El 23 de junio de 2025 la Corte de Constitucionalidad anuló el juicio en contra del general retirado Manuel Benedicto Lucas García, acusado de genocidio, desaparición forzada y delitos contra los deberes de humanidad cometidos hacia el pueblo maya Ixil. El presente artículo muestra un repaso por la vida de este militar.
Por Rolando Orantes
Manuel Benedicto Lucas García nació el 24 de agosto de 1932. Era el menor de los cuatro hijos y la hija de Concepción García y Fernando Lucas Juárez, una pareja de pequeños terratenientes de Alta Verapaz. Benedicto y Delia nacieron en la ciudad de Cobán, y los tres más grandes en San Juan Chamelco, del mismo departamento. El mayor, Fernando Romeo, llegaría a ser presidente de la República. Uno de los más célebres. Y uno de los peor recordados.
Sobre Romeo no tiene muchos recuerdos. Los separaban ocho años, y que su hermano vivía en Cubilhuitz, en una finca que le regaló su papá. Pero el futuro presidente era visto por los más pequeños como un padre. Siempre estaba en los momentos de necesidad, relató durante las entrevistas para el documental El buen cristiano (2016), de Izabel Acevedo.
El pequeño Benedicto acompañó en dos ocasiones a su papá, contratista de chicleros, y a su hermano Nery en los viajes que hacían a Petén. Arreaban treinta o cuarenta cerdos y dos mulas, cada una cargada con dos quintales de maíz, y dormían en la selva, en hamacas, sin apagar el fuego para que los “tigres” no robaran ningún animal, cuenta en sus memorias.

Poco antes de cumplir 7 años Benedicto ingresó a la escuela de párvulos en Cobán. En Senahú hizo los tres primeros años de primaria y salió distinguido, por lo que su papá se lo llevó a estudiar a la Ciudad de Guatemala. Pero rápidamente se metió en problemas, pues entre sus nuevos compañeros “había esos muchachos que se dicen traiditos, y me comenzaron a tentar y todo, entonces de una bofetada yo le fracturé la nariz a uno y me expulsaron porque decían que yo era un salvaje”. Regresó a Cobán, donde fue admitido en cuarto grado y pudo terminar la primaria, contó para El buen cristiano.
Caballero Cadete
Benedicto ingresó a la Escuela Politécnica el 9 de abril de 1950. La vida ahí no era fácil, pues los más antiguos maltrataban a los recién llegados, y los obligaban a limpiarles sus dormitorios y hasta el espadín. A las 3 de la mañana eran levantados para correr, ir al gimnasio y bañarse, y a las 5 debían tener ya sus puestos y las camas en orden. Los castigos eran frecuentes.
En los días posteriores a la intervención estadounidense que el 27 de junio de 1954 derrocó a Jacobo Árbenz, a Benedicto y sus compañeros se les permitió salir una noche, tras semanas de encierro. La mayoría aprovechó para ir a sus casas, pero quienes no tenían familia en la capital dispusieron visitar un prostíbulo.
Casualmente varios mercenarios del Ejército de Liberación –las fuerzas que bajo el mando de Carlos Castillo Armas en teoría habían derrocado a Árbenz– decidieron también visitar el establecimiento. Al verlos, los liberacionistas les exigieron que se identificaran. Los cadetes se negaron. “La respuesta no les agradó y nos encañonaron, pero más tardaron en encañonarnos que nosotros en lanzarnos sobre ellos y quitarles las armas”. El cadete Carlos Anderson Lima quería fusilarlos, pero Benedicto, de mayor rango, le gritó que no lo hiciera.
Los futuros oficiales del Ejército de Guatemala cometieron el error de permanecer en la casa de citas, y una hora después alrededor de veinte liberacionistas regresaron para detenerlos y trasladarlos a su cuartel general. Por la mañana les dieron un tamal con chocolate y los llevaron en un jeep hasta la Politécnica. Pero el cadete que había querido fusilarlos declaró: “Esto no ha terminado”.
La noche del 1 de agosto de 1954 Benedicto se enteró de que sus compañeros atacarían el Hospital Roosevelt, entonces en construcción y donde acampaban los liberacionistas, pero decidió no participar para no comprometer a Romeo, que era el comandante de Guardia. Al amanecer del 2 de agosto de 1954 supieron que habían matado a su abanderado, Jorge Luis Araneda. Sin pensarlo, Benedicto se dirigió al Roosevelt y se hizo cargo de una de las escuadras de tropa.

Benedicto no sabía cómo se tomó la decisión de sublevarse, pero varios de los cadetes eran hijos o familiares de oficiales con puestos importantes en el gobierno de Árbenz. En su libro y entrevistas dijo que creían en Árbenz, y lo admiraