Créditos: IISD Reporting services
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Por Kajkoj Máximo Ba Tiul[1]

A manera de presentación

En medio de toda las situaciones extremas que padecen nuestros pueblos a causa de un sistema que ha promovido desigualdad y por ende pobreza.  Un sistema que tiene como cimiento, como lo hemos afirmado innumerables veces, el racismo y la discriminación, como instrumento de dominación del colonialismo y el patriarcado, que se instaló en nuestras comunidades durante muchos años y para desterrarlo necesitaremos no solo igual de años, sino cambio de mentalidades, de sentimientos, de metabolismos y conciencias, coherentes con nuestros discursos y la vida. 

Hace unos días escuchaba que alguien decía; “que la academia debería de estar al servicio de las comunidades”; mi pregunta es;  pero qué y cuáles comunidades.  Las que construimos en los grandes escenarios de eventos internacionales, que más se asemeja al indio folclórico y al indio permitido o al que construimos en los comunicados y  artículos, que más parecieran los escritos realizados durante la colonia, cuando se estigmatiza al indio como “salvaje y bárbaro”. 

Digo esto, porque el hecho en contra del señor Domingo Choc;  que a todas luces es violento, producto de muchas situaciones internas y externas, con la participación antes, durante y después de actores externos e internos;  ha generado una serie de opiniones, que a decir verdad, y que al leerlo, muchos de ellos, sin importar para que medio escribió, si corporativo o “alternativo”[2]; o igual de forma independiente, como suelen denominarse los intelectuales no comprometidos, pareciera que estuviéramos leyendo los escritos históricos coloniales, en donde definieron a nuestros abuelos y abuelas como salvajes y no civilizados.  Categorías que hasta ahora siguen latentes en todos los espacios, sin importar su ideología, clase social o grupo étnico.

A partir de esto, considero que falta mucho para que podamos hacer análisis y reflexión desde las mismas comunidades, digo esto, porque definir a la comunidad o a los actores en dicho acto, como: que fuera un grupo motivado por su fanatismo, ignorancia, odio, racismo, intolerancia, etc., es como que si estuviéramos describiendo el hecho, “entre el indio permitido, que dicho sea de paso son los indios ilustrados, que cuando les conviene hacen valer el papel del Estado como controlador y castigador y que ahora se rasgan las vestiduras y el indio rebelde que no se ha dejado vencer y dominar, a quien le pedimos que se comporte bajo los parámetros ahora no solo de la norma cristiana, sino de los derechos humanos y peor aún de los supuestos valores y principios  de lo que le hemos denominado cosmovisión maya”.

En dónde quedaron aquellas ideas y discusiones en dónde se argumentaba frente al Estado el derecho a la autonomía y a la libre determinación de los pueblos.  En dónde se quedaron las discusiones que se hacen sobre el orden jurídico maya, cuando se argumenta que las comunidades tienen su propia forma de resolver los problemas.  En dónde dejamos las discusiones que defendíamos frente al Estado colonial, cuando afirmábamos que las comunidades tienen su propia forma de ver el mundo y la vida.

Es triste que a estas alturas, todos absolutamente todos, sobre todo escritores, pensadores, analistas y líderes indígenas, exijan al Estado colonial racista, que se ocupe y que haga investigación sobre estos hechos, cuando desde nuestro punto de vista, es el “Estado quien lo ha provocado, con toda su estructura ideologizante (iglesia, escuela, medios de comunicación)”, pero no perdamos de vista que la sociedad misma es quien también reproduce momentos de violencia. 

Cómo es posible que estemos denunciando este hecho, como un acto de “racismo”, como que  no hemos comprendido qué es “el racismo y quién la promueve”.  Posiblemente pudo haber existido en este hecho un acto de “discriminación”, pero tampoco un hecho llevado a cabo por “ignorantes y salvajes”.  Solo basta entender y analizar en su justa dimensión los hechos mismos y el contexto en donde se realiza, sobre el que tenemos una vasta información. 

La respuesta a los medios de uno de los detenidos: “yo lo hice, porque mi familia me lo mandó y porque sabíamos que él mató a mi familiar”, aquí es importante en reparar sobre el rol que juega la familia en el mundo indígena y la relación con otras familias.  Esto quiere decir, que tuvo que haber discusión y debate hasta llegar al desenlace que claramente es repudiable, pero que tampoco nos permite criminalizar y estigmatizar a la comunidad.  No hay que hacer análisis apresurados, porque en vez de abonar a la armonía podemos promover más odio y violencia.

