Créditos: Estuardo de Paz
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Guajero se le decía, en Guatemala, a la persona que clasifica, separa y recicla residuos sólidos en el basurero de la zona 3. Por décadas fue una forma despectiva de llamarlos y de desvalorizar la actividad a la que se dedican a diario. La palabra se deriva de guaje, que significa “bobo, tonto, persona despreciable o sin significación social”, explica Alma de León Maldonado, investigadora del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR), en el estudio “Los segregadores de desechos sólidos (guajeros) en la ciudad de Guatemala”. Hoy se les llama recicladores o clasificadores y sobreviven de la comercialización de la basura. Con la vigencia del Reglamento “para la gestión integral de los residuos y desechos sólidos comunes” consideran que no están preparados para perder el único modo que conocen de ganarse la vida y que aprendieron de sus padres y abuelos. Ese fue el motivo de las protestas contra el ministerio de Ambiente hace un mes.

Por Claudia Méndez Villaseñor

El terreno con quebrada que sirve hoy como botadero del municipio de Guatemala y de otros 14 del área metropolitana se comenzó a poblar en la década de los 50, cuando se comenzó a disponer en el lugar la basura de los capitalinos y vecinos de Mixco y Villa Nueva sin mayores controles municipales. Cuando el alcalde Luis Fernando Galich López lo estableció de manera oficial, en el vertedero se habían asentado docenas de familias y en condiciones insalubres y pobreza dedicaban la jornada a revisar montañas de residuos sólidos hasta descubrir algo “valioso” para vender y obtener algún beneficio económico.

A partir de los años 60, el crecimiento desordenado del botadero municipal localizado en la 30ª calle 10-93, de la zona 3, promovió asentamientos humanos que a duras penas sobrevivían de la venta de plástico, vidrio, cartón y metales. Por la cantidad y variedad de desechos sólidos que se concentraban en el vertedero, muchas personas, incluso familias, llegaron y se instalaron en el lugar en busca de aquello que podía ser recuperable para vender o reutilizar, dice el estudio la investigadora del CEUR.

El trabajo de De León se presentó en 2003 y evidencia que los llamados guajeros de la capital, entonces 1 185, efectuaban este trabajo en condiciones manuales precarias y desfavorables. En ese mismo año, en otros vertederos del país ubicados en Villa Nueva, Quetzaltenango y Escuintla, el número de personas dedicadas a esa faena era menor y lo hacían de forma esporádica.

¿Cómo ocupó este grupo el vertedero de la zona 3?, ¿era originario de la capital?, ¿qué sucedía con los niños de las familias?, la investigadora indagó y obtuvo algunas respuestas.

Por ejemplo, el 69 por ciento era originaria de la capital, Chinautla, Amatitlán, Villa Nueva y Villa Canales; y un 16 por ciento provenía de Quiché; un 15 por ciento de Escuintla y el 11 por cierto de Chimaltenango. De estos departamentos migraron a la ciudad y se asentaron en los alrededores del botadero y rentaron cuartos. “Después construyeron champas en terrenos que invadieron en el vertedero municipal”, dice el documento.

Más de 100 familias vivieron entre la basura hasta 1990, cuando la municipalidad de Guatemala las desalojó. Sin embargo, con el apoyo de la oficina del Procurador de los Derechos Humanos (PDH) obtuvieron una vivienda mínima como compensación. Los guajeros se trasladaron años después a la colonia La Libertad, construida por la alcaldía capitalina, frente a la puerta de ingreso del vertedero.

El censo municipal de 2001

De acuerdo con los datos de la alcaldía de Guatemala, en 2001, eran 1 185 las personas que se dedicaban a buscar “lo valioso”, entre toneladas de basura. De ellos, 806 eran mayores de 18 años, en su mayoría mujeres (427), y 379 menores, la mayoría entre 10 y 14 años.

Sin embargo, para De León resultó un dato curioso la edad de quienes clasificaban la basura. Las mujeres tenían un rango de edad entre los 30 y 39 años y los hombres entre los 15 y los 29 años. También que había más mujeres que hombres mayores de 60 años.

Del total de la niñez, la investigadora evidenció que 24 tenían menos de 3 años. “Acompañaban a las madres en el trabajo porque ellas no tenían un lugar para dejarlos o una persona para que los cuidara”, se lee en el informe. “Otros 102 nacieron y crecieron en el ambiente del botadero pues sus madres trabajaban allí aún antes de que ellos nacieran. Esta actividad es parte de ellos. Los menores visualizan el vertedero como un ambiente propio al cual se han acostumbrado”, indica.

