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América Latina: entre la descolonización y la re-colonización

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Créditos: Prensa Comunitaria.
Tiempo de lectura: 10 minutos

Por Kajkoj Máximo Ba Tiul[1]

América Latina está en un momento importante para redefinir su vida política y económica. Por un lado los movimientos del Sur: Chile, Colombia y Perú; por otro lado, la re-colonización de Estados Unidos y el impulso de planes estratégicos en la llamada región del triángulo Norte: Guatemala, El Salvador y Honduras.  

América del Sur está definiendo su modelo político y económico: Desvincularse del modelo capitalista neoliberal y por lo consiguiente de las políticas nefastas del imperialismo norteamericano. Chile, al haber iniciado el proceso para dejar 30 años del modelo pinochetista y Chicago Boys, ha decidido con sus movilizaciones un proceso de convención Constituyente que tendrá como fin redactar la nueva constitución política y la redefinición de la nación chilena y avanzar hacia el reconocimiento de los pueblos originarios, principalmente el mapuche, con tierra y territorio.

Colombia está buscando la ruta para cambiar de sistema y con posibilidades de llegar a las elecciones del próximo año con mucha fuerza y constituirse como un movimiento social, progresista y de izquierda fuerte, que pueda arrebatarle el poder al uribismo, al neoliberalismo, a la injerencia norteamericana y al crimen organizado, principalmente al narcotráfico.  Las movilizaciones en Colombia tendrán que decidir, mantener el proceso en las calles hasta llegar a las elecciones, o claudicar, pero dejarlo tendrá como resultado que pasarán otros años para que surjan movimientos mucho más rebeldes y reivindicativos como el actual.

Perú, por su lado, optó por la participación en las elecciones últimas en donde la articulación de movimientos de izquierda, movimientos progresistas, campesinos, indígenas, líderes sindicales y una red de organizaciones sociales, sumado al hartazgo de una clase media peruana, lograron en medio del racismo y discriminación que caracteriza la relación de Lima con el resto del Perú, que por una diferencia pequeña de votos llega a la presidencia el maestro Pedro Castillo.   Importante por un lado, porque Pedro Castillo no sale de la nada, como algunos analistas han pretendido hacernos creer[2].   Pedro, es un líder campesino, del magisterio y de las rondas campesinas[3].  Esta organización (Rondas Campesinas) fue creada para defender los territorios del robo de ganado y del terrorismo de estado y de grupos armados como el Sendero Luminoso.  En el momento más fuerte de la guerra en el Perú; “militares, terroristas, ronderos, evangélicos, cocaleros y narcotraficantes, se enzarzaron entonces en un intrincado entramado de alianzas y traiciones, que culminó con la derrota de Sendero Luminoso”[4].  Con este poder lograron convencer a los partidos progresistas y de izquierda, principalmente a los dirigentes de Perú libre, para que juntos pudieran disputar estas elecciones contra el fujimorismo y contra el modelo neoliberal.  Aunque hasta este momento no hay señales claras de que el gobierno de Pedro será progresista y antineoliberal[5], ni mucho menos marxista, mariateguista o indigenista, sobre todo por el origen de su movimiento y por la composición de su partido.  Posiblemente tendremos para estos años en el Perú, un gobierno aplicando un plan híbrido.

Chile, Colombia, y Perú son como el cierre de este ciclo en América Latina.  El cierre de un modelo constitucionalista que inició en 1998 o podríamos decirlo más allá en 1985 con la Constitución colombiana y posteriormente la Constitución ecuatoriana; que reconoce el carácter multicultural y plurinacional de esas dos naciones.  Reconoce la existencia de pueblos originarios y sus derechos como cualquier otro pueblo.  Este reconocimiento pone a discusión el modelo económico y político del neoliberalismo que es impulsado desde las agencias de Estados Unidos, principalmente la USAID y la embajada.  Es cuando se reconoce que los pueblos tienen su propio sistema.  Es la época en que se habló con más fuerza de descolonización, decolonialidad, multiculturalismo y la inclusión del Otro, pero se abandona el derecho a la autonomía y la libre determinación, a pesar de darse en el tiempo de la aprobación del convenio 169.

