La caravana hondureña, el desempleo y la violencia

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Créditos: Internet.
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Alberto Ajk’abalna

Desde su salida de Honduras, la llamada Caravana de Migrantes ha topado con muy diversas dificultades en su trayecto por países vecinos: ya el hambre, ya la falta de recursos económicos, ya la incomprensión de la sociedad espectadora del fenómeno. En Chiapas, México, no ha sido la excepción.

Las autoridades municipales, estatales y federales, siempre han respondido con la fuerza bruta a un bloqueo carretero, un volanteo, un mitin, una marcha… Es lamentable la violencia con la que pretendieron evitar el tránsito de la caravana hondureña, a la que se han integrado salvadoreños y guatemaltecos, en los límites de la geografía mexicana.

La policía y el ejército nunca resuelven un fenómeno social mediante el diálogo. Recordemos Aguas Blancas, Atenco, Nochistlan, Tlatlaya, Ayotzinapa, por mencionar los casos más conocidos en México. Estas fuerzas (en efecto… fuertes…) son entrenadas sólo para recibir y cumplir órdenes, el consenso racional va en contra de su constitución misma. Masacran, torturan, violan, incineran y desaparecen estudiantes, mujeres, niños, luchadores sociales que defienden sus tierras, que exigen su derecho a ser atendidas sus demandas académicas, etcétera. Son abominables las acciones que ejecuta la policía municipal, estatal, federal y el ejército, actuando en contra de grupos sociales desarmados.

La fenómeno es inédito. Las migraciones transfronterizas de ordinario han sido de grupos familiares, individuales; lo que estamos viendo hoy día son grupos mucho mayores.

Es natural que la gran mayoría de los mexicanos estemos sorprendidos. Unos prefieren callar, guardar silencio para no ser objeto de burla, o ser comparados con Donald Trump; otros leen las opiniones vertidas en las redes sociales y las critican, sin mostrar una postura concreta. Lo poco común del suceso, deja noqueados a muchos; no saben cómo reaccionar. Algunos opinan lo que opina su líder, su representante organizacional; otros van de un lado a otro, leyendo comentario tras comentario, aceptando unos y condenando otros. ¡Qué está pasando?

De antemano se sabe que la caravana se va a dispersar: no todos van con posibilidades de llegar hasta los EU. Muchos simplemente decidirán quedarse en cualquier parte del territorio mexicano, y, en efecto, la de por sí precaria economía mexicana sufrirá nuevos cambios.

 

Reacción social

Este acontecimiento, producto de la crisis económica, lo estamos leyendo desde puntos de vista distintos. Por una parte, quienes trabajan con sueldos de hambre; por otra, quienes buscan trabajo sin éxito alguno; por último, quienes rechazan la idea de abrir espacios de empleo y que esa oportunidad no sea para ellos. Los que tienen un buen empleo, que cuentan con plaza y están sindicalizados tal vez opinen que no está mal recibir la caravana, incluso “qué bueno que les den chamba, mis felicitaciones al gobernador”, dirán. Las organizaciones sociales se verían muy mal rechazando la caravana, pues no se acabarían la crítica en redes, y en los distintos medios.

Los que no disfrutan del Facebook en el celular y les refieren el caso se sorprenden a tal grado; la primera reacción no es la de condenar, de despreciar, rechazar, sino “pero si aquí tampoco hay trabajo”, “si ni yo consigo emplearme”, el desasosiego se apodera de ellos.

Quiero ponerme en el lugar de ellos y entender que la versión que cada individuo o grupo social vierte viene de su preocupación por sí mismo. No obstante, téngase en cuenta que mucha de la discriminación y la criminalización llega de gente acomodada económicamente, así como de la élite política que busca manipular la opinión pública para justificar primero detenciones, encarcelamiento, luego represiones o, incluso, torturas y desapariciones.

La caravana sigue avanzando, un río humano viene ocupando carreteras, tráileres, camiones, con las mochilas al hombro, cargando la esperanza de llegar al Norte.