Este hecho es importante en este momento, para reparar que no vale escribir y pronunciarnos desde un sentimiento “esencialista y culturalista”, además cuidarnos de categorizar el hecho desde la cosmovisión occidental y sobre todo desde la visión del derecho occidental y de los derechos humanos.  El hecho, tuvo que tener su contexto en el que se realizó y solo los comunitarios podrán describirlo como pasó  y porqué.

Hoy, vemos revolcarse intelectuales, académicos, analistas, lideres, autoridades por este acontecimiento deleznable.  Pero, quienes nos consideramos indígenas, debemos de ser más cautos y cuidadosos en el análisis.  Porque hasta ahora lo que he analizado de lo que se ha escrito, indígena o no, todos apuntan a “salvajizar” a la comunidad.  Ambos apuntan, al salvajismo de la comunidad, como cuando los colonizadores definieron y describieron al “Ch’ol Winaq”, como salvaje, cuando en realidad era el “hombre y la mujer” rebelde que no se dejó doblar por el conquistador/colonizador.

Por eso, me atrevo a dejar estar ideas, que tal vez podrían ayudar a analizar y a ser más objetivos en nuestros análisis no solo sobre este hecho, si no los demás hechos que acontecen en la vida de las comunidades indígenas, sobre todo mayas.

Posible contexto

Seguramente todo el país o por lo menos quienes nos enteramos del asesinato de Domingo Choc en San Luis, Petén, estamos conmovidos por su asesinato/linchamiento, sobre todo; porque afirmamos que en el pensamiento maya, y en el Q’eqchi´, particularmente; todo tiene su “loq’al”, es decir todo en esencia es “sagrado”.  Nada y a nadie se le  puede borrar de la tierra, a nadie se le debe matar, a nadie se le debe destruir su winaqiil o wankilal (su esencia), porque entonces vendrá el  “mu’el” (su espíritu) del Otro y nos estará observando todo el tiempo, ya sea para que caigamos o para que nos levantemos.  

Lo anterior es una enseñanza originaria.  Y muchos de nosotros crecimos bajo esta norma.  No se puede atentar en contra de las personas, así como en contra de los bienes naturales.  Por eso, cuando hay problemas o como dicen algunos, cuando se toca fondo por los problemas, la pregunta que se manifiesta es;  “qué hice en mi vida que ahora me lo están devolviendo”.  Por eso, es que siempre hay llamadas de atención previa o en su defecto, hay sueños que nos anticipan lo que podría pasarnos, si hacemos una acción positiva o negativa.

Igual de doloroso es observar, cómo nuestras comunidades han llegado a situaciones límites.  No les importa matar con tal de ver al otro destruido.  Reírse por el sufrimiento y la muerte de los otros.  En dónde lo aprendieron y como se está volviendo poco a poco una norma.  O quien nos llevó a estas situaciones en donde la vida ya no vale nada.  Lo más seguro es que hay grupos que les interesa y les conviene que nosotros estemos y sigamos así.  Incluso me atrevería a decir, que al mismo Estado le conviene que nos involucremos en actos de barbarie como este “linchamiento”, como el asesinato mujeres en todo el país. 

Al igual que papel están jugando los centros académicos, para incidir en estos hechos, porque llama mucho la atención, que ahora nuevamente se ve involucrada la Universidad del Valle, con investigación etno-biológicas, como lo sucedido con los estudiantes en el año 2012 en el lago de Izabal, en las instalaciones de CGN y ahora con un personaje que si bien es cierto, jugando un papel de autoridad en la comunidad, pero involucrado en estudios de investigación botánica para dicha Universidad, aquí igual se necesita de mucha discusión.