Los movimientos que hoy se están generando y gestando en el Sur: Chile, Colombia, y Perú, no son los típicos movimientos que estábamos acostumbrados a ver hasta finales del siglo XX.  No son movimientos dirigidos por una clase dirigencial, sino por grupos o sectores que espontáneamente se aglutinan y afianzan con discursos, reivindicando derechos, y en algún momento demandando el plurinacionalismo, en este caso, diferente a las propuestas ecuatorianas y bolivianas.  ¿Estaremos ante un nuevo concepto plurinacional?  Habrá que pensarlo. 

Estos movimientos del Sur, no tienen muy a gusto al gobierno del Norte.  Aquí se vuelven a reconfigurar nuevas relaciones geopolíticas.  No olvidemos que estos tres países, junto con Brasil, forman parte del grupo de Lima, ese grupo de presidentes esbirros y criminales que han estado al servicio de los Estados Unidos para limitar el desarrollo de gobiernos progresistas en la región.  Son estos países que, unidos a Almagro de la OEA, desarrollaron un programa de injerencia norteamericana para desbaratar el programa político y social del gobierno del MAS y de Evo Morales. Países que han sido los alfiles y peones del gobierno de Estados Unidos para impulsar la arremetida contra el gobierno de Dilma Rousseff y Lula da Silva, incluyendo su posterior encarcelamiento para que no pudiera competir en las elecciones en contra de Bolsonaro. 

Estos países, así como desarrollan, bajo las orientaciones y normas de Estados Unidos, del departamento de estado, de la DEA, de la embajada, del Departamento del Tesoro, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de otros organismos internacionales, injerencia e intervención en el desarrollo económico político y social de los pueblos, también reciben orientaciones de tanques de pensamiento del neoliberalismo encabezados por Aznar de España y su fundación FAES y de otros esbirros neoliberales en la región como: Mario Vargas Llosa,  Dionisio Gutiérrez en Guatemala,  Tuto Quiroga en Bolivia,  Almagro en la OEA,  Oscar Arias y Laura Chinchilla en Costa Rica,  Uribe en Colombia, Lasso en Ecuador  y otros que han creado fundaciones e instituciones dedicadas al desarrollo de la economía y de la política desde  lo más crudo y rancio del neoliberalismo en la región.  Personajes que han dejado hundidos en la miseria a los países, algunos como presidentes y otros como supuestos pensadores, como Vargas llosa y Dionisio Gutiérrez que, con sus palabras y reflexiones, destilando veneno, quieren incidir en el pensamiento de los pueblos y manifiestan con su profundo racismo, cómo lo manifestaron sus antepasados hace 200 años con las luchas independentistas, al desconocer y manifestar que los pueblos son incapaces de definir su futuro.

Los pueblos pobres, indígenas,  feministas, LGTBQ, campesinos, mujeres,  trabajadoras de casa, los pueblos de la América Profunda y  quienes se han hartado de la corrupción promovida por el capitalismo neoliberal, que ha ocasionado  la desigualdad  entre los que comen mucho y los que no comen nada,  han iniciado un proceso de liberación y descolonización, siguiendo la ruta histórica de libertadores como: Bolívar,  Martí, muchos años atrás;  Tupac Amaru,  Tupac Katari, Bartolina Sisa, Atanasio Tzul, Manuel Tot y tantos líderes y lideresas, de todos los pueblos: Mapuches, Guaraní, Aymaras, Kichwas, Mayas.

En el Sur han logrado articularse pueblos y movimientos en una sola voz, diciendo; no al neoliberalismo.  Sabiendo que ésta lucha y este camino que iniciaron no es fácil, porque no es suficiente el reconocimiento de sus derechos que se plasman en las constituciones.  No es suficiente una nueva doctrina constitucional o un nuevo cuerpo jurídico que establezca nuevas garantías o nuevos derechos, así como tampoco es suficiente meter a la cárcel a cuanto corrupto y cuánto criminal hay en nuestros países.     

El pueblo organizado y consciente es la garantía para que los cambios perduren y se perpetúen, nos lo han demostrado pueblos que a pesar de toda represión mantienen su dignidad.  Cuba es uno de ellos, por no decir los únicos, o la experiencia zapatista, que han demostrado durante muchos años que para que estos cambios permanezcan, para que estos cambios sean realmente positivos y repercutan en la vida futura de nuestros pueblos, la gente, la gente de a pie, el pueblo, debe cambiar su conciencia política y social.

