La vida que persiste en los parques vacíos durante la pandemía

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Créditos: Voces de Sololá
Tiempo de lectura: < 1 minutos

Por: Voces de Sololá

Ayer viajé a la ciudad de Quetzaltenango. Al llegar, me dirigí al teatro municipal, que este año está cumpliendo 125 años de haber sido inaugurado, donde me detuve un momento porque me impresionó la gran cantidad de palomas que estaban revoloteando en ese lugar, como esperando que alguien apareciera para poder alimentarlas.

Me conmovió pensar que ellas también sufren por la pandemia de coronavirus, porque se han quedado sin visitantes que habitualmente les regalaban su alimento. Ellas también son seres vivos que necesitan comer.

Mientras reflexionaba sobre el distanciamiento social que ahora ha dejado vacíos los parques y sin alimento a las palomas, me sorprendió un señor que sin decir nada, empezó a tirar unos granos para alimentar a las hambrientas aves. Pude ver que en un instante, unas 300 palomas se avalanzaban de inmediato sobre los granos.

Mientras el bullicio y aleteo de las aves hambrientas incrementaba, vi que poco a poco se acercaba un perro para intentar cazar a alguna desprevenida. El perro que tampoco parecía tener dueño también tenía hambre. En está crisis de pandemia los animales  sufren y corren el peligro.

Antes, era común ver cómo llegaban las familias enteras a los parques a comprar alimento para las palomas. Su venta era al mismo tiempo una fuente de ingresos para los vendedores. Las niñas y niños se divertían correteando y alimentando a las aves mientras los adultos conversaban o paseaban.

Ahora no hay vendedoras, ni familias, ni las niñas y niños correteando por el parque, solo quedan cientos de palomas hambrientas.

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