“En ellos se da una especie de herencia de los padres que son quienes los llevaron al vertedero. Cuando son niños llegaban como acompañantes. Sin embargo, en el transcurso del tiempo aprendieron a seleccionar el material y a contribuir con el trabajo familiar. Se puede decir que los niños comenzaban a clasificar basura a partir de los 4 años”, añadió De León. Cuando crecían se separaban de los padres y se dispersaban a otras áreas del botadero en busca de materiales para vender.

El 1 de abril de 2005, cobró vigencia el Acuerdo COM-006-2005, del Concejo de ciudad de Guatemala, que prohibía el ingreso de menores de edad al vertedero de la zona 3 y delegaba a la Dirección de Medio Ambiente la responsabilidad del control del acceso al lugar. Asimismo, le otorgaba a la dependencia la facultad de coordinar acciones con la Policía Municipal (PM), para este propósito.

No obstante, la presencia de niñez y adolescencia dentro del botadero municipal se mantuvo hasta 2018.

Redes familiares

Según el estudio, el 70 por ciento de las personas que se dedican a la clasificación y comercialización de desechos había construido redes familiares en el vertedero de la zona 3. Tenían algún pariente que recolectaba y clasificaba basura en lugares distintos dentro del botadero. “En algunos casos los esposos, o uno de ellos, separaban materiales y llevaban a los hijos. Se conocieron casos de mujeres embarazadas que daban a luz y retornaban con el recién nacido a trabajar entre la basura”, menciona el informe.

Que los hijos acompañaran a sus familias en esta faena se convirtió en una costumbre que influenció a los niños y por ello años después terminaron realizando la misma actividad.

El trabajo efectuado de cada miembro de la familia era diferencial según su edad y sexo. “Los hombres jóvenes tenían mayores oportunidades mientras que las mujeres, ancianos y niños se resignaban a recolectar lo que desechaban, porque no podía competir con ellos”, indicó la investigadora.

Este grupo, el más vulnerable, según De León, se encontraba en constante riesgo de accidentes por su poca fuerza física. Recuperaban materiales en los volcanes de residuos sólidos que habían sido antes revisados por el grupo de hombres. Lo que obtenían era de menor valor económico. “Las mujeres y niños se quedaban con tela, ropa o zapatos. La mayor parte reutilizable y en mínima parte para vender como material reciclable”, consideró. Las mujeres deshilachaban las telas y así fabricaban estopas de guaipe que vendían en las ferreterías de las zonas 3 y 7.

Además, varias mujeres se veían obligadas a llevar a sus hijos pequeños al vertedero, ante la falta de condiciones para que alguien más los cuidara. De León observa cuando bajaban con los niños las veredas del barranco hasta el lugar en que los camiones amarillos disponían los desechos sólidos.

“Aunque había familiares o amigos, las mujeres se dispersaban y comenzaba una competencia por recuperar la mayor cantidad de material. Los niños se separaban de las madres, lo cual los hacía más vulnerables a accidentes”, dice. Hubo casos de menores que quedaron enterrados entre la basura o la tierra o se lesionaron por no apartarse a tiempo del paso de tractores.

“En este trabajo cada quien es lo que recolecta. Los niños, ancianos y mujeres, los más pobrecitos recogen plástico. Los más fornidos, cartón, porque en grandes proporciones pesa más. Hay que irse a pelear con otros para tener más material. Peleo porque si no me comen, me lo quitan todo. En el basurero no soy padre, soy uno más. Me empujan y me quitan mi material”, expresó un clasificador a la investigadora.

¿Qué pasó con la clasificación de la basura en Guatemala?

Los ingresos diarios

En esa dinámica de fuerza, precariedad y sobrevivencia, las mujeres con niños y adultos mayores obtenían ingresos diarios entre Q10 y Q20; mientras que hombres y mujeres solteras entre 35 y 60 años entre Q20 y Q40. Los ingresos de los hombres de 15 a 30 años eran superiores. De León calculó en el estudio de Q40 a Q100 diarios o más. Por ejemplo, en 2001, cuando se hizo la investigación, un frasco de perfume original se pagaba entre Q30 y Q50.

El 93 por ciento de los guajeros le respondió a De León que les gustaba trabajar en el vertedero. El resto dijo que no tenían otra opción de trabajo o que lo hacían por costumbre.

Una de las ventajas de recolectar y clasificar basura, dijeron algunas de las personas entrevistadas por la investigadora del CEUR, era no tener un jefe que los obligara a cumplir con un horario fijo. Además de obtener ganancias sin hacer ninguna inversión. Agregaron que de forma independiente cada uno organizaba su horario y la mayoría dedicaba a la faena seis días a la semana, entre cuatro y 12 horas diarias.

A las 5 horas, ingresaban al vertedero las primeras personas, mientras que el personal municipal comenzaba su jornada laboral a las 7. “Trabajan mientras hay claridad y en la tarde se dedican a la venta del material. Casi no descansan”, mencionó la investigadora.

