En memoria de quienes,
nos trazaron la ruta.
Kajkoj Máximo Ba Tiul
Hay una idea que extraigo de lo que conozco de los textos antiguos de mis abuelos y abuelas, y que siempre me da vueltas en la cabeza y que cuando tengo la oportunidad de decirlo y escribirlo lo pongo, como hoy: “nuestro pasado, es nuevo futuro”.
Esta idea se debe discutir y analizar ahora que muchos exigen “queremos que reconozcan nuestro horizonte o futuro como pueblos originarios”. En las palabras pasado y futuro se encierra todo un proceso o un conjunto de procesos de movilización de los pueblos que nos ha permitido estar aquí ahora. Por eso, esa forma de vida no se debería de hipotecar tan fácilmente en un gobierno de corte occidental, por muy de izquierda, progresista o de centro derecha que sea. Estas dos palabras encierran el tan discutido Winaq, el tiempo cíclico de los mayas.
Si los pueblos originarios hemos resistido hasta ahora es precisamente por la misma esperanza de seguir construyendo desde ese principio, que nuestro pasado es nuestro futuro. Palabras que nos mantienen vivos, cautos, incrédulos, precavidos, no confiados y alimenta nuestro espíritu de liberación. Aquí nace nuestro espíritu anticapitalista, antimperialista, porque no somos acumuladores, somos precavidos. No vivimos de la ganancia y el superávit, sino de la colaboración e intercambio. Guardamos el maíz, el frijol, la calabaza, etc., arriba de nuestras casas o en las trojes, es porque sabemos que así como hay tiempos buenos hay tiempos malos. Nuestros abuelos y abuelas nunca fueron ajenos a los “signos de los tiempos”, por eso se esmeraron en conocer el movimiento de los astros.
Por eso, fueron los contadores del tiempo, no porque iban de un lado para otro con sus candelas y sus humos, como muchos lo hacen ahora, sino porque se dedicaban al análisis científico. Fueron científicos, planificadores y estrategas, por eso no se inventaron los días de los calendarios, lo hicieron sobre la base del ensayo y error, de ahí la idea del “nukuj”, “tyaloq”. Si ellos estuviesen ahora, no se sentarían a la mesa para que los folkloricen sino para decir y defender quienes son y no como nos quiere ver el mandón.
La sociedad o las sociedades occidentales colonizadoras que se enriquecieron y llegaron a ser llamada “sociedades desarrolladas” están en crisis desde hace muchos años y “precipitan su no retorno”, principalmente en estas tres últimas décadas con el crecimiento de nuevas economías, como las aglutinadas en los BRICS ampliado y con el fortalecimiento de las movilizaciones de pueblos originarios, sobre todo quienes defiende su autonomía y libre determinación, ante el proyecto devorador occidental, contra sus territorios y tierras. Y aunque supuestamente estamos en un período de tiempo en donde el multilateralismo sería la lógica que mueva la geopolítica, las viejas economías siguen pensándose como la única, retomando el principio del unilateralismo y su espíritu de conquista y colonización queriendo acabar los territorios de los pueblos, como si fueran dueños del mundo, sin importarles la vida y las formas de vida que construyeron y siguen construyendo pueblos diferentes a ellos, con un sistema de vida diferente, como los pueblos originarios. Y esto les provoca miedo y ansiedad.
El sistema de vida que conservan, recuperan y protegen los pueblos originarios, que, desde la lógica occidental, es una suerte de sobrevivencia indígena/campesina, se contrapone al sistema capitalista neoliberal. Un modelo/sistema/paradigma que los pueblos a veces ocultan para no ser legislado, regulado, normado y controlado por el Estado occidental. Solo debe ser reconocido, aceptado y respetado, pero no puesto en leyes, como lo exigen o demandan algunos lideres y lideresas indígenas, que posiblemente lo desconocen o nunca lo han vivido. O lo que hacen bajo la categoría de “autoridad ancestral” se sientan a hablar con el “mandón”, como dijeran los zapatistas, como si fuera la primera vez que los atiende un presidente, cuando en la historia, muchos presidentes incluso durante los gobiernos más corruptos, recibieron a algunos dizque representantes de los pueblos, con tal de seguir sometiéndonos.
