Después de 30 años, la violencia no se ha ido de la región, solo se ha transformado, y los poderes fácticos continúan en el mismo lugar, dice el escritor salvadoreño, Horacio Castellanos Moya. En esta entrevista habla sobre sus obras que se impregna con la realidad en Centroamérica y México. Nos cuenta sobre su obra Insensatez publicada en 2004 la cual reconoce que la escribió en condiciones de peligro, época que coincide con su paso por la redacción del desaparecido medio elPeriódico de Guatemala. Nos habla del miedo, la paranoia y el exilio que están presentes en su obra.
Por Lucy Chay
La semana pasada se celebró en Guatemala Centroamérica Cuenta, un festival literario fundado en 2013 en Managua, Nicaragua, cuyo objetivo es difundir la literatura iberoamericana desde Centroamérica. Más de 90 invitados estuvieron presentes, entre ellos escritores centroamericanos, documentalistas y periodistas. Uno de los participantes fue el escritor salvadoreño y vicepresidente del festival, Horacio Castellanos Moya. Castellanos ha vivido fuera de El Salvador desde que tenía 22 años, desde el inicio de la guerra civil en ese país.
Desde entonces solo regresa de visita y varias naciones entre ellos Guatemala se han convertido en su casa en diferentes épocas de su vida. Sus obras, más de 13 novelas y cinco colecciones de relatos, se sumergen en El Salvador, pero también en Centroamérica. En su estructura se refleja el miedo, la paranoia y la violencia que distinguen a una Centroamérica en medio de la guerra civil, los gobiernos autoritarios y el exilio. En esta entrevista, Castellanos nos señala que después de 30 años la violencia en la región no se ha ido, solo se ha transformado, y que los poderes fácticos siguen ahí. Nos cuenta sobre su obra Insensatez publicada en 2004 que reconoce haberla escrito en condiciones de peligro, época en la que coincide con su paso por la redacción del desaparecido medio elPeriódico de Guatemala. Por supuesto, no deja de hablarnos de su próxima obra, que está a punto de publicarse.

¿Qué nos cuenta Centroamérica o qué nos quiere contar?
Centroamérica cuenta fundamentalmente una vitalidad creativa, una vitalidad de expresión literaria. Es un intercambio, se trata de exponer la literatura centroamericana ante los ojos de los guatemaltecos y los ojos internacionales. Al mismo tiempo busca traer a los escritores para que los guatemaltecos tengan la posibilidad de intercambiar o dialogar con ellos.
¿Por qué hacerlo en Guatemala?
Este festival se funda en Nicaragua, lo funda Sergio Ramírez en Nicaragua hace 12 años.
Todas las ediciones se hicieron en Managua desde la primera hasta la séptima, pero cuando la situación política en Managua se cerró por la dictadura de Daniel Ortega, Sergio Ramírez y su equipo tuvieron que salir en 2017, entonces el festival ha sido itinerante. Va moviéndose de país centroamericano o del Caribe donde hay posibilidades de realizarlo, antes de estar acá se realizó en Panamá y República Dominicana. Se realiza donde hay apoyo, donde hay garantías mínimas de seguridad respecto del Estado de derecho que permita realizar una actividad así.
¿Hay garantías en Guatemala para realizar el festival?
Guatemala es el único país centroamericano con un presidente que tiene un perfil democrático liberal, todos los demás tienen presidentes o presidentas con otros perfiles dictatoriales o autoritarios o con muchos cuestionamientos alrededor de sus vinculaciones con actividades ilícitas. En este caso Guatemala cumple con las condiciones propicias para realizar un festival así.
En tus obras se aprecia y forma parte de la estructura de tus escritos la violencia, la paranoia, el miedo. ¿Se puede decir que esto describe a Centroamérica?
En buena medida sí, porque toda esa situación de violencia, de inestabilidad y de persecución se debe en buena medida a que, en Centroamérica, en general, no tiene una institucionalidad política fuerte. Entonces, al no tenerlas y enfrentar líderes como en el caso de El Salvador donde se han encargado de desmontar esa institucionalidad o en el caso de Nicaragua donde ya la institucionalidad es una sombra, la violencia, la represión, el estado de ánimo, de inestabilidad y la paranoia es normal en la región. Hay una falta de seguridad existencial básica. Y eso solo desde la perspectiva política, porque si la vemos desde la perspectiva del crimen, eso se suma. Porque primero vino la violencia política, luego vino la violencia de las maras (pandillas) que era o sigue siendo una violencia criminal, pero ahora se funden las dos violencias, en unos países se expresa más una y en otras más otra.
