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México: esto sucede cuando se tumba selva en el territorio maya

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Créditos: Valle-de-Paal-Poll-Foto-Cuauhtémoc-Moreno-8-1536×1024
Tiempo de lectura: 11 minutos

Robin A. Canul Suarez

Hace ya poco más de diez años, Leidy Pech y sus compañeras mayas ya lo alertaban. En el municipio de Hopelchén, en Campeche, al sur de México, la deforestación avanzaba sin control, grandes extensiones de la Selva Maya se transformaban en inmensos campos de cultivo. La agroindustria, decían, estaba cambiando el rostro de sus comunidades y del monte. Eso que ellas denunciaron hace una década, aún continúa.

Leidy Pech, sus compañeras mayas y alrededor de 16 000 familias de toda la Península de Yucatán, se dedican a la apicultura; actividad que depende de que la selva esté en pie y en buen estado de conservación.

La mayoría de los productores de miel tienen colmenas de la abeja más conocida, la Apis mellifera, pero Leidy Pech y sus compañeras se empeñaron en rescatar las prácticas ancestrales de producción de miel y en conservar a una abeja nativa, que no tiene aguijón y que realiza sus colmenas al interior de troncos huecos. A esa abeja la ciencia la llama Melipona beecheiipara los mayas es la Xunáan Kab, “la dama de la miel”.

Leidy Pech produce miel con abejas nativas que forman sus colmenas en troncos huecos. Foto: Robin A. Canul Suarez.

Hace poco más de diez años, Leidy Pech y las mujeres mayas de las comunidades del municipio de Hopelchén comenzaron a ver cómo se iban quedando sin pedazos de selva, cómo sus abejas morían por los plaguicidas, cómo al “tirar el monte” se perdían flores endémicas que son el alimento de las cerca de 200 abejas nativas que los científicos han identificado tan solo en la Península de Yucatán y cómo al abrir grandes campos de cultivo también se modificaban los sistemas hidrológicos de la región.

Fue por ello que, junto con otras iniciativas —la Organización Muuch Kambal y elColectivo de Comunidades Mayas de los Chenes—, no han cesado en denunciar el avance de la deforestación en la Península de Yucatán, sus consecuencias y la impunidad que ha permitido que se cambie el uso de suelo.

De acuerdo con datos de la plataforma Global Forest Watch, entre 2001 y 2019, tan solo el municipio de Hopelchén perdió 186 000 hectáreas de cobertura arbórea, lo que equivale a una disminución del 20 % de lo que se tenía en el 2000.

El doctor Edward Allan Ellis, del Centro de Investigaciones Tropicales de la Universidad Veracruzana y quien ha realizado varios estudios sobre deforestación en la Península de Yucatán, señala que en Hopelchén, la tasa de deforestación es cinco veces más alta que el promedio nacional.

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Hopelchén, Campeche. Desmonte y quema de la selva en ‎abril‎ de ‎2016; el lugar es hoy parte del campo menonita Las Flores, donde se siembra soya. Foto: Franz López.

Vulnerables a tormentas y huracanes

En las primeras semanas de noviembre, los medios de comunicación mostraron las imágenes de las inundaciones y destrozos causados por el huracán Eta en lugares como Tabasco y Chiapas, al sureste de México; así como en Guatemala, Nicaragua y Honduras. Territorios donde la selva y los manglares también han perdido terreno.

Meses antes, a principios de junio, en el estado de Campeche llovió como hace años no se recordaba. Durante cinco días se registró la mitad de las lluvias que, en promedio, cae durante un año en la región, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua). No fue un huracán, sino dos tormentas tropicales con vientos de baja intensidad —Amanda y Cristóbal— las que causaron todo un cisma y mostraron la vulnerabilidad de un territorio que pierde su cubierta forestal.

Leidy Pech cuenta cómo la lluvia se estacionó durante cinco días: “El 4 de junio se inundó mi comunidad Ich Ek y casi todas las comunidades de Hopelchén. Vimos cómo el nivel del agua iba creciendo y no paraba. Desde los huracanes Opal y Roxana (que fueron de categoría 4 y se registraron en 1995) no habíamos tenido inundaciones de esta magnitud”.

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En el municipio de Hopelchén, 93 % de las colmenas sufrieron daños durante las inundaciones. Foto: Robin A. Canul Suarez.

