Miguel Ángel Asturias, “El Señor Presidente“ y la ciudad

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Créditos: El Señor Presidente
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Quimy De León

Miguel Ángel Asturias nació un 19 de octubre de 1899 y muere el 9 de junio de 1974. Una de sus obras maestras es El Señor Presidente. En 1967  recibe el Premio Nobel de Literatura.

El Señor Presidente es una novela que se enmarca en la corriente denominada vanguardia, aunque se publica ya en el momento del boom. Sin embargo no se puede negar que Miguel Ángel Asturias es precursor del realismo mágico. Es una de las novelas que abordan la temática de dictaduras en América Latina que vivían precisamente bajo regímenes dictatoriales y autoritarios, en esta novela el protagonista es el dictador Manuel Estrada Cabrera sin decirlo explícitamente, este gobernó entre 1898 y 1920. Por lo que es una novela crítica sobre el dictador y su influencia en el microcosmos de la sociedad guatemalteca.

La ciudad en El Señor Presidente

Es en la ciudad capital de Guatemala que se desarrolla la novela y que describe quienes somos como sociedad y cómo se internaliza al dictador, a través de intersticios y recovecos que nos abre el autor de la realidad a la fantasía.

Es en el Portal el espacio nocturno de bajo mundo, donde el miedo y la miseria se combinan, un espacio en donde no se escapa nadie a los ojos y oídos del señor Presidente. Este lugar lleno de figuras esperpénticas muestra la diferencia de clases. En el conviven seres humanos sobrantes, expectantes, bultos perdidos en la noche que al mismo tiempo que son controlados también controlan, todo lo ven, todo lo saben, todo lo oyen, menos el Pelele.

La cárcel, las cárceles con su propio microcosmos tienen vida a su alrededor especialmente mujeres que visitan a los presos o que llegan a vender. Junto a ellas están los policías pobres diablos que realizan su trabajo de control. Ya en el interior, en el espacio de castigo, Miguel Ángel Asturias nos hace sentir en la piel esos espacios sombríos, el olor de las bartolinas, la prisión política y la prisión absurda. Las conversaciones a oscuras entre el agua, ahogados con la presencia espectral del dictador entre ellos. Terror y resignación, sin destino más que el castigo.

La tortura y el cuerpo, el cuerpo torturado un espacio de la ciudad invadido, vuelto al dolor para comprobar y reafirmar el poder del dictador, ese cuerpo que por momentos se enamora y se arrepiente, huye y muere. Desde aquí se abre otro espacio ante nuestros ojos: el amor y el placer y este se representa como el campo, lugar de huida de la ciudad. Ese espacio a donde huyó, Camila y Cara de Ángel fuera de los dominios más fuertes del dictador.

Las casas de la ciudad se vuelven prisiones, espacios donde las paredes oyen, por eso todo el mundo habla bajito o no habla. Todo el mundo se va a dormir temprano para no enterarse de nada y olvidarse de todo.

El último lugar donde quisiéramos estar es en la locura del Pelele, en el basurero o en la cárcel de Estrada Cabrera. La ciudad está llena de lugares lúgubres, lugares comunes extendidos y estirados que recorren la historia de Guatemala. En la novela todos los lugares son controlados y están bajo el dominio del poder de la época.

La huida del portal del Pelele nos va adentrando por las calles “intestinales, estrechas y retorcidas de los suburbios de la ciudad, sin turbar con sus gritos desaforados la respiración del cielo ni el sueño de los habitantes, iguales en el espejo de la muerte, como desiguales en la lucha que reanudarían al salir el sol…” y sin darnos cuenta este personaje nos lleva de la mano desde su desasosiego y su desventura por la ciudad de sus sueños.

El basurero lugar de trabajo y de descarga nos permite encontrar nuestros restos, quizá algunos abandonados por nosotros “papeles, cueros, trapos, esqueletos de paraguas, alas de sombreros de paja, trastos de peltre agujereados, fragmentos de porcelana, cajas de cartón, pastas de libros, vidrios rotos, zapatos de lenguas abarquillas al sol, cuellos, cáscaras de huevo, algodones, sombras de comidas…,el Pelele seguía soñando.”

El Dulce Encanto lugar de intercambio de clases sociales, de descarga culposa, de falsedad amorosa y frustrada, lugar de paso para los hombres políticos. En contraste con este lugar está la catedral, lugar de descargo también de culpa con olor a cera lugar de recogida, de llanto y de sobrecogimiento en donde quienes están controlados por el miedo llegan a confesar sus pecados y recibir orientación.

El mundo onírico revelado por Asturias nos hace pensar que toda la trama es una pesadilla como cualquier otra de cualquier época de quienes viven en Guatemala. Curiosamente es este mismo escenario de la ciudad donde han ocurrido una serie de acontecimientos de protesta e indignación popular como el ocurrido cuando fue forzado Estrada Cabrera a salir del gobierno.

El gobierno mismo, la corrupción, la violencia es un lugar de injusticia e inmundicia, el lugar de descarga de la avaricia y de los impuestos de la gente, de los sueños de la gente y de la vida de la gente. Finalmente el lugar de las creencias y del miedo es un lugar de disputa, y es el lugar privilegiado que ocupa el dictador o su aprendiz.

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