Créditos: Fabián Campos
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Por Fabián Campos

Elliott Abrams, actual delegado del Consejo de Seguridad Nacional para Irán y Venezuela, es un viejo conocido de la política de Oriente Medio y América Latina. En los años ochenta, el antiguo militante trotskista se unió a la presidencia de Ronald Reagan para combatir a la Unión Soviética y diseñó un complicado juego transnacional de compra-venta de armas y drogas, el escandalo Irán-Contras nicaragüenses. Años más adelante, durante la presidencia de George Bush padre, fue uno de los artífices de la relación entre la Casa Blanca y el gobierno de Israel, así como uno de los responsables de la invasión a Irak. Y desde 2019, de la mano del secretario de Estado Mike Pompeo, es el encargado de diseñar las estrategias de Washington respecto a Irán y Venezuela. 

Esta semana Elliott Abrams ha estado muy activo. Primeramente, el martes 15 de septiembre, Donald Trump firmó en la Casa Blanca un acuerdo entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, en el que los dos países árabes reconocen diplomáticamente al primero. Abrams consiguió romper el acuerdo entre los gobiernos de la región que rechazaba la existencia de un Estado israelí en tierras palestinas. Este hecho trascendental aísla todavía más al gobierno iraní, otra de las tareas que le fueron encomendadas. Irán ha mantenido históricamente una política de rechazo al expansionismo israelí y de apoyo a las fuerzas que combaten la ocupación de los territorios palestinos.

El miércoles 16 de septiembre, Abrams obtuvo otro triunfo. Consiguió que una triada de consultores internacionales de reconocido prestigió redactaran un informe muy duro y contundente contra Nicolás Maduro y altos funcionarios de su gobierno por delitos de lesa humanidad contra opositores a su mandato. El organismo de Derechos Humanos de la ONU va a discutir dicho informe en su sesión del día 23 de este mes y es muy probable que sea aprobado y, con él, se endurezcan las sanciones que tienen a Venezuela sumida en una terrible crisis económica y social. 

El informe de inmediato dio una bocanada de aire fresco a Juan Guaidó y a su “gobierno legítimo”, ya que pudo alejar la negra nube que representó su fallido intento de invasión mercenaria de hace unos meses. En la estrategia de Elliott Abrams, esto es fundamental para impedir las elecciones que se tienen que llevar a cabo en ese país en diciembre próximo y de las que muy probablemente volverá a salir ganador el chavismo venezolano. Si los comicios no se llevan a cabo, Juan Guaidó podrá seguir ostentándose como diputado, mantendrá su inmunidad política para sus actividades antigubernamentales y seguirá siendo una pieza útil en la estrategia de la Casa Blanca. 

A estos dos movimientos se suma la situación en Bielorrusia. La Unión Europea anunció esta misma semana que desconocía los resultados de las elecciones en aquel país y que dieron el triunfo al aliado de Vladimir Putin. La decisión europea marca el inició de un nuevo intento por parte de la Casa Blanca de aplicar “una revolución de colores” para desalojar del poder a gobiernos no dispuestos a garantizar la permanencia de los Estados Unidos como hegemón mundial. En definitiva, una semana que Donald Trump cierra a tambor batiente en política internacional. 

Pero en la sorda lucha global que estamos presenciando, mucho menos visible debido a que los ojos del mundo están centrados en el devenir de la pandemia por la Covid-19, los “enemigos” de los Estado Unidos también juegan.

Durante los años setenta Fidel Castro refrendó su calidad de estratega global burlando a las principales potencias de occidente y sus afamados cuerpos de inteligencia al lograr el desembarcó de cientos de tanques, armas y soldados en África para combatir en Angola. El movimiento tuvo tal éxito que los comandos cubanos fueron definitorios para el inicio del fin del gobierno racista en Sudáfrica. El 16 de septiembre pasado Hasán Rohaní y Nicolás Maduro hicieron algo muy semejante.

Un barco iraní, con los aparatos de rastreo apagados, sin nombre, sin bandera y con millones de litros de gas, llegó a Venezuela. Al desembarcar su carga, el barco iraní no solamente burló todos los sistemas de inteligencia de los aliados de Estados Unidos, sino a los propios militares estadounidenses en sus múltiples bases diseminadas por el mundo. Pero, además, el gas servirá para que Venezuela pueda producir millones de toneladas de gasolina, burlando así uno de los elementos clave diseñados por Elliott Abrams para derrocar a Nicolás Maduro. 

¿Cómo responderá Donald Trump ante esta humillación? La respuesta es todavía una incógnita. Pero la maniobra iraní-venezolana pone a Abrams en una posición muy débil y compromete aún más a una estrategia que desde enero de 2019, cuando él se reincorporó al Departamento de Estado, no ha hecho más que ir de fracaso en fracaso.

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