De acuerdo con una evaluación de daños realizada por organizaciones civiles y colectivos de apicultores y campesinos agroecológicos, las tormentas causaron daños a más de 120 comunidades de la Península de Yucatán. En Campeche, donde la producción de miel es una de las principales actividades económicas, se afectaron 93 % de las colmenas, 28 % de ellas se perdieron. El territorio más golpeado fue el municipio de Hopelchén, donde 22 poblados registraron graves inundaciones y, por lo menos, 3500 familias resultaron afectadas.

Las carreteras se convirtieron en ríos; algo inusual en la Península de Yucatán, un territorio que, por su formación geológica, solo tiene corrientes de agua subterránea. Comunidades como San Juan Bautista Sahcabchén, a 19 kilómetros de la cabecera municipal, quedaron incomunicadas por más de ocho días. En la zona se miraban los cadáveres de animales; también los restos de los cajones de madera que habían funcionado como colmenas.

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Durante las inundaciones se miraban los cadáveres de animales flotando en los lagos que se formaron en zonas deforestadas. Foto: Robin A. Canul Suarez.

Sahcabchén es una comunidad que está rodeada de tierras deforestadas para transformarlas en zonas de cultivo. A su alrededor, por ejemplo, está el campo menonita Santa Fe. La tormenta transformó ese lugar en una gran lago; así se mantuvo por más de tres meses.

Al igual que Sahcabchén, el poblado de Xcalot Akal está rodeado por terrenos deforestadas, tienen como su vecino al campo menonita Santa Rosa. “El agua vino del campo menonita. El agua empezó a subir y apenas y pudimos resguardarnos en los lugares más altos del pueblo”, recuerda Adriana Cauich, quien vive en Xcalot Akal.

Álvaro Mena es integrante de la organización indígena y campesina Ka Kuxtal Much’ Meyaj. Durante los días de la emergencia, él y otros pobladores de Hopelchén recorrieron la región y revisaron imágenes satelitales para documentar los daños. Fue así que identificaron que los lugares donde se deforestó, y que ahora son campos de monocultivos o áreas ganaderas, las inundaciones fueron más intensas. Entre estas áreas sobresalen los campos menonitas de Santa Fe, Nuevo Progreso y Nuevo Durango; así como el Valle de Paal Pool, en la comunidad de Chunchintok.

“Las grandes deforestaciones de la selva y las zonas costeras ha generado un gran impacto en todo el territorio de la Península de Yucatán: contaminación de suelos, de agua, pérdida de biodiversidad… Al no tener ecosistemas sanos, no tenemos las barreras naturales ante los impactos de tormentas y huracanes”, explica la doctora en geografía y maestra en ingeniería ambiental Yameli Aguilar Duarte, del Instituto Nacional de Investigaciones Forenses Agrícolas y Pecuarias (INIFAP).

Campo menonita Santa Fe, Hopelchén, Campeche.Permaneció inundado por más de tres meses. En noviembre aún persistían encharcamientos significativos. Foto: Robin A. Canul Suarez.

Tumbar selva para la agroindustria

El municipio de Hopelchén —así como toda la Península de Yucatán— alberga parte de la Selva Maya, la cual se extiende desde el sureste de México hasta Belice y el norte de Guatemala y es considerada como el segundo macizo de selva tropical más grande en el continente.

Perder cobertura forestal de la Selva Maya no es algo menor: se reduce el territorio donde habitan especies consideradas en riesgo de extinción como el jaguar o el tapir; se afecta la diversidad de especies —por ejemplo, de polinizadores como las abejas—, se pierden reservas forestales que contribuyen a mitigar el cambio climático.

En Hopelchén, la pérdida de selva tiene una larga historia, pero se ha intensificado en la última década.

Durante casi diez años (1972-1983), México tuvo un Programa Nacional del Desmontecuyo objetivo era tumbar selva para impulsar la agricultura. Fue también a través de un programa de gobierno —recuerdan los habitantes de Chunchintok— cuando se deforestó el Valle de Paal Pool.

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Una de las primeras áreas deforestadas en Hopelchén para la agroindustria fue el Valle de Paal Poll. Foto: Cuauhtémoc Moreno.

Guillermo León, quien vive en Chunchintok, menciona que en la década de los setenta se hizo el cambio de uso de suelo de tierras ejidales —al menos 12 500 hectáreas— para sembrar arroz; “aunque daba la producción, los que la manejaban decían que no les alcanzaba para pagar el crédito”.

Indalecio Canul Uc, de la misma comunidad, comenta que el programa gubernamental que impulsó la transformación del Valle de Paal Pool duró tres años y solo se utilizaron 5000 hectáreas de las más de 12 500 deforestadas. Hoy esos terrenos son utilizados como áreas ganaderas y en cada temporada de lluvias se llenan de agua.

