Créditos: Viñeta Nelton Rivera
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Quetzalteco, estudiante universitario de agronomía y líder en el Centro Universitario de Occidente (Cunoc), detenido desaparecido por el Estado de Guatemala en marzo de 1985. Uno de los 45 mil desaparecidos que los dos informes de la verdad dan cuenta de hechos ocurridos por las fuerzas de seguridad estatales durante el Conflicto Armado Interno (CAI). Joaquín Rodas aparece en el Diario Militar o Dossier de la Muerte, un documento filtrado del interior del ejercito de Guatemala.  

Por Prensa Comunitaria

Los 2 de marzo de cada año no son fáciles para la familia Rodas Andrade de Quetzaltenango, la segunda ciudad más grande de Guatemala a unos 300 kilómetros de la capital.

La desaparición de Joaquín, el hijo y hermano mayor, sigue doliendo como si hubiera sido ayer.

Ya pasaron 39 años y las heridas no sanan, la búsqueda no se detiene, y cada uno de los integrantes de esta familia quetzalteca lo vive a su manera.

El exjefe de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), Jordán Rodas, escribió un mensaje en sus redes sociales.

“Hace 39 años a mi familia y a mí nos hace falta Joaquín Rodas Andrade, mi hermano”.

“Fue detenido y desaparecido por el Estado el 2 de marzo de 1984. Su nombre, su rostro y sus datos aparecen en el Diario Militar. Mi madre hace años escribió y publicó su testimonio y nuestra historia en el libro “El Cristo del Secuestro”.

El poeta quetzalteco, Héctor Rodas, ha subido una foto en Facebook en donde aparece junto con Joaquín y sus otros dos hermanos, Berenice y Jordán.

Berenice, la segunda de los hijos, también le recuerda cotidianamente. Cada uno lo recuerda cómo puede, y como el buen ser humano que fue.

39 años después de su desaparición todavía piden justicia, no venganza.

El padre, José Augusto Rodas Ralón, murió en 2012 antes de verlo de regreso a casa.

Su esposa, Elizabeth Andrade Reyes de Rodas, construyó una capilla en la zona 6 altense, dónde le rezan al Cristo del Secuestro.

Ella, por fe, sigue esperando a su primogénito Joaquín con los brazos abiertos.

Héctor Rodas, explica que justamente cuando desapareció hace 39 años, también era un sábado, con tristeza relata que un día antes, estaban en su casa todos juntos y fue la última vez que lo vieron en 1985.

“Es una angustia y una tristeza que no se logra borrar. Mi mamá es una señora de 88 años, ella estaba hablando y estaba replicando lo que hicieron con mi hijo, fue lo peor que le pudieron haber hecho a una madre”, dice Héctor Andrade.

Se entrecorta, la voz y se disculpa por llorar. Continúa explicando que “Joaquín peleando por causas buenas, le quitaron la vida en la flor de su juventud”. Explica que su angustia es justamente, que no saben nada de Joaquín.

“Nosotros dimos muestras de ADN, como cadáver no ha aparecido. No sabemos si quedó lisiado, si quedó demente por torturas. Nunca nos dijeron nada. Siempre he tenido la idea que este Centro Intercultural debería haber exhumaciones, porque seguro allí hay muertos. Ese lugar es un lugar macabro”, explica.

La historia de su desaparición 

Un día como hoy, hace 39 años, la familia Rodas Andrade vivía uno de los momentos más angustiosos y empezaba su “calvario” por la desaparición de Joaquín Rodas Andrade, secuestrado por fuerzas oficiales del Estado en 1985, durante el Conflicto Armado Interno (CAI) que vivió Guatemala.

Pese a que han pasado casi cuatro décadas de ese momento, la familia de Rodas Andrade guarda la esperanza de encontrarlo.

“Y si mi hijo Joaquín volviera, yo hablaría y suplicaría para que por unos minutos repicaran al unísono las campanas de todas las iglesias de mi ciudad, de mi tierra, donde he vivido y he sentido un gran sufrimiento, al igual que todas las madres a quienes un aciago día nos arrancaron a un hijo de nuestras entrañas”, escribió en su libro, “El Cristo del Secuestro”, Josefa Elizabeth Andrade Reyes de Rodas, que fue publicado en su segunda edición en agosto de 2021, en el día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada.

