En los pueblos que rodean la ciudad de Guatemala, ubicados al nororiente del departamento, persisten tradiciones y prácticas que contrastan con la urbanización desbordante de la capital. Estas comunidades, a menudo invisibilizadas por la expansión del concreto, resguardan un sentido de pertenencia y conocimiento colectivo, pero también una visión alternativa de lo que significa vivir en comunidad. Entre estas prácticas destaca la tapisca, una actividad agrícola que constituye la base de la identidad rural y cultural en la región.
Por Wellinton Osorio
Fotos de Efraín Alvizures
La tapisca: tradición y significado
La tapisca es el proceso manual de recolección de maíz. Esta práctica, fundamental para la economía y alimentación del país, aún se realiza en comunidades rurales del nororiente del departamento de Guatemala, como San José del Golfo, Palencia, San José Pinula y San Antonio La Paz, del departamento de El Progreso. En estos municipios, la práctica no solo asegura la subsistencia alimentaria, sino que también fortalece los lazos comunitarios y preserva los conocimientos ancestrales.
Los municipios mencionados, que marcan una transición hacia el área conocida como el Corredor Seco, enfrentan retos producto de la crisis climática y las dificultades económicas de los pequeños agricultores. A pesar de estos obstáculos, la tapisca sigue siendo un símbolo de resiliencia comunitaria ya que en este sector del bajío, los agricultores utilizan prácticas que permiten la conservación y regeneración del suelo, utilizando métodos de asocio de cultivos, evitan la quema del suelo y en época de verano forman grupos que monitorean incendios forestales y realizan brechas de prevención, sumado a las acciones de regeneración que realizan con el apoyo de un líder comunitario que mantiene un corredor biológico en la zona.
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Historias del campo: Don Chepito y don Hugo
En diciembre, José Díaz, mejor conocido como don Chepito y don Hugo Gatica, agricultores de Palencia, inician la recolección de sus cosechas. Viajan al bajío acompañados por algunos familiares, hijos o vecinos que se unen a la labor de tapiscar. En estos procesos, también es vital la participación de las mujeres, quienes asumen trabajos de cuidado como la preparación de alimentos y el acompañamiento en el bajío. Sin ellas, la tapisca no estaría completa. Este esfuerzo refleja no solo el arduo trabajo del campo, sino también el compromiso con una tradición que conecta a las comunidades con su entorno.
Don Chepito sostiene un manojo de frijol en vaina de la variedad arbolito. Después de cosecharlos, los aporrean en el mismo lugar, permitiendo que la basura se integre al suelo para nutrirlo. En la siguiente temporada de siembra, rota el cultivo, favoreciendo así la regeneración del suelo.
Doña Elena Gómez, junto a sus dos hijas y tres hijos, llega al bajío para apoyar a don Chepito en la recolección del frijol. A don Chepito le apoyan en esta tarea su familia desde hace varios años. Como retribución, él comparte parte de la cosecha, contribuyendo a la soberanía alimentaria de la familia de doña Elena durante el año y refuerza los lazos de solidaridad comunitaria. Para esta actividad, apartan hasta una semana para estar en el lugar de la tapisca, por lo que deben preparar alimentos y ropa para pasar varios días allí hasta terminar.
La tapisca se realiza tradicionalmente durante el mes de diciembre, que incluye la cosecha de cultivos sembrados entre mayo y junio. Este proceso tiene lugar en el sector conocido como el Plan de la Burra, en el bajío de Palencia, una zona de transición al Corredor Seco de Guatemala. Este trabajo demuestra la importancia de preservar estas prácticas tradicionales.
Se le llama Corredor Seco a un grupo de ecosistemas que se combinan en la ecorregión del bosque tropical seco de Centroamérica, que inicia en Chiapas, México; y, en una franja, abarca las zonas bajas de la vertiente del Pacífico y gran parte de la región central de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y parte de Costa Rica (hasta Guanacaste), según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
En esta región se presenta el fenómeno cíclico de la sequía, que provoca desastres ambientales y productivo económicos en el ámbito nacional y regional.
