellas que han quedado
para tener más esperanzas.
Recuerdo también
Cuando me resbalé
Y caí boca abajo
Debajo del tercio de leña.
Me viste y te marchaste.
Padre, hoy te digo
Me resbale por mis botas de hule
Que estaban mojadas
Por la lluvia
Y también, ya estaban rotas.
Hoy día papá
Se me forma un nudo en la garganta
Algo que no se aguanta
Es algo inexplicable.
Eres el mejor maestro de mi vida
Un maestro sin papel y sin lápiz;
Un súper papá
El héroe de mi existencia.
Gracias por la paciencia
Y perdoname
Si en algún momento te levante la voz.
Quizás te falte el respeto,
Era un niño,
No sabía lo que hacía.