Esta situación, tampoco nos debe llevar a hacer análisis muy reduccionistas e incluso muy denigrantes y discriminatorios. Como lo afirmamos arriba, al leer muchos artículos, reflexiones, comunicados, análisis, sobre el caso de Don Domingo, que dicho sea de paso, duele porque no se debe resolver los problemas de esa forma, pero llama la atención, que  la mayoría de análisis apunta a que los hechores son “ignorantes, salvajes, fanáticos, motivados por el odio, etc.”.   Llama la atención que mentes brillantes que en muchos momentos pensaron que este Estado le ha fallado a los pueblos indígenas, ahora estén pidiendo que su sistema de justicia que ha apoyado los niveles de criminalización por la que han pasado nuestras comunidades, investigue el hecho.  Llama la atención que todos piden que la justicia occidental caiga con todo su peso contra los hechos materiales e intelectuales”, entre otras cosas, pero nadie quiere pensar sobre el contexto en donde se llevó a cabo el hecho, quién participaron y motivados de que.

Es interesante que nadie apunta al contexto histórico y al pensamiento histórico de la región en donde se dieron los hechos.  Primero hay que reparar que San Luis Petén, es una región en donde viven Mopan, Q’eqchi’ y  ladinos.  Además es una región que desde hace muchos años, no solo por los lugares arqueológicos, sino por su riqueza en recursos, es escenario de investigaciones tanto por universidades nacionales como internacionales, así como organismos internacionales.  

Eso quiere decir que, si la mayoría son indígenas, hay ciertas normas que rigen a la comunidad. En algún momento, compartía con algunos fiscales del Ministerio Público, que en las comunidades mayas, existen  muchas formas de resolver los problemas y entre ellas, está la llamada de atención, que podríamos denominar corrección, pero también está la “expulsión del territorio” y en el mundo Q’eqchi’ esto es una constante. 

Por nuestro paso por estas regiones hemos visto de cómo familias que provocan problemas en la comunidad, le piden que se retiren y que se vayan de allí. Aquí se puede apreciar en el fondo el valor de la palabra.  “Si la comunidad le pide a uno que no realice x o y actividad, o que se opone a que se comparta ideas con extranjeros”, por ejemplo, entonces uno tiene que decidir, entre obedecer a la comunidad, dejar la comunidad o atenerse a las normas”.  Tal vez no es el caso de Domingo, pero consideramos que tuvo que haber existido una forma de anticipar los hechos y que se debería de haber tomado en cuenta.  Claro, esto no justifica su muerte, pero de todas formas es condenable.

La relación entre el “Aj Tuul y el Aj Q’ee”, en el pensamiento Q’eqchi’, se puede esclarecer con muchos elementos, por ejemplo en el Popol Wuj, la idea que hay en el fondo del relato sobre los “gemelos Jun Ajpu e Ixb’alamke y los Oxlajuj Qeme”, es una realidad en el pensamiento maya.  Es la relación entre lo negro y lo blanco, entre la luz y la oscuridad, etc. Por lo tanto; los Q’eqchi’ históricamente han manifestado que existe una relación tensa entre el “Aj Tuul” (brujo) y “Aj Q’ee-Aj Q’ij”[3], pero como sus funciones son diferentes, las comunidades siempre manifestaron respeto hacia los dos y otras formas de autoridad. 

Entre los Q’eqchi’ y Poqomchi, este tipo de relación fue aprovechado por la religión cristiana,  para introducir la idea del “aj yajm” (Poqomchi), “li ma’us” (Q’eqchi), que fue desarrollado por el cristianismo como la idea del “demonio”, cuando en realidad no significa eso, el aj Yajm o el Maus, es el rebelde, quien no se deja doblegar.  Pero el cristianismo, para poder dominar, también demoniatizó hasta la música, sobre todo el arpa como obra del demonio.  En algún momento se relacionó la música de la marimba con el trabajo del “aj tuul” o del “ma’us”. 

Los Q’eqchi’, sus celebraciones como el “tyoleq” como el “watesin”, solo participaban los “aj qee, al iloneel, aj kubaneel, etc. Los aj tuul, no vivían en la comunidad, vivían lejos de ellas e incluso en las montañas más profundas.  Sin duda, esto mismo fue aprovechado por la religión, para introducir la idea del “aj ch’ol winq” cómo el hombre o la mujer salvaje, idea vigente hasta ahora en varias comunidades, cuando en realidad el ch’ool winq era le persona no doblegada, no colonizada.  En varias comunidades poqomchi, el ch’ol winq, está relacionado a la gente que “cuida las montañas y su espíritu”.   