Solo los pueblos que dejan de ser consumistas, individualistas, y se comprometan realmente con los valores y principios que emanan de los mismos pueblos; que se comprometan a vivir los principios que emanan de las comunidades, como la solidaridad, el apoyo mutuo, el trabajo comunitario. Todo lo que implica vivir lo que algunos llaman el buen vivir.  Solo pueblos con esta forma de vida podrán no solo desmontar el capitalismo, sino mantener y fortalecer los cambios. 

En este sentido, un nuevo constitucionalismo no debe ser para que reconozca el sistema de los pueblos, porque ese es un pacto social para la convivencia y así fue pensada desde la ilustración.   El buen vivir supone que los pueblos ya lo vivimos.  Se manifiesta cuando en las comunidades nadie muere de hambre, nadie se queda sin entierro, nadie vive solo, todos vivimos en comunidad, todos vivimos en solidaridad.  Vivimos en komon.  En este sentido, el camino es tan largo que no basta con el reconocimiento constitucional, cuestión que creo que Chile, Colombia y Perú lo tienen que tener claro.

Esta es la base fundamental para que Estados Unidos no vuelva a manipular estos procesos. Que los pueblos vuelvan a retomar su dignidad. De allí la idea de que no todo se disputa en el parlamento, otros lo disputarán en las calles, en los barrios, en las comunidades. ¿Y cómo? Pues no permitir que nuestro sistema de vida termine reconocido en unas cuantas hojas de papel.  Haciendo que los nuevos Estados respeten que nosotros somos pueblos en movimiento y que vamos más allá de las constituciones y la doctrina de derechos humanos.

En el caso centroamericano estamos aún lejos de pensar en cambios como lo soñaron nuestros antepasados.  Como lo soñó Manuel Tot, Lucas Aguilar, Atanasio Tzul, Manuela Sapón, Micaela Guarchaj, quienes igual se hartaron del sistema capitalista y lograron fortalecer y configurar procesos organizativos que tuvieron en un primer momento frutos importantes como la confluencia de movimientos y de organizaciones políticas y en algún momento la alianza con movimientos guerrilleros en el siglo pasado.

Por eso me interesaba primero definir y repensar lo que pasa en el Sur, porque sólo la capacidad unitaria y posiblemente la actitud humilde de dirigentes; hombres y mujeres de esos países, ha hecho posible comenzar el camino hacia la segunda independencia como lo definiera el compañero presidente Salvador Allende, el camino hacia la construcción del hombre nuevo como lo dijera al comandante Che Guevara.  Sólo la unidad de los pueblos, la unidad de los movimientos, hace posible los cambios.  Sólo la unidad de los pueblos y la unidad de los movimientos harán posible que nuestros países no dependan de las políticas norteamericanas y de un modelo de Estado burgués-oligárquico y criminal. 

Centroamérica y toda América Latina hemos vivido sometidos por las políticas genocidas de los gobiernos y de las elites de los Estados Unidos.  Mientras los pueblos del Sur tratan de enfrentar al capitalismo desde las calles para llegar al parlamento, Guatemala quiere desmontarlo desde las propuestas políticas y económicas del capitalismo.  El capitalismo no se enfrenta con capitalismo.

Parece ridículo que organizaciones de izquierda, progresistas, organizaciones indígenas o los dieciocho ungidos como representantes de la sociedad civil, sigan pensando que la visita de la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, pueda cambiar en algo la estructura corrupta del Estado guatemalteco, cuando sabemos que, para Estados Unidos, un corrupto de hoy es como el genocida de ayer, un corrupto de hoy es como el golpista y al asesino de ayer, no hay diferencia.  Los apoyará e incluso los tolerará hasta que les sirva.  

Y tal vez perseguirá a alguno, pero criará a otro.  Los genocidas, asesinos, sicarios, criminales, corruptos, narcotraficantes son propios del capitalismo y de ningún otro sistema.

Cómo es posible que sucumbamos y hasta tendamos la alfombra roja o el petate indígena para que pase la diseñadora de los supuestos programas económicos y políticos en la región para acabar con la migración, cuando lo que buscan es seguir sometiendo a los pueblos bajo las decisiones injustas e inhumanas del gigante de las cuatro leguas, dijera Martí.  Ese gigante que pone y seguirá poniendo sus botas sobre nosotros.