Los tres hijos de doña Elena posan en medio de un descanso en la jornada de trabajo. Mientras descansan a media mañana, don Chepito reflexiona: “La tapisca no es solo trabajo, es un encuentro de vida comunitaria. Durante hasta 15 días, agricultores y sus familias completan cuadros de frijol o maíz, enfrentando desafíos como las quemas de llantas y basura en fincas cercanas, pero agradeciendo siempre la bendición del agua pura nacida del bosque. Con semillas de calidad y tierras fértiles, los agricultores mantienen vivos sus cultivos. Esta tradición no solo alimenta a las familias, sino que también fortalece la identidad rural frente a las tensiones externas y la urbanización”.
Después de reflexionar sobre la tapisca, don Chepito se detiene a sonreír y pide que le tomen una fotografía sosteniendo matas de frijol de la variedad arbolito, un tipo que no requiere de vara para cargar. La tapisca, junto con el cultivo de variedades tradicionales como el frijol arbolito y los maíces nativos como el jubanito y la cuyuta, simbolizan la resistencia y la riqueza cultural de los pueblos rurales de Guatemala. Estas prácticas nos invitan a reflexionar sobre lo que podría perderse si se diluyen las fronteras entre la ciudad y el campo.
Don Hugo Gatica lanza una mazorca de maíz de la variedad cuyuta hacia el espacio designado para reunir la cosecha, una semilla nativa que aún se conserva en el bajío de Palencia. En muchas comunidades, la tapisca se organiza según el calendario agrícola y lunar, lo que refuerza la conexión con la naturaleza. Este evento es también un momento de encuentro colectivo, donde familias enteras trabajan juntas para garantizar las cosechas y celebrar la abundancia. Aunque muchas semillas nativas se han perdido, varios agricultores del bajío aún conservan estas variedades y cada año resguardan semillas para la próxima siembra.
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Don Hugo Gatica sostiene un tapiscador, una herramienta tallada en madera que utilizan cada año para abrir las mazorcas de maíz y retirar la tusa (hoja que envuelve la mazorca del maíz). Esta herramienta la conserva desde hace más de 15 años. Las herramientas como esta son una parte importante de la tradición, sin embargo, hoy en día, muy pocos agricultores conservan herramientas talladas en madera, que acumulan años de historia y transmisión de conocimientos. La mayoría de ellos utiliza un clavo. Preservar estas tradiciones es esencial no solo para garantizar la seguridad alimentaria, sino también para valorar las raíces que sostienen a las comunidades que alimentan a la ciudad.
Don Hugo explica que fabricar y tallar un tapiscador también es una parte importante de la práctica, ya que representa un arte de los agricultores. No se trata solo de lo que ocurre en el campo, sino también de cómo nos preparamos para cosechar y el cuidado que le damos “al bendito maíz que nos da de comer durante el año. Por eso, nuestro tapiscador tiene que ser lo más bonito y elegante posible”.
Al final de la jornada, guardan las mazorcas de maíz en costales y las trasladan a un lugar seguro, una troje, para conservarlas durante el año. En la foto, vemos maíz de la variedad cuyuta, una variedad nativa del municipio de Palencia, de la cual muy pocos agricultores aún conservan semilla. Uno de los que la conserva es don Moisés Quevedo, quien sin ningún tipo de interés, se ha encargado de compartirla con otros agricultores que la han perdido.
La tapisca no es solo un proceso de recolección de la cosecha, sino también un espacio de convivencia humana y comunitaria. Durante los días que dura la cosecha, las personas recolectan algunos ayotes que crecen alrededor de la milpa, que cocinan y endulzan con panela para compartir durante la comida. También cortan quiletes o apazote, que nace de manera natural en la milpa, y los preparan en sopas para la cena. La tapisca es, además, un proceso cultural y culinario que sigue siendo valioso para la conservación del tejido social.
La tapisca, en los pueblos de la periferia de la ciudad de Guatemala, sigue siendo una expresión de resistencia y transmisión cultural en comunidades que se niegan a ser desplazadas por el sentido de identidad urbana. Es una práctica comunitaria que aún conserva un pequeño sentido de comunidad y arraigo a un territorio ancestral.