De esta manera, acercarse o tener comunicación con el “aj tuul”,  se hacía o se hace bajo un sistema de protección y vigilancia.  Nuestros padres nos orientaban, que cuando se visitaba o se pasaba por la casa de alguien que supuestamente era “aj tuul”, había que hacerlo tomando las precauciones necesarias, poniendo atención a lo que se lleva en el morral (ajo, puro, candela y alcohol), todo esto se le consideran elementos para ahuyentar lo malo que supuestamente vertería el “aj tuul”.  Esto significa que había respeto incluso hacia la persona considera “aj tuul”.

Otro dato importante que debe tomarse en cuenta para emitir opinión sobre este y otros asesinatos que han estado ocurriendo en esa región, por ejemplo; solo del sábado a domingo, según medios de comunicación, ocurrieron cuatro muertos y en diferente forma, por eso no debe perder de vista el elemento crimen organizado.  La región ha sido escenario de diferentes tipos de grupos criminales: narcotraficantes, narco-ganaderos, narco-finqueros, narco-militares, algunas ONGs vinculadas al narcotráfico, y es más, Petén fue uno de los departamentos en donde tuvieron presencia los Zetas y que dejaron no solo una gran secuela de miedo y terror en la población, algunos se convirtieron en estructuras criminales que mantienen con miedo y terror a las comunidades y algunos  de ellos son  “pequeños narcos”, que inclusive en el territorio los conocen como los “Qawa Narcos”. 

Por otro lado, no podemos dejar de mencionar, el papel que juega el Estado.  Como en todas las regiones del país, el Estado y el gobierno solo interviene cuando la situación se les escapa de la mano.  No aparece cuando la población requiere su presencia.  Es un Estado que no ha tomado en serio la situación de los pueblos indígenas, pero interviene para poner orden e imponer sus normas desde su papel de colonizador.  Lo que pasa en el país, es efecto de un Estado que le ha fallado a los pueblos indígenas, porque al final no le importa su situación, más sin embargo si está cuando la “ciudadanía permitida”, le exige que cumpla su papel, sin profundizar los hechos que acontecen en el país.

En conclusión: Desde este punto de vista y analizando los acontecimientos históricos-antropológicos-sociológicos del pensamiento maya, es imposible hacer análisis y reflexión maya, si no dejamos a un lado nuestra formación occidental y colonialista.  En este hecho insisto, no hubo ignorancia, racismo, fanatismo, ni rivalidad religiosa.  Sobre lo que estamos conscientes es que sí es un hecho repudiable en todo sentido, pero para poder tipificarlo, hay que comprender el contexto histórico de los Q’eqchi’ y de los otros pueblos que habitan en esta región.  Hay que profundizar paso por paso, el proceso que terminó con la vida de Domingo Choc.  Debemos permitir el paso de una objetiva reflexión y dejar por un lado los esencialismo y sentimentalismo maya, que nos lleva a decidir entre el indio permitido y el “ch’ol winq”.   Este hecho, nos debe llevar a leer, entender, aprender, comprender y aprehender mejor los hechos que se llevan a cabo en comunidades indígenas, y no verter ideas que pareciera que fueran descolonizadas, pero en realidad son más colonizadas que otra cosas.  Por último, este debe generar un proceso de meditación, comprensión y autocritica, porque tal vez hemos querido construir un pan mayanismo, cuando en realidad el pueblo maya también es plural y por lo tanto, muchos hechos que acontecen en su interior, no necesariamente, deben estar de acuerdo con los parámetros y principios del modelo de pensamiento occidental. 


[1] Maya Poqomchi, antropólogo, escritor, investigador. 

[2] sobre esto tengo una crítica, porque hasta el momento no encuentro nada que sea alternativo o que esté en sintonía con el desarrollo de la vida comunitaria indígena,

[3] No es lo mismo, aj Q’ee, aj Ilonel, aj Tuul, aj B’anonel, etc.  Son roles diferentes.  Es hasta ahora que una persona asume todo, pero realidad no permite apreciar que es uno y lo otro.  En el pensamiento Q’eqchi’ y Poqomchi, eran roles diferentes.  La categoría de contador del tiempo o sacerdote maya; es propio de las investigaciones indigenistas y colonialista y considerar a todos como “guías espirituales” es una construcción oenegeista que no le hace ningún bien al análisis propiamente originario, mucho peor es lo que ahora acostumbramos llamar científico maya o licenciado maya.  En el mundo maya, los títulos y profesiones son claramente definidos y tienen nombres y funciones diferentes al mundo occidental.

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