¿Es decir que la violencia no se ha ido, se ha transformado?
En El Salvador la violencia de las maras ya no es tal, se metió a la cárcel a sus integrantes, pero ahora están metiendo presos a los dirigentes políticos que disienten de la visión o de la forma de ver el mundo que tiene el presidente y los integrantes de su partido. La violencia da un circulo y vuelve donde comenzó. ¿Por qué comenzó la gran violencia en Centroamérica? Por la falta de libertades políticas, la falta de condiciones mínimas de sobrevivencia para la gente, eso no ha cambiado.
Tú escribes desde hace más de varios años, y aunque has pasado muchos años fuera de El Salvador tus obras siempre regresan a Centroamérica. Después de más de 30 años de escribir ¿ha avanzado en algo en Centroamérica?
Hay cosas en las que uno puede decir que, si se avanza, como la introducción de las tecnologías, pero eso no garantiza que la convivencia, la calidad de vida de los seres humanos sea mejor. Tú puedes estar conectado a cinco teléfonos o 10 mil cosas, pero si al salir a la calle estas con aprensión, si no puedes caminar por las calles y tienes que andar en vehículo, si tienes miedo a que te vayan a robar en el bus o que por ser líder sindical te vayan a meter preso inmediatamente luego de dar una declaración; entonces la calidad de vida no ha cambiado, la violencia sigue expresándose de distintas maneras, ya sea que provenga del Estado, de las fuerzas represivas, o de las fuerzas criminales. Mira a El Salvador, las maras acabadas, pero ¿tú crees que no es violento ese centro donde meten a la gente, cómo la humillan, meten a esas cárceles a unos venezolanos que no deben nada más allá de haber tratado de conseguir una vida mejor en Estados Unidos? Eso es una violencia impresionante, no solo es la violencia física si no que es la humillación y no hay peor violencia moral que la humillación.
¿Se ha maquillado la violencia?
Se ha maquillado y aumentado la violencia.
En la región se habla mucho sobre un retroceso en las garantías constitucionales especialmente en lo que respecta a la libertad de expresión…
Existe un retroceso evidente en todo lo que respecta la libertad de expresión en Centroamérica. Nicaragua está cerrada, en El Salvador está semicerrado, en Guatemala se sigue una situación muy paradójica porque por un lado hay un gobierno con una voluntad democrática, con un poder Ejecutivo con buena actitud hacia las leyes que permite un festival como este, pero por el otro lado hay rezagos en el sistema de justicia que es aprovechado por los poderes oscuros para evitar que se investigue y con eso se reprime a los periodistas o a cualquier que se oponga.
En tu obra La diáspora hablas del exilio. Esa obra la escribiste en 1989 y es una historia sobre el exilio de un grupo de salvadoreños. Ahora, también se sigue hablando de exilio en Centroamérica que afecta a periodistas, líderes estudiantiles, exoperadores de justicia o líderes indígenas. ¿En algún momento hubo alguna pausa en el exilio?
El flujo de personas expulsados de los países se ha mantenido. Pero hubo una década, la de los 90, en donde la salida de personas fue más por razones económicas que por razones políticas. El exilio casi siempre tiene una connotación política, creo que esa década y la primera década del siglo XXI, hubo como 20 años en la que Centroamérica tenía apertura democrática y no se necesitó que se exiliaran las personas a partir de sus ideas. La gente se iba por necesidad económica, por miedo a las maras o por otros motivos. Pero ahora nuevamente el exilio se da como en la década de los 80 por miedo político.
¿Seguimos igual?
Sigue igual, sigue saliendo gente por razones económicas, pero hay un sector importante social político, de dirigencias y de medios de comunicación que se ven forzadas a vivir el exilio.
¿Hay alguna esperanza que esto cambie?
Eso si no lo sé, ver el futuro es muy difícil.
Insensatez es otra de tus obras, y has dicho en varias ocasiones que la escribiste en condiciones de peligro. ¿Por qué?