Esta forma de vida es contraria a la “democracia” en todo sentido occidental. Estilo de vida que algunos han querido llamarla “democracia comunitaria” tiene su base fundamental en el principio del “komun” de donde nace la experiencia de la “comunalidad” como proceso de existencia, resistencia y rebeldía. Donde está el origen de los principios de autonomía, autodeterminación y autogobierno, que promueven y defienden los pueblos, como base fundamental para la defensa de los territorios, tierra y de los bienes que en ella existen.
Las resistencias[1] de los pueblos, cuando toman ese rumbo trazado por ese sistema de vida, tienen orígenes inesperados y detona como cualquier volcán, que hace erupción cuando nadie lo espera. Y cuando estamos acostumbrados a contemplar las movilizaciones solo desde las organizaciones sociales y sobre todo de izquierda o lo analizamos desde los conceptos ya establecidos por los “expertos”, nos cuesta entender cómo nace y por qué las movilizaciones de los pueblos son muy diferentes y por qué no terminan en revoluciones y cuando estas resistencias comienzan a movilizarse o moverse poco a poco, como lo que pasó durante los 106 días de movilización indígena y no indígena en Guatemala a finales del año 2023 y que no tenía el sentido insurreccional que todos esperaban y pareciera que no se logró lo que se quería, que son los cambios estructurales, crea frustración y por eso la pregunta: ¿qué se logró? ¿se acabó el racismo?, por ejemplo.
Lo que nos cuesta ver y entender es que los pueblos al movilizarse están diciendo que el sistema hegemónico ya topó. Que no se debe seguir construyendo sobre él. Están diciendo que este modelo de opresión, represión, control y ninguneo, debe terminar. Que no se puede seguir construyendo sobre el racismo y la discriminación, que fortalece la desigualdad construida por el mismo sistema. Que habrá que construir sobre un nuevo modelo, ¿cuál? no se sabe con certeza. De lo que sí están seguros es que este sistema debe ser un sistema de vida en todo sentido como el de los pueblos, y no seguir con el modelo etnófago[2], de los estados occidentales, como sigue siendo hasta hoy, el actuar de la mayoría de estados latinoamericanos al promover un “vaciamiento de las estructuras organizativas indígenas”, para limitar el avance de los cambios profundos que demandan y exigen los pueblos originarios.
Las movilizaciones de los pueblos originarios en todo el continente no se pueden comparar con las luchas revolucionarias que sucedieron en el siglo pasado (Rusia, Cuba, Nicaragua, etc.), tiene otras lógicas, otros objetivos. Estas movilizaciones tienen motivaciones muy plurales como hemos dicho antes. Conlleva un abanico de demandas y que a veces son contradictorias y/o complementarias. Algunas movilizaciones impulsadas por los pueblos originarios, en toda la historia latinoamericana desde 1519[3], son anticolonialistas y antisistema, de ahí la idea de pueblos moviéndose. Otras y a pesar del sacrificio de personas, líderes, lideresas, comunidades enteras, terminan dándole la razón al patrón, al mandón, al mandamás. Pero todas las movilizaciones se nutren o se reconstituyen de la vida de los pueblos y no de la democracia. Si los pueblos se levantan, solo para reconstruir la democracia, aunque no quieran se someten a las normas y directrices de este sistema y es cuando se puede caer en la tentación de que algo es algo, como ahora está pasando con ciertas estructuras indígenas, que se conforman con estar en mesas de diálogo o porque se les invita para promover el turismo.
