Créditos: Fotorgrafía de archivo
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Texto: Miguel Ángel Sandoval

Es un hecho que el manejo de la crisis venezolana ha significado un desgaste serio a la Organización de Estados Americanos (OEA). En este mal manejo, que hoy lo dicen tirios y troyanos, el secretario general de la OEA, Luis Almagro principal responsable y referente de las posiciones intransigentes e intervencionistas, está de capa caída. No hay nada que le permita retomar en algo la credibilidad de un organismo que en verdad no tiene mucha. Pero menos se puede pensar en una mejoría con las posiciones altisonantes e intervencionistas de Almagro.

Es lo que llevó en noviembre de 2015 al presidente Pepe Mujica a tomar distancia de las posiciones del secretario general de la OEA en una carta pública que en síntesis le decía que hasta ahí llegaba la amistad y un saludo de hasta pronto…. Nunca un político uruguayo que blasonara credenciales progresistas había enfrentado el peso de una declaración categórica de Mujica, convertido en un referente ético para el continente y más allá.

El fondo es que Almagro, secretario de la OEA hizo con la oposición al régimen democrático de Venezuela, una alianza férrea para cumplir con los dictados de los sectores más conservadores del gobierno norteamericano. Contra viento y marea, invocando principios aplicables para otras circunstancias, Almagro partió con ceguera total, contra el gobierno de Nicolás Maduro.

Hoy vemos que el ciclo de Almagro en la OEA llega a su final. Con más pena que gloria y sin poder encontrar aliados firmes en su postura cerril contra el gobierno democrático de Venezuela. Hace apenas dos días, la OEA fracasó en su intento de encontrar una posición común ante el tema venezolano y se puede afirmar sin mucha vacilación, que la razón de ello está en la carga ideológica conservadora e intervencionista que Almagro le imprimió.

En esa ocasión fue una propuesta del Caricom para tratar de avanzar en el análisis más sereno del tema de Venezuela, que como sabemos se encuentra ante la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, acaso la mejor expresión democrática en los países con valores democráticos a la occidental. Por ello el caso venezolano se traslada para la asamblea de mediados de junio en Cancún, México, en donde se esperaría encontrar una salida al pantanal diplomático al que llevó Almagro a esa organización interamericana.

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Es hoy día un hecho que las posiciones recalcitrantes contra Venezuela se encuentran en franca retirada, pues no cuentan consensos, están fragmentadas y las presiones imperiales no son todo lo convincentes que podrían ser, entre otras cosas, por lo errático de las posiciones diplomáticas de la nueva administración. Tanto en relación a sus vecinos más cercanos con la idea de construir un muro, o sus aliados europeos a los que acusa de prácticas económicas desleales y finalmente por la postura de abandonar el Acuerdo de París sobre el cambio climático.

Adicionalmente, países con peso regional se encuentran a su vez atravesando crisis políticas de envergadura aun mayor que la venezolana, como podría ser el caso de Brasil o de Argentina, que no cuentan de momento con política exterior y que cualquier proceso que pueda desestabilizar la región no cuenta con su simpatía. Mientras que México, con un canciller inexperto y más bien improvisado, toma distancia de su política tradicional anclada en la Doctrina Estrada para intentar jugar un rol que no le corresponde: esto es, andar profiriendo amenazas y ultimátum en dirección a la próxima cumbre de Cancún.

En un contexto como el señalado, el llamado a la ANC en Venezuela y al diálogo entre la oposición y el gobierno para desentrampar la crisis y retornar al mejor funcionamiento institucional y democrático, ganan terreno y dejan sin materia tanto a la oposición interna como a sus aliados externos, en especial los de la OEA que se encuentran en desbandada.

En dos platos, el Caricom pide la renuncia de Almagro por su mal manejo de la situación venezolana a la que le ha introducido tendencias intervencionistas a alejadas del espíritu democrático, los países continentales se mueven en dos velocidades, o más. De una parte los países del ALBA que apoyan sin reservas al régimen democrático de Maduro y sus llamados al dialogo con serio aval internacional, y a la ANC, mientras que países como México hacen pasar penas ajenas pues se alejan a ojos vistas de sus mejores tradiciones diplomáticas.

Otros países como Brasil o Argentina tienen suficiente con sus propios problemas como para andar en aventuras internacionales. Finalmente países como Colombia con frontera porosa con Venezuela, apuestan por salidas pacificas al tenor de su propio proceso de paz luego de medio siglo de guerra interna.

Así las cosas, es interesante la forma mesurada que el canciller Carlos R. Morales de Guatemala, expresó en una entrevista en CNN el miércoles 31 de mayo. Parecería que este es el tono que debieran tener las próximas intervenciones ante la OEA, tanto de cancillería guatemalteca, como de otros países que crean en el diálogo y la solución pacífica de controversias internas en cualquier país que sea. Es un buen momento para retomar las mejores vertientes de la diplomacia en tiempos de crisis.

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