Porque la comencé a escribir a finales de 2002. En 2003 era un momento en el que yo no tenía trabajo en México, mi única opción era venir a trabajar a Guatemala a elPeriódico, y en ese momento ese medio estaba bajo mucho acoso por el gobierno de Alfonso Portillo y sobre todo por su fiscal general. Ya se había atentado contra Jose Rubén (Zamora), ya lo habían mantenido secuestrado en su casa, entonces yo venía a trabajar a un medio en el que se corría riesgo, cuyas instalaciones ya habían sido rodeadas por las hordas del gobierno de Portillo y de Ríos Montt en ese entonces.

Pasé dos meses esperando a que aprobaran mi nombramiento, que aprobaran mi nuevo empleo, y en esos meses empecé a escribir compulsivamente Insensatez. Por eso digo que era como una especie de exorcizarme del miedo que sentía de venir, yo ya había estado varias veces en Guatemala y sabía lo que era Guatemala en situaciones de violencia, entonces ahí exorcicé mucho de eso. Es una novela que sucede no en esa época, es una historia que sucede en los 90, entre el 97 y 98, cuando ya se habla de la presentación del informe del REMHI (informe de la Recuperación de la Memoria Histórica de Guatemala) y la novela la empecé escribiendo a finales de 2002.
Tu novela refleja esa sensación del miedo, miedo que en determinado momento se concreta…
Sí la novela refleja la tensión interna que produce la paranoia, la tensión interna que produce el miedo. Es decir, refleja ese miedo sobre la descripción de hechos que habían sucedido cinco años atrás. Es decir, en ese momento, 2002, que empecé a escribir, no estaba escribiendo sobre mi situación, no estaba escribiendo: estoy aquí en la ciudad de México esperando ir a la ciudad de Guatemala, estoy muriéndome de miedo porque voy a ir a trabajar a un periódico acosado. No, el personaje está cinco años atrás, pero está bajo esa presión, incluso cuando vine aquí a Guatemala dejé de escribirla porque el trabajo no me dejaba y la cerré ya luego que estaba fuera de Guatemala.
¿No pudiste terminar la novela en Guatemala?
Era muy difícil encontrar el tiempo cuando se trata de trabajar en un periódico y tener que cerrar las ediciones de cada día.
Antes de venir a Guatemala en ese entonces vivías en México y trabajabas como periodista…
Yo he vivido dos veces en México, del 82 a 91, y del 99 a 2003. Empecé a trabajar desde el año 1999 como periodista en ese país, pero tuvimos problemas con el gobierno de Vicente Fox. Yo era coordinador editorial de Milenio, y al director que me había contratado lo retiraron por protestas del gobierno de Fox, y yo como empleado de confianza decidí irme con él, porque era lo correcto.
¿Cómo fue tu paso por la redacción de elPeriódico, medio que 20 años después no existe tras la persecución y detención de su presidente y la asfixia económica del gobierno de Alejandro Giammattei?
Fue muy interesante. En principio era muy extraño porque yo venía de un periódico muy grande, con muchos recursos, y entonces cuando llegué a elPeriódico era como venir de una cadena de supermercados a una pulpería (tienda) pequeña, en el sentido de las dimensiones, pero en el sentido de los riesgos que implicaba el trabajo, esto en Guatemala era más grande todavía.
Porque aquí había que tener mucho cuidado, en esa época había que tener mucho más, si el mismo presidente de elPeriódico era amenazado y estaba acosado imagínate eso te da la medida sobre cómo están las aguas. Eso te hace aprender mucho porque ves cómo se funciona de otra manera, que es un microcosmos, pero un microcosmos muy duro donde se aprende a hacer las cosas de otra manera, no con las certezas que había en México del que yo venía.
Ya se hablaba en ese entonces (en 2003) de la persecución y cárcel para Zamora. Ahora dos décadas después él está en la cárcel, el medio ya no existe, algunos de sus periodistas exiliados ¿qué piensas sobre la situación actual?
Se trata de la culminación de un proceso de acoso y de tratar de ocultar las cosas más delicadas del funcionamiento de esta sociedad. Jose Rubén era un tipo con mucho valor para enfrentar y buscar las verdades más ocultas que es la labor de todo el periodismo, supongo que lo natural en todo este proceso era terminar haciendo eso, terminar con elPeriódico. Después de 20 años lograron concretar llevarlo a la cárcel y la desaparición del medio. Esos poderes en Guatemala siguen ahí. Si esos poderes no estuvieran ahí, él no estuviera preso.
