Créditos: Prensa Comunitaria
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Esta secuencia de soles/

 esta cadena de noches/

donde florecen siempre/

 las auroras/

 me obligan/

 a cumplir mi condena de muertes/

 y resurrecciones.

(El Tiempo; Alaíde Foppa)

Por Kajkoj Máximo Ba Tiul 

Nuestros abuelos nos cuentan que, inmediatamente después de la contrarrevolución contra Árbenz (1954), creció la discriminación y el racismo en contra de los pueblos Poqomchi’ y Q’eqchi’ de Alta y Baja Verapaz. El control político, social, militar y religioso de los pueblos lo tenían miembros de la población no indígena, con apoyo de una pequeña burguesía indígena, a quienes se les engañó con el discurso anticomunista, “que había que defender la patria ante los guerrilleros-comunistas, come niños y quita tierra”.

Con ese miedo, obligaron a indígenas a pertenecer a las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). Los indígenas principales del pueblo, en su mayoría cofrades y chinames, exigían dinero a muchos indígenas y luego se lo entregaban al comisionado militar, para comprar rifles calibre 22 a la zona militar de Cobán, Alta Verapaz. Unos rifles, que al disparar un tiro se recalentaba. Con estas armas, los ponían al frente de algún batallón del ejército, para ejecutar todas las acciones supuestamente en contra de la guerrilla: tierra arrasada, secuestros y desapariciones, torturas y asesinados.

No se puede negar la participación de muchos jóvenes indígenas y no indígenas en los movimientos reivindicativos de ese tiempo. Muchos participaban como miembros de organizaciones campesinas, grupos de iglesia católica, movimientos estudiantiles en el Centro Universitario del Norte y en el Instituto Emilio Rosales Ponce. Otros, habían salido a estudiar fuera del departamento y participaban en el emergente movimiento indígena de esos años.

Basta con recordar el encuentro de líderes y lideresas mayas a finales de 1970 de todo el país, en la casa de Vitalino Calel Caal, de quién aún no sabemos su paradero. La participación de líderes de la talla de Esteban y Antonio Pop, quienes habían participado en encuentros internacionales sobre pueblos indígenas, fue importante.  Se hablaba de “reivindicar” y fortalecer la identidad maya en todo sentido. Las reflexiones de ese momento en estos espacios, además del papel que jugaba la cooperativa de Ahorro y Crédito “San Cristóbal” RL, fue importante para iniciar un proceso de lucha contra el racismo y la discriminación.

Estos espacios políticos y sociales, no fueron vistos con buenos ojos, por el grupo anticomunista y racista del municipio y de la región. Quienes inmediatamente, comenzaron a lanzar sus lenguas venenosas para manipular la conciencia del grupo indígena que controlaba el poder religioso y social de ese momento, como las cofradías y chinames y comenzaron a ver en los líderes y lideresas que promovían cambios en el municipio, como la base o semillero en el que se nutría el movimiento guerrillero local.

Los comisionados militares, los judiciales (G2), orejas y jefes de las PAC, decían: “tenemos que arrancar de raíz esta maldición, esta porquería”. Se reunían en los parques o en los corredores de las municipalidades, para planificar sus acciones o para contar como les había ido. Se les veían por las mañanas o por las tardes. A carcajadas contaban cómo lloraban las mujeres, los ancianos, niños y niñas, cuando comenzaban su ataque. “Te acordás como lloraba, parecía mujer” o “Esa lloraba cuando le quitamos la ropa”.

¿Acaso era delito, llevarles regalos y juguetes a los niños de las aldeas en tiempos de Navidad? ¿Era delito pertenecer a un grupo juvenil católico? ¿Era delito andar por las calles con la guitarra para dar serenata a las señoritas o para el Día de la Madre? ¿Era delito organizar las posadas, los repasos o las fiestas para entregar al niño robado la noche de Navidad? ¿Era delito organizar y ser parte del cuerpo de bomberos voluntarios? ¿Era delito organizar fiestas en el pueblo para el Día de Guadalupe o cualquier otro día importante? ¿Era delito organizar la elección de Rixk’un Kaqkoj? ¿Era delito cantar villancicos en la misa de media noche de Navidad y de Año Nuevo? ¿Era delito ser la enfermera del pueblo? ¿Era delito luchar contra la discriminación y el racismo?

Sí, todo eso se convirtió en delito, sin ser delito, ante los ojos de racistas y opresores, quienes convencieron a los colonizados indígenas para reprimir, matar, secuestrar y denunciar a quienes eran considerados un peligro para la sociedad.

El miedo al comunismo, la ignorancia, el racismo y la discriminación y la ambición de quitarles las tierras y el territorio a los pueblos, condenarlos a vivir en la pobreza y la extrema pobreza, fue el motivo, para que el 28 de diciembre de 1981, entrando la noche, sin importar el grito desesperado de los familiares o si eran amigos o hermanos, fueron secuestrados, posteriormente torturados y asesinados: Alfonso Jom Lem, Félix Eduardo Laj Coy, Lázaro Oswaldo Morán Ical y Teresa Jul Cal. Sus restos fueron encontrados en CREOMPAZ.

Volvemos a escribir estas líneas, para que las generaciones que no vivieron estos momentos, sepan que, estos hombres y mujeres, los mató el odio, la ignorancia, el racismo, la discriminación.

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