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Créditos: Pedro Valtierra, Petén, 1982
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Luis Ovalle

Nunca en las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) existió una política de reclutamiento forzoso, mucho menos la más mínima intención de incorporar a niños y niñas como combatientes; sin embargo, las condiciones en Guatemala, a raíz de las operaciones de tierra arrasada, masacres y genocidio, que aplicaba el ejército, obligaban a familias completas a huir a las montañas, convertirse en poblaciones en resistencia o a cruzar las fronteras, para refugiarse en poblados de nuestro hermano país México.

Otras familias preferían alzarse en armas; apoyar a la guerrilla en zonas de retaguardia, donde además podían participar en escuelas políticas, militares, convivir con personas con las que se identificaban y garantizar su seguridad. Hubo una generación de pequeños, entre 12 y 15 años, deseosos de ser como sus padres y “luchar por Guatemala, la revolución y el socialismo”.

Fue la propia capitana María la que ordenó cuidar y proteger aquella manadita de “ishtos” bulliciosos, de manera que se estableció una escuelita infantil, con maestros y maestras de distintas materias. En la escuadra menuda se formó Tania, sobrina del sargento Rubelio, jefe de la patrulla logística de frontera; sobrina también de Mynor y del subteniente Belarmino, combatientes de primera línea.

Estaba Pavel, un compañerito de unos 13 años, de baja estatura, (…), hijo del compañero Aldana, quien fue combatiente y comisario político; Raúl, Juan Antonio, Ottoniel y Camilo. Era difícil formar a aquellos patojos, principalmente a Pavel, uno de los más inquietos; la misma capitana María, en alguna de sus temporadas en Petén, se encargó de instruir a la escuadra menuda; la teniente Lidia y la teniente Niurka, fueron otras de las mentoras; seguramente fue dificultoso preparar a cada uno de ellos; pero dieron sus frutos.”


Tomado de: Historias y anécdotas guerrilleras (Guatemala, 2020, de próxima distribución), texto publicado en la cuenta de Facebook de Ricardo Saenz de Tejada.


Fotografía: “Pavel”; Pedro Valtierra, Petén, 1982

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