A partir de la década de los años ochenta, nuevas áreas comenzaron a ser deforestadas en la zona. Eso se dio a partir de la llegada de comunidades menonitas —dedicados a la agricultura a gran escala— provenientes de Durango y Chihuahua que se instalaron, sobre todo, en Campeche y, en especial, en los municipios de Hopelchén y Hecelchakán.

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Zonas deforestadas en Sahcabchén, municipio de Hopelchén, Campeche, para instalar campos de cultivo. Foto: Everardo Chablé

En el estudio “Impulsores de deforestación y percepción de cambios de uso de suelo en paisajes ganaderos en tres municipios de Campeche, México”, la investigadora Hanna Rae Warren señala que “los menonitas pueden ser vistos como importantes agentes de deforestación; altamente efectivos en el cambio de uso del suelo a usos mecanizados”.

Para su estudio, Rae Warren entrevistó a investigadores forestales quienes destacaron que “la eliminación de la cobertura (forestal) con mecanización suele ser permanente, extensiva y se trabajan los suelos hasta el punto de su degradación”.

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Los campos de cultivo menonitas se han extendido por el municipio de Hopelchén, en Campeche. Durante las tormentas de principios de junio, fueron los terrenos que más se inundaron. Foto: Robin A. Canul Suarez.

Hopelchén: un foco rojo de deforestación

El doctor Edward Allan Ellis ha dedicado varios de sus estudios científicos a estudiar las causas de la deforestación en la Península de Yucatán en los últimos 20 años. Su trabajo lo ha llevado a identificar dos “focos rojos” de deforestación en la Península: Hopelchén, en Campeche; y Bacalar, en Quintana Roo.

En el caso Hopelchén, el investigador documentó que entre 1986 y 2015 se registró una pérdida de 46 000 hectáreas de cobertura forestal; el 75 % ocurrió entre 2005 y 2015. “Después de 2005, se dispara”, señala el científico, quien menciona que esa nueva deforestación afecta, sobre todo, las zonas de transición entre la selva baja y la selva alta.

De acuerdo con datos de la plataforma Global Forest Watch, tan solo en 2017 se perdieron 23 000 hectáreas de cobertura forestal en el municipio de Hopelchén; en 2018 fueron poco más 8000 hectáreas y en 2019 alrededor de 9800 hectáreas. 

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Ellis no duda en señalar que esa deforestación “está relacionada con la expansión de la agricultura comercial mecanizada”.  El investigador recuerda cuando fue testigo, a principios de la década del 2000, de cómo empezó la deforestación de alrededor de 5000 hectáreas de selva maya, para transformarlas en el campo menonita Nuevo Durango. “Fue impresionante. Cuando llegamos ahí, apenas habían hecho esa deforestación masiva, recién habían quemado… Hoy ya está todo eso deforestado”.

A Ellis no le sorprende que los lugares deforestados en Hopelchén sean ahora los más vulnerables a inundaciones. Además de que se tumbó la selva, apunta el investigador, se quitó la capacidad de filtración del suelo. Esto provocará —advierte— que estos lugares se sigan inundando cuando se presenten tormentas o huracanes.

Imagen del territorio de Hopelchén en 2001.
En el mapa se muestra el avance de la deforestación en Hopelchén, Campeche, entre 2001-2018.

Modificación de los sistemas hidrológicos

Si algo caracteriza a la Península de Yucatán, explica la doctora Yameli Aguilar Duarte, es su sistema geológico de aguas subterráneas, así como sus diferentes tipos de suelos, los cuales son muy vulnerables a cualquier cambio.

En el caso de Hopelchén, la expansión de la agroindustria no solo ha provocado deforestación, también se han modificado los sistemas hidrológicos de la zona.

La ingeniera agrícola e investigadora Irma Gómez trabaja con la organización Muuch Kambal, de la cual forma parte Leidy Pech y las mujeres mayas que impulsan la agroecología y la apícultura; ellas han realizado un monitoreo sobre los cambios que está sufriendo el territorio forestal de Hopelchén.

En los campos de cultivos agroindustriales se han construido pozos de extracción y de absorción que han alterado los sistemas hidrológicos de la región. Foto: Robin A. Canul Suarez.

Irma Gómez explica que gracias a ese monitoreo se ha documentado cómo la transformación de la selva en extensas parcelas para la agricultura tecnificada, “ha modificado los flujos naturales del agua”.

