Por Aura Cumes
Cuando la leí recordé los motivos de muchos “ladinos” para avalar la muerte de “los indios” durante el llamado “Conflicto Armado Interno”.
Hemos caído en la más honda miseria humana, como herencia de las caducas élites económicas, militares y políticas que nos han gobernado, que tienen en sus manos el gobierno, la política, las universidades, los medios de comunicación, la iglesia católica y ahora las iglesias evangélicas.
¿Cómo es que los seres humanos podemos llegar a ser tan miserables, ruines y crueles? Por eso concuerdo con quien dijo irónicamente que los monos son demasiado buenos como para que los humanos podamos descender de ellos. Ah, pero parece que estoy escuchando vociferar a una multitud ofendida diciendo que ellos no descienden del horrible mono sino que están hechos a imagen y semejanza de Dios. ¡Vaya presunción! Y hablo ahora de religión porque una gran parte de guatemaltecos, empezando por el “presidente”, viven invocando a su dios aún en sus actos más ruines. La semana pasada una vez más, muchos de estos guatemaltecos abnegados cristianos (católicos, evangélicos, etc.) volvieron a sacar sus demonios en las redes sociales, periódicos y universidades, pisoteando la dignidad y la memoria de las víctimas del Conflicto Armado Interno, en ocasión de la sentencia por el caso Molina Theiseen. No es precisamente amor al prójimo, lo que sale de estos individuos que llenan las iglesias los domingos y que además dicen que hacen patria; todo lo contrario, es más que evidente que sus corazones están atrapados en el más profundo odio mientras sus cerebros están idiotizados; solo saben maquinar crueldad y miseria. Ellos revelan las conductas que les llevaron a cometer las atrocidades que ahora defienden con gran impunidad.
Si Guatemala, uno de los países más religiosos del mundo, es a la vez, uno de los más violentos ¿para qué está sirviendo la religión? Está claro que, en las iglesias, salvo excepciones, no enseñan a pensar, aunque debieran, por qué se asesinó a tanta gente civil durante el Conflicto Armado Interno, por qué se cometieron desapariciones y masacres especialmente contra comunidades indígenas; pero se supone que enseñan principios de “amor”, “paz”, “compasión” y “misericordia”, elementos básicos que pueden llevar a sorprendernos, a indignarnos y a llevar el dolor de los semejantes, cosa que no veo común entre las y los guatemaltecos. Lejos de ello, lo más común es observar una arrogancia “moral” para oponerse, sin pensar, a cosas como el aborto legal, mientras escupen sobre las víctimas niñas, niños, ancianas, ancianos, mujeres y hombres, asesinados con saña. La religión entonces, con excepciones, no parece estar cumpliendo el principio básico de hacer el bien al prójimo, sino está siendo útil para justificar el mal, para albergar la hipocresía humana, y últimamente se ha convertido en el refugio de los que huyen de las atrocidades que cometieron durante el Conflicto Armado Interno.
Me pregunto también que hacen las iglesias con el problema del racismo, base del genocidio en este país. ¿Estará ausente su discusión igual que en las universidades, en las escuelas, en los medios de comunicación? Es que la profundidad de esta miseria humana de la que hablo, tiene que ver con el racismo. En comentarios al condenable asesinato de la joven Maya-Mam, Claudia Patricia Gómez Gonzáles, por parte de la patrulla fronteriza, se leen comentarios como este:
“No era para matarla…pero seamos realistas muchos indios aquí en guate son huevones, borrachos y no quieren trabajar y luego piensan que en estados unidos los va a querer y no más llegando van a tener la gran vida, que luchen aquí que no sean huevones y que no quieran todo regalado”
La anterior nota, es firmada por María Isabel García Pedroza, una muchacha de piel oscura y en su fotografía la acompaña otra mujer de piel más oscura todavía, que si se hubiera tratado de ella, de igual manera el guardia fronterizo la hubiera asesinado; no, pero aquí ella es ladina, se ve al espejo y se observa blanca o quién sabe si gringa; desde su pobrísimo imaginario, es “muuuuy diferente” y superior a los “indios”, no solo física sino moralmente, por eso se atreve a despreciarnos y “aconsejarnos”. Es lo que Fanon llaman “pieles negras en máscaras blancas”. Tristemente esa muchacha García Pedroza es la viva imagen de la miseria humana y de lo ruin personificado; es incapaz de pensar en lo que dice, pero sí tiene poder para destruir la grandeza humana de quien desprecia, porque con sus palabras ha matado otra vez a la joven migrante que buscaba una mejor vida para ella y su familia. Cuando la leí recordé los motivos de muchos “ladinos” para avalar la muerte de “los indios” durante el llamado “Conflicto Armado Interno”.
Las y los guatemaltecos no podemos decir que vivimos en “sociedad” porque no nos defendemos en forma común, al contrario, algunos han matado a sus propios semejantes y se han comido sus vidas. Por eso, el mandamiento al revés les queda bien “odiarás a tu prójimo como a ti mismo”, porque no solo odian a sus semejantes, sino que se odian a sí mismos, como lo hace la muchacha racista. Cuando muchos guatemaltecos piden sangre, violencia, muerte, crean las condiciones para que la violencia misma les alcance, aunque estén rodeados de guardaespaldas.
Hemos caído en la más honda miseria humana, como herencia de las caducas élites económicas, militares y políticas que nos han gobernado, que tienen en sus manos el gobierno, la política, las universidades, los medios de comunicación, la iglesia católica y ahora las iglesias evangélicas. Ellos han inventado un dios y nos han metido miedo y culpa para no rebelarnos ante él. El dios del “presidente” Morales, el dios del genocida Ríos Montt que nunca descansara en paz, el dios de todos los asesinos durante el Conflicto Armado Interno y el dios de los patronos de estos como el tal Álvaro Arzú, es el mismo que trajeron los invasores en 1524, en nombre del cual inventaron los más crueles métodos de violencia contra los Pueblos Indígenas, que se replicaron durante el Conflicto Armado Interno y siguen aplicándose hasta la actualidad.
En lo que a mí respecta no quiero un dios ni dioses que avalen a genocidas, corruptos ni asesinos, no quiero a dioses que estén en contra de la vida. Son tan certeras las palabras de quien dijo: “creer en un dios cruel, hace crueles a los seres humanos”.
Foto de portada: Carla Molina
Texto publicado en http://tujaal.org