Dos clasificadores contaron a De León que en el vertedero no se descansaba. “Tenemos que estar listos porque nos ganan la cacha y ya no llevamos nada a la casa”, dijo uno de los entrevistados. El otro afirmó que en sus pueblos no tenían nada. “Ahora podemos ganar por lo menos Q15 o Q20 diarios, para mantener a nuestros hijos”.

Niveles de escolaridad

De León incluyó en su estudio los niveles de escolaridad de las 1 185 personas, que en 2001, clasificaban y recolectaban basura en el vertedero de la zona 3 y descubrió que 521 (44 por ciento) no sabían leer y escribir. En tanto, 343 cursaron de primero a tercer grado de primaria y de estos, 68 avanzaron a cuarto, quinto y sexto grado del nivel primario. Dos terminaron la secundaria y uno se graduó del diversificado y se inscribió en la universidad.

La investigadora entrevistó a la joven que se graduó de bachillerato. Entonces tenía 24 años y decidió continuar su vida trabajando en la recolección de basura. “En otros trabajos piden muchos requisitos, papeles, entrevistas. Mientras que aquí viene uno y consigue algo diariamente. Además vengo por unas horas pues no puedo dejar mucho tiempo a mis hijos solos”, reconoció. De haber seguido en esta dinámica, la entrevistada tendría hoy 48 años.

Mejoras en las instalaciones

A partir del año 2000, la municipalidad de Guatemala realizó obras en el botadero de la zona 3. Se construyó un muro perimetral y una garita para el control de ingreso de personas y camiones autorizados. A los clasificadores de residuos sólidos se les entregó un carnet de identificación igual que a los pilotos de los automotores.

Se pavimentó la calle de ingreso al lugar y mejoró la seguridad pública, ya que, el sector era blanco de delincuencia. A diario se reportaban asaltos, vandalismo y la violación de mujeres.

Pese a la aprobación de un reglamento que prohibía el ingreso de niños al vertedero, los menores acompañaban a los adultos o ingresaban solos al sitio. Hasta 2019, con las nuevas disposiciones de la Dirección de Gestión y Manejo de Residuos y Desechos Sólidos, se logró un mayor control sobre el grupo, que hoy se le conoce como recicladores y que suman 1 140 según la municipalidad de Guatemala.

Desde hace 70 años hay personas que viven de la recolección y clasificación de la basura en la capital y han utilizado el terreno del vertedero público para generar una actividad que a diario les genera ingresos económicos. Con la vigencia del acuerdo gubernativo 164-2021, el pasado 11 de febrero, los recicladores del botadero de la zona 3, dijeron que al separarse la basura en tres categorías, disminuiría el material reciclable en ese vertedero.

La alcaldía de Guatemala cuenta con un censo de 2004, que registró información de 1 140 personas que trabajan en el vertedero, de los cuales 717 son recicladores. Se desconoce si los actuales clasificadores son familiares de los grupos que comenzaron a trabajar en el vertedero hace 70 años. En las protestas del 11 y 18 de marzo, algunos dijeron que aprendieron ese oficio de sus padres y abuelos.

El colapso del tránsito en la zona 13 de la capital, provocado por esta manifestación, obligó al ministerio de Ambiente a participar en una improvisada reunión con la finalidad de llegar a acuerdos tanto con los recicladores, como con los dueños de camiones recolectores de basura. Desde esa fecha, la municipalidad ha convocado a dos reuniones. La última sería esta semana, pero se canceló por el cierre de calles y avenidas de otra protesta en contra de un seguro vehicular.

Edwin Castellanos, viceministro de Ambiente, señaló que se reformará el reglamento para la gestión integral de los residuos y desechos sólidos comunes, de forma que quede una cláusula de manera temporal dedicada a la capital. En este municipio, la basura se separará en material orgánico y no orgánico con el fin de no afectar a los clasificadores. Las modificaciones tienen que ser firmadas por el presidente Bernardo Arévalo.

Quienes clasifican los desechos dicen que con la separación de basura en tres categorías: orgánico, inorgánico y reciclable, serían los transportistas quienes se beneficiarían con la norma, al recibir la basura clasificada desde hogares, empresas y comercios. Sin embargo, a esta afirmación le falta sustento cuando a diario se registra el ingreso de cientos de toneladas de residuos sólidos que se generan en ciudad de Guatemala y 14 municipios del área metropolitana. El reglamento se modificará para que en la capital, las personas que clasifican continúen la lucha por sobrevivir así como sus padres y abuelos. La basura revuelta solo beneficia a unos pocos. Los más fuertes, porque quien tiene la fuerza tiene el poder, lo que en este caso se traduce en ingresos económicos.

Lea la primera parte de reportaje:

La ruta de la basura en Guatemala: la historia del vertedero de la zona 3

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