La ingeniera agrícola explica que en las grandes extensiones de parcelas se nivelaron los terrenos, se construyeron drenes y se perforaron pozos de absorción para que, en la época de lluvia, no se formen encharcamientos que afecten los monocultivos de soya, sorgo o maíz híbrido; “son pozos directos que tienen como 100 metros de profundidad; son desagües por donde se manda el agua residual, cargada de plaguicidas, al manto freático”.

Esos pozos no sirvieron de nada durante los días de las tormentas; los extensos terrenos agrícolas y ganaderos se inundaron, se transformaron en lagos y así permanecieron, en algunos casos, hasta por un mes.

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Los campos agrícolas y ganaderos instalados donde antes había selva, se transformaron en lagunas durante varias semanas. Foto: Robin A. Canul Suarez.

Cambios de suelo, sin permiso

Desde 2012, comunidades mayas de Hopelchén y otros municipios de Campeche y Yucatán se organizaron para denunciar la siembra de soya transgénica. Incluso, lograron que un juez revocara el permiso que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) otorgó para sembrar organismos genéticamente modificados en la región. Pese a ello, la soya transgénica sigue sembrándose en Hopelchén, de acuerdo con el monitoreo realizado por los colectivos mayas.

Las comunidades no han desistido en su lucha. Es por ello que el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes y el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) solicitaron a la Semarnat, a través de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, datos sobre las solicitudes y autorizaciones para cambio de uso de suelo en terrenos forestales en Hopelchén.

La Dirección General de Gestión Forestal y de Suelos de la Semarnat informó que,desde enero de 2009 hasta el primer semestre de 2020, solo existen dos permisos para cambio de uso de suelo en terrenos forestales, otorgados en 2016, para la instalación de líneas eléctricas de alta tensión para los tramos Hecelchakán-Hopelchén y Escárcega-Xpujil.

Cambio de uso de suelo en la selva maya
Deforestación y cambio de uso de suelo en Campeche. Foto: Everardo Chablé

Así que los cambios de uso de suelo de los terrenos en donde antes había selva y hoy solo hay campos agrícolas se realizaron sin respetar lo que marca la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable. De acuerdo con el Código Penal Federal se debe establecer una pena de seis a nueve años de prisión, así como el pago de una multa, a quien “desmonte o destruya la vegetación natural o cambie el uso del suelo forestal”.

Las organizaciones Muuch Kambal y el colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes han denunciado, ante varias dependencias, la deforestación provocada por la expansión de la agricultura industrial en Hopelchén. Hasta ahora lo único que han visto es “una total impunidad”, resalta Irma Gómez.

Mongabay Latam solicitó entrevista con las autoridades de la Semarnat y con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), pero no se tuvo respuesta.

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Guillermo León, de la comunidad de Chunchintok,  ha sido testigo del avance de la deforestación y sus consecuencias en Hopelchén. Foto: Robin A. Canul Suarez.

En junio pasado, la Alianza Maya por las Abejas Kaabnaloón —integrada por apicultores de la Península de Yucatán— envió una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador, en donde señalan: “Por miles de años, las y los mayas hemos tenido diferentes prácticas ecológicamente correctas, prácticas que ahora se encuentran amenazadas por los modelos del ‘progreso’ económico y social promovidos por los gobiernos y las empresas que le sirven al capital para asegurar su acceso a nuestros bienes naturales y a la mano de obra barata”. Ante ese escenario solicitan replantear esos esquemas, para garantizar la conservación del patrimonio natural y cultural.

Leidy Pech señala que las tormentas que inundaron sus comunidades les recordaron, una vez más, las consecuencias de tumbar el monte. “Esto que nos pasó tiene un origen: la deforestación. Toda esa forma en que han cambiado el uso de suelo, la forma en que han modificado el territorio nos ha dejado en una situación de riesgo. Estos eventos naturales van a continuar, no los podemos evitar. Pero sí podemos reflexionar sobre lo que ha pasado en nuestro territorio”.

Así como Leidy Pech y sus compañeras mayas se han aferrado a conservar las técnicas ancestrales de producción de miel, también están empeñadas en defender esa selva maya que aún resiste, un ecosistema que es vital para la existencia de las comunidades indígenas que viven de la apicultura, pero también para especies como el jaguar o las abejas.

* Imagen principal: La deforestación del Valle de Paal Pool, en Hopelchén, se realizó en la década de los setenta como consecuencia de programas gubernamentales para la siembra de arroz; el ecosistema nunca se recuperó. Foto: Cuauhtémoc Moreno. 

Publicado originalmente en Mongabay Latam

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