Por: Miguel Ángel Sandoval
No hace falta discutir mucho sobre las cifras que proporcionan organismos internacionales que son referentes para el análisis como la FAO, la Unesco, OMS. PNUD, el BID, el BM o la CEPAL, para darse cuenta que nuestro país y su modelo económico y político dejan mucho que desear. En síntesis, somos más pobres cada día que pasa y existe una minoría que acumula a placer la riqueza producida por millones. Incluyendo las remesas de los migrantes.
Ese es al estado real de la nación como se dice. Más pobreza y miseria, junto a una opulencia de escalofrío, en unos pocos. A ello se le puede sumar la corrupción de antología que vimos en los últimos años. El desfalco como divisa de los partidos políticos en alianza perversa con los millonarios en dólares y en euros. Es eso que se denomina la oligarquía nacional. Es lo que debemos modificar. No hay recetas, solo una realidad que no puede escapar al ojo más atento.
No entiendo como las élites pueden vivir en paz con lo que dicen de nuestro país todos los organismos internacionales. Se puede afirmar que todos, léase bien, todos los organismos internacionales dicen que vamos mal, para peor, sin salida aparente. Pero sobre todo, sin un proyecto político de país que nos permita vislumbrar alguna mejoría. Son los datos que debemos reflexionar en este 2017 que inicia en medio de luces de bengala.
A riesgo de las críticas más severas, parecería que hoy día los objetivos principales para crear condiciones de cambios que el país necesita, se encuentran en una lucha sin cuartel en contra de la corrupción y su aliada de siempre, la impunidad. No es un programa con todas las de ley y todos los requisitos deseables, pero si es una agenda mínima que puede ser impulsada por las grandes mayorías del país.
Por ello me parece que en torno a estos objetivos podría construirse una amplia alianza nacional. No perdemos nada si lo intentamos.