Según entrevistas realizadas por periodistas a integrantes de los centroamericanos en movimiento, abandonaron su país de origen por falta de trabajo; otros explican que no les abren vacantes de empleo porque necesitan mano calificada; y en un video enviado por mi amigo Lucas Jeremías Hernández, dirigente de la Central Campesina Ch’ortí, Nuevo Día, con sede en Camotán, del departamento de Chiquimula, casi frontera con Honduras, muestra a un hondureño lamentando la migración de sus conciudadanos, pues se quedó sin trabajadores para la extensión de tierra que posee. Asegura que a los empleados sólo les alcanza para medio vivir, mas no para ahorrar, mucho menos para construir un patrimonio.

El gobierno hondureño, luego de la vergüenza internacional en que comenzaba a verse al principio de la caravana, dice Jeremías Hernández “anunció el dialogo con el sector cafetalero de su país; pretendía con esto dar signos de esperanza para sus gobernados, prto le siguió un silencio rotundo obstruido solamente al ver cómo sus connacionales habían iniciado su ingreso al territorio mexicano”. Tras el fracaso de su proyecto, agrega Jeremías, se reunió con el presidente de Guatemala para trazar un plan de retorno, ya sea de manera voluntaria o por la vía de la fuerza. Los hondureños que aceptaron la oferta, a su regreso al territorio hondureño, fueron “fichados con sus huellas digitales y todos los datos personales necesarios, sin conocerse el fin de este ejercicio.” De todas formas, la caravana no se detiene: mientras un sector vuelve a su país, otro se ha organizado y pernoctan hoy en el departamento de Chiquimula.

El peso mexicano, por desgracia, no es tan distinto del lempira hondureño. El 15 de agosto del presente año se colgó una nota en internet, cita el análisis hecho por Miguel Santiago Reyes Hernández  (especialista del Instituto de Investigación para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana) y apunta que en México existen 9.3 millones de mexicanos con licenciatura y maestría viviendo en “condiciones de pobreza y precariedad económica”.[1]

En México hay sobrepoblación. Las tierras en zonas rurales están haciéndose cada vez más pequeñas, más insuficientes. El uso de múltiples plaguicidas, insecticidas está acabando con la fertilidad del suelo. De ahí deriva la migración interna. En la región norte, selva de Chiapas, la mayoría de los jóvenes viaja a Sonora, Tamaulipas, Monterrey, Cancún, Playa del Carmen, etcétera, con la finalidad de buscar una vida mejor para sus familias. El desplazamiento forzado interno en diferentes estados de la república no es atendido. Los desplazados viven a la intemperie, al abandono institucional, gubernamental. La sociedad sabe de la existencia de estos fenómenos; en sus inicios muchos se solidarizan, enseguida, paulatinamente, van olvidándose de ellos. ¿Y el gobierno? Anda por cualquier lado, menos con el pueblo necesitado; por el contrario, se roba la ayuda humanitaria destinada a los afectados de desastres naturales.

Después de todo, quizá valga preguntarse ¿cómo se organizó esta caravana de más de cuatro mil personas?, ¿quién tiene la capacidad de coordinarlos? ¿De la noche a la mañana decidieron abandonar su país y muchos otros lo estaban haciendo? Lo más vergonzoso y despreciable de todo esto sería que alguna institución utilizara el movimiento para fines políticos.

El fenómeno es complejo; es fácil contradecirse, es fácil tomar una postura equivocada cuando aún no se tiene suficiente información. Considero, pues, pertinente seguir observando con calma.

[1] http://redinformativomx.com/9-3-millones-de-mexicanos-con-licenciatura-y-maestria-se-encuentra-en-la-miseria/?fbclid=IwAR3d950OrkK2oj6cBVta6HrV8VSEiw-j3wUa9XL1VMxx7u_Fps-rG_U786Q (acceso 21 de octubre de 2018).

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