La migración tiene como causa fundamental, la estructura injusta y las políticas económicas y políticas de los gobiernos y de las élites oligárquicas y burguesas guatemaltecas, vinculadas al capitalismo neoliberal.  Además, la migración es parte esencial de la sociedad humana y por lo tanto es un derecho y no se puede limitar como el terrorismo.  Para mitigar la migración, necesariamente tenemos que limitar que pocas familias sigan enriqueciéndose con los recursos que hay en los territorios de los pueblos. Para mitigar la migración y se acabe el narcotráfico, necesitamos urgentemente el cambio profundo de las estructuras del Estado guatemalteco y de la sociedad guatemalteca, Urge un sistema que redistribuya las riquezas del país, urge un estado que persiga y limite la corrupción[6], el crimen organizado y el lavado de dinero.  Para eso hay que ir al fondo porque estos males no sólo están en los líderes políticos, también en los empresarios principalmente los organizados que incluso quieren o se atreven a incidir en las decisiones del pueblo chileno, del pueblo peruano y del pueblo colombiano, como describimos anteriormente “destilando racismo y discriminación”

Sucumbir ante los dólares que supuestamente invertirá Estados Unidos en el Triángulo Norte, es como cuando un prestigioso Obispo, le dijo una vez a un amigo, cuando se le preguntó; “si era cierto que algunos dólares que llegaban a la iglesia provenían del crimen organizado, el obispo respondió: hijo nosotros sólo vemos llegar los dólares a la iglesia ni sabemos de dónde viene, lo que sí es cierto es que cuando entra se santifica”.  Es lo mismo, lo que está pasando con los grupos de izquierda, progresistas e indígenas, que confiando en los programas financiados por Estados Unidos para limitar o mitigar la migración, están elaborando ya sus proyectos, olvidándose que todo lo que estamos viviendo hoy es producto de la intervención gringa en nuestros territorios.   

Aceptar los dólares anti migración es aceptar la política racista de Biden y Harris, al decir: ¡No Vayan!  Son palabras autoritarias como: ¡Cállate!  Es una orden.  Palabras utilizadas por el opresor hacia el oprimido. Del colonizador al colonizado. Del amo al esclavo.  Del patrón al trabajador.  Del presidente al ciudadano.  Frases como estas, en una sociedad con dignidad, hubiera sido motivo para la rebeldía. Se nos han olvidado las palabras de líderes y lideresas en la historia de nuestros países que le dijeron al rey de España, aquí estás hablando con otro rey no estás hablando con otro súbdito y por lo tanto debes respetarme. 

Rebeldía y dignidad no lo tenemos en Guatemala, en Honduras, en El Salvador, sobre todo porque estos corruptos y estos criminales son corruptos y criminales de Estados Unidos, como en el antaño lo dijeron otros presidentes de Estados Unidos, cuando se referían a los dictadores: “estos son unos hijueputa, pero son nuestros hijueputas”.  Por eso no caigamos en la tentación de pensar que el imperialismo resolverá los problemas más álgidos del país, no olvidemos el Plan Puebla, Panamá, Plan para la Prosperidad, fue diseñado por demócratas.  No olvidemos que los gobiernos demócratas han sido quienes más migrantes han expulsado.  Quienes apoyaron a los corruptos y criminales de Guatemala a que saliera la CICIG.  No olvidemos que hoy siguen manipulando y siguen manejando a líderes, como la nueva política del 2015 y ahora convertirlos en jóvenes progresistas.

Entonces, el camino de Guatemala debe ser trazado por los pueblos.  Tenemos años de ser una colonia norteamericana y se nos olvidaron aquellas frases que decíamos en las calles: ¡y no queremos y no nos da la gana, ser una colonia norteamericana!  Mientras el Sur trata de liberarse, nosotros estamos sucumbiendo ante las maravillas del dólar, ante las maravillas de los programas supuestamente humanos del capitalismo norteamericano. 

Se nos ha olvidado que la única forma para desterrar el capitalismo neoliberal es que los pueblos se conviertan en la vanguardia de la lucha y es el único camino; pero esta vanguardia debe recuperar su dignidad y su rebeldía.


[1] Maya Poqomchi, guatemalteco, filósofo, teólogo y antropólogo.

[2] https://prensacomunitaria.org/2021/06/pedro-castillo-un-fuera-de-serie/, visto última vez el 13 de junio 2021.

[3] https://repositorio.iep.org.pe/handle/IEP/588, visto última vez el 11 de junio 2021.

[4] ibidem

[5] https://perulibre.pe/plan-bicentenario.pdf, visto última vez el 13 de junio de 2021.

[6] https://www.as-coa.org/sites/default/files/CCC_Report_2021.pdf, visto última vez el 14 de junio 2021

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