Las luchas de resistencia y rebeldía de los pueblos, también se pueden apreciar en sus asambleas, marchas, movilizaciones, tomas de carretera, de fincas, paros, tomas de tierras, incluso las fiestas comunitarias, los funerales, las pedidas de mano de la novia, la instalación de agua y más, tiene toda una lógica y una forma de espiritualidad y rebeldía comunitaria, y que no son lo que comúnmente se conoce como “ceremonias indígenas/mayas”. Las llamadas “ceremonias mayas” actos de folklorización del mayejaq, katol pom, katoj, etc, que tienen otra lógica y otra función y que muchas veces es para agradar a la cooperación, al gobierno, a la oenegé. El verdadero espíritu de los pueblos está en “su tierra y su territorio” y los actos rituales se hacen para agradecer esta forma de vida. De ahí nace, la demanda, protección y defensa de los bienes naturales, la lucha por recuperar la tierra y el territorio, como un espacio y tiempo para la vida. Ahí se alimentan los principios de la comunalidad, la colaboración, la ayuda mutua, que en una palabra lo podemos llamar: la vida en el komun.
Las luchas y resistencias se manifiestan en las relaciones económicas y políticas, de los pueblos, por eso, no se entiende como un Kamalb’e, Aj Q’ij. Aj Ilonel, busque protagonismo individual, hasta convertirse en funcionario de un Estado que promueve su control, aunque esté dirigido por gobierno progresista, de izquierda o lo que sea.
Si lo que se busca es la descapitalización o la descolonización de las comunidades, no se podrá hacer desde una institución capitalista o colonizadora. Para los pueblos, el cambio revolucionario se manifestará en su liberación. Cuando se termine el desprecio, el abandono y la burla de los grupos de poder y de los Estados y se vuelva al camino de la vida. Aunque no queramos, cualquier programa que desarrolle un Estado colonial, sea de educación, salud, economía, con pertinencia cultural o no, siempre estará encaminado a enmudecer a los pueblos y por lo tanto son una burla. Así pasa con los programas que promueven la mercantilización de los conocimientos como los trajes, cuando el Estado primero los privatizó, los mercantilizó y los turisteo, a eso se les puede llamar programas etnófagos.
Estas acciones de los Estados-Nación o de los llamados Estados Plurinacionales, son procesos de dominación sobre la vida de los pueblos originarios. Mientras se institucionalizan, se convierten en armas de opresión y de control. Allí está el peligro de que todo se convierte en ley o que todo esté regulado. Por eso, la lucha de los grupos de poder, de exigir la regularización de todo, como están exigiendo para las consultas de buena fe es para controlar y dominar más. Y al regularlo, se les da el derecho de controlar, desplazar, desalojar, asesinar y a perseguir de forma más legal a cualquier pueblo que se oponga a sus intereses, como ha sucedido con las tierras en zonas de reserva o cuando se reclaman derechos comunales sobre la tierra y el territorio.
Los pueblos originarios, siempre han estado condenados a la muerte desde la colonización española pero hoy caer como “borregos” ante un gobierno que supuestamente es amigo y dejarle que legisle sobre los territorios, que es como legislar sobre la vida de todo el “komun”, es condenarnos a morir dos o tres veces más. Seguir la lógica de la democracia liberal es la continuidad de la colonización. O de las guerras, aunque sean locales, nacionales o regionales, que son formas para imponer el derecho a la soberanía del Estado kaxlan, criollo, burgués, que significa darles el derecho para que nos maten y contrario a un proceso de liberación de los pueblos.
¿Cómo se va a defender la vida en una estructura de muerte?[4] ¿Cómo se va a defender la tierra y el territorio con políticas y economías de muerte? ¿En dónde queda eso que se llama “nuestras propias formas de ver la vida”? ¿Dónde queda la idea y significado de “territorio y tierra”? Preguntas para quienes se ven atraídos por las migajas del poder, y que deben responder antes de sentarse a la mesa del mandón o del patrón.
[1] Hablamos de resistencias en plural, porque en los pueblos originarios, no hay una sola forma de resistencia, se dan de múltiples maneras y de origen diverso, puede ser, por el agua, el aire, el viento, la tierra, el territorio, los alimentos.
[2] http://www.scielo.org.bo/pdf/rts/n21/n21a08.pdf, visto el 13 de marzo de 2025
[3] Tomando esta fecha como referencia no más, que es la llegada por primera vez de embarcaciones españolas a Yucatán.
[4] Entendiendo la muerte, como; despojo, desalojo, racismo, discriminación, patriarcado, machismo, etnocidio, genocidio, pobreza, extrema pobreza, desnutrición.