Joaquín Rodas Andrade fue secuestrado cuando tenía 23 años. Estudiaba agronomía en el Centro Universitario de Occidente (Cunoc) de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac). Fue dirigente de la Asociación de Estudiantes Universitarios de Occidente (AEUO).

“Se acompaña de estudiantes, obreros, campesinos y una banda de proletarios que demanda justicia. Escandaliza a la represión con frases como: Viva la autonomía universitaria, Vivan los pueblos libres del mundo y mientras haya pueblo habrá revolución”, se leía en un afiche con la que tapizaron la ciudad altense sus compañeros universitarios que se unieron a la búsqueda junto con la familia en 1985.

“En esos momentos aún ignorábamos que principiaba nuestro largo sufrimiento, el calvario que nos esperaba sin misericordia a través de los años”, dice la madre de Rodas Andrade.

“A él me lo robaron hace 23 años, ahora estaría cerca de los 60 años. Me han dicho que está cojo, porque fue herido, pero allí se queda la historia. Sigo creyendo que mi hijo está en algún lado lejano, que por algún motivo no nos quieren decir qué pasó con él”, declaraba la madre de Rodas Andrade durante la presentación de la segunda edición de su libro en el 2021.

En Quetzaltenango recuerdan a 53 mártires estudiantiles desaparecidos y asesinados durante el conflicto armado

El Diario Militar  

Una luz de esperanza vio la familia Rodas Andrade en 1999, cuando se conoció de la existencia del “Diario Militar”, un documento que fue filtrado del interior del ejército de Guatemala, en el que registran a 183 personas que fueron perfiladas, seguidas, capturadas y trasladadas a instalaciones militares para torturarlas con el objetivo de obtener información de las organizaciones guerrilleras a las que pertenecían. Luego de esto a la mayoría las mataban y las enterraban en cementerios clandestinos, otras fueron usadas como contactos para el seguimiento de más militantes.

En el Diario Militar, que también era conocido como el “Dossier de la Muerte”, aparecía el nombre de Joaquín quien fue descrito como “Javier” un dirigente estudiantil del Movimiento Revolucionario del Pueblo “Ixim”. Según el documento fue entregado a la S-2 del ejército en la Brigada Militar 17-15, “Manuel Lisandro Barillas” de Xela -Quetzaltenango-.

“Nos dijo que había una gran esperanza de vida, porque en una de las últimas páginas del Diario Militar estaba la fotografía de Joaquín, pero que no estaba marcada con el código de muerte que tenían otras fotografías”, según describe la madre de Joaquín en su libro.

Una Capilla para pedir por su regreso

En la zona 6 de Quetzaltenango, la familia Rodas Andrade edificó una capilla para pedir a Dios el regreso de Joaquín. Una capilla que decidió construir hace 20 años como promesa a la Virgen de Fátima para que intercediera por Joaquín. La capilla fue consagrada por el cardenal Alvaro Ramazzini.

“He decidido que cuando muera donaré la capilla a una fundación, para que más personas encuentren un refugio para soportar el dolor de perder a un familiar”, relató la madre de Joaquín en su oportunidad.

Asimismo, la capilla la usan para retiros espirituales de jóvenes.

En su libro Rodas cita: “Hace 18 años hubo un retiro espiritual en la capilla. Ofrecieron las pláticas dos hombres eruditos en la fe católica, venidos de la capital. Fue un día de gran y feliz realización. Hubo misa y rezo del Santo Rosario. Todo fue solemne y a mí me alegró ver que la capilla está cumpliendo su cometido, y que en ella se venera al Cristo del Secuestro”.

La historia de la desaparición de Joaquín conlleva una balacera cerca de su casa en la zona 3 altense, cuando salía a estudiar. Desde entonces no se sabe nada de él.

“Joaquín era muy inteligente, cariñoso, serio y le gustaba luchar porque los pobres tuvieran acceso a la educación. Eso no les pareció a los gobernantes”, recuerda la familia del estudiante desaparecido.

Su mamá, aún guarda la esperanza de volverlo a ver.

“Todo fue tan rápido. Yo era tan feliz con mis cuatro hijos, pero desde aquel día nada fue igual. Empezó nuestro calvario por encontrarlo”, ha asegurado doña Elizabeth, una madre de un estudiante secuestrado durante el conflicto, como muchos más.

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