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Créditos: Diseño de Estuardo de Paz
Tiempo de lectura: 4 minutos

 

En la comunidad de Selich, la llegada de las primeras lluvias abre de nuevo la esperanza para los agricultores que han sufrido las consecuencias de la sequía. Marcelino Choc y su familia se preparan para revitalizar sus cultivos de maíz, frijol y cardamomo.

Por Juan Bautista y Nathalie Quan

Marcelino Choc, un agricultor curtido por el sol de 54 años, labra la tierra junto a su esposa desde que ella era apenas una joven de 21 años. Juntos han sobrevivido a base de esfuerzo y dedicación a la agricultura. Sin embargo, la nostalgia se asoma en sus miradas al recordar las cosechas de antaño, mucho más abundantes que las escuálidas que hoy obtienen.

Selich, su comunidad enclavada en el sector de Sexan, en el municipio de El Estor, Izabal, no es la única que batalla contra la sequía. Junto a las 17 comunidades vecinas, comparten el temor a las repercusiones de la inminente exploración minera de la empresa “Minas del Norte”.

El 4 de noviembre de 2021, durante el gobierno de Alejandro Giammattei, esta empresa guatemalteca solicitó al Ministerio de Energía y Minas (MEM) una licencia para explotar yacimientos de níquel, cobalto, hierro, cobre, plomo, zinc, plata, oro, tierras raras y otros minerales, por un plazo de tres años en la región de Sexan. Aunque no se autorizó la operación, la solicitud se encuentra activa.

A pesar de las adversidades, Marcelino Choc, un indígena Q’eqchi’, mantiene la esperanza viva. Las primeras lluvias de julio representan para él y su comunidad la oportunidad de retomar el cultivo de la tierra, una actividad que ha sido su sustento y forma de vida durante generaciones.

Foto de Juan Bautista

Tras cuatro meses de sequía que afectaron sus cultivos de maíz, frijol y cardamomo, Marcelino y su comunidad se enfrentan al desafío de la resiembra. “Sembré un mes más tarde de lo habitual debido al cambio de clima”, relata. “Solíamos empezar la siembra el 10 de mayo para cosechar antes de los fuertes vientos de septiembre. Pero este año, nos atrasamos. Es la primera vez que esto nos sucede”, asegura.

La sequía golpeó duro al agricultor, quien apenas logró cosechar dos costales de mazorca de dos manzanas de milpa. En esta cosecha solo obtuvo 323 libras de maíz y reportó una pérdida de más de Q1,500.00 invertidos. Además, un incendio en abril pasado acabó con una manzana de su cardamomo.

En la comunidad de Selich, las familias están acostumbradas a cultivar maíz dos veces al año: en enero y mayo, para cosechar en abril y septiembre, respectivamente. Sin embargo, este año, la comunidad va con retraso. “Nuestra milpa tiene apenas tres semanas para lograr una cosecha decente. Junto a mis hijos, trataremos de limpiarla y usar algunos fertilizantes químicos, aunque aquí no se usan mucho estos productos. Creemos que pueden ayudar en algo”, explica Marcelino.

Rosalina Yaxcal, su esposa, comparte la misma preocupación. “Lamentamos lo sucedido durante la sequía y tememos una posible tormenta que pueda desbordar los ríos y dañar nuestros cultivos”, indicó.

“La sequía siempre trae consecuencias de vida, que se traducen en hambre y pobreza, tal como decían nuestros abuelos”, recordó en su idioma Q’eqchi’.

La esposa de Marcelino Choc cuenta cómo han logrado sustentar a su familia gracias a las ventas de sus cosechas de banano, mandarinas y naranjas. Sin embargo, sus hijos ahora enfrentan cosechas muy bajas. Además, la familia teme la posible llegada de la exploración minera a la región, lo que pondría en riesgo los bosques y ríos de su comunidad. “No quisiéramos vernos contaminados por los químicos extraños que utiliza la minería”, señaló.

Don Marcelino, en su rol de alcalde auxiliar de Selich, resalta la gravedad de la situación: “La sequía nos afectó muchísimo, dañando el cardamomo, el café y las plantas frutales. Este año, cuatro manzanas de mi cardamomo que iban a dar sus primeras cosechas se secaron. Estamos tristes porque tendremos que esperar dos años más para resembrar y obtener ingresos”.

Foto de Juan Bautista

A pesar de las dificultades, la comunidad sigue adelante con esperanza y fe. “Pedimos a Dios que en esta temporada podamos obtener algo de cosecha. Aunque la temperatura ha cambiado mucho, esperamos que las lluvias nos permitan recuperarnos”, finaliza Marcelino con un ruego en sus labios.

La historia de esta familia maya Q’eqchi’ es un recordatorio de la importancia de las lluvias para la agricultura y de la necesidad de apoyar a las comunidades rurales en su lucha por la supervivencia y el desarrollo sostenible. Con la fe puesta en la naturaleza y en el trabajo comunitario, Selich anhela un futuro más prometedor, donde sus tierras vuelvan a florecer y su gente pueda vivir en armonía con el medio ambiente.

Este texto se realizó en el marco de la Sala de Creación comunitaria y medioambiental, un ejercicio periodístico colectivo organizado con un grupo de periodistas de territorios de Prensa Comunitaria, bajo la coordinación de Francisco Simón.

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