Como parte de Centroamérica Cuenta se han programado foros sobre la libertad de expresión y periodismo bajo crisis. Tú te has desempeñado como periodista y has trabajado en varios medios de comunicación. ¿Cómo escribir bajo crisis?
Es difícil decir una fórmula, porque yo creo que el periodismo no se puede separar de la sociedad a la que sirve. Si tienes una sociedad que aún está sujeta a un sistema judicial y poderes ocultos que vienen del pasado, evidentemente el periodismo va a sufrir. Ahora ¿qué se puede hacer?, es muy difícil saber, hay países donde he ejercido periodismo como México donde antes había garantías, pero ahora no hay. Es el país donde más periodistas matan en Latinoamérica, no es fácil, no es una situación fácil. No solo se trata de cómo hacer periodismo si no con qué medios hacerlo. Cómo sobrevivir no solo de la crisis económica si no en una situación de vulnerabilidad, de represión fuerte.
Has vivido muchos años fuera de El Salvador y de Centroamérica. ¿Cómo ves a la región desde esa perspectiva?
Tengo 27 años de vivir fuera de El Salvador. He regresado en muchas ocasiones. Hace cinco años que no regreso. Fui antes de la pandemia, luego vino la declaración del estado de emergencia del presidente actual (Nayib Bukele) y ya decidí no ir, porque cuando un país vive bajo estado de emergencia, no hay garantías constitucionales, ni garantías ciudadanas. Un país que tiene que vivir en estado de emergencia, que tiene todas las posibilidades de meter preso a defensores de derechos humanos, periodistas, a políticos de oposición sin que nadie diga nada te demuestra que 27 años después las cosas están peor de como estaban entonces.
Centroamérica, al menos El Salvador vivió un periodo de democracia con todas sus limitaciones, cosas difíciles entre el 92 cuando se firman los Acuerdos de Paz y 2019 cuando eligieron a este presidente que está, y luego ya empezó el proceso de autoritarismo.
Esas décadas fueron un periodo que, con todas sus caras e inseguridad por el crimen organizado, con todas sus debilidades fue un periodo de libertades políticas, eso no existe más ni en El Salvador, ni en Nicaragua.
Pero los presidentes se jactan de ganar las elecciones y de que hay democracia…
Es un sistema sui géneris, muy híbrido porque la gente vota. El problema es que la democracia no solo se refiere a las elecciones, aun proceso electoral, si no que se sostiene en las instituciones de esas sociedades. Y si vacías las instituciones del poder electoral, del judicial, del legislativo, eliminas los factores de alternancia y de la libertad de expresión, aunque hayas sido elegido por el voto popular lo que tienes es un gobierno autoritario, no es una dictadura, porque una dictadura se asocia con un gobierno militar que se impone a la fuerza, que se imponen contra la voluntad de ciudadana.

¿Guatemala es diferente?
No puedo hacer un análisis porque no estoy siguiendo a Guatemala con tanta atención, pero cada país tiene un proceso que no se puede generalizar. A eso me refiero que hubo dos décadas donde sí había generalidad de sistemas democráticos en Centroamérica con debilidades más grandes o menores en cada país, pero había elecciones o alternabilidad en el poder, te gustara el Pollo Ronco (Alfonso Portillo) o no, te gustara Berger o no, o Ríos Montt, pero había un juego democrático. Aquí en Guatemala sigue habiendo ese juego político, pero el poder judicial es lo que ata al país al pasado más tenebroso. En El Salvador hubo un juego, en Nicaragua hubo un juego hasta que Ortega se instaló con una dictadura militar porque ahí la gente si no lo vota, es impuesto por la vía de las armas.
Para finalizar, ¿tienes alguna novela en puerta, ¿cuál será tu próxima obra?
Terminaré una novela que sale en junio que se llama Cornamenta. Sucede en 1972, trata sobre un periodo histórico en El Salvador donde se realizan unas elecciones que fueron arrebatadas a la oposición, a la Democracia Cristiana y a partir de esas elecciones surge la guerrilla, arranca la guerra civil, no es una novela histórica, porque no se propone reconstruir la historia, es una historia que se ubica ahí, en el fondo es un drama personal de una infidelidad. Las pasiones, los dramas personales son las que determinan la ficción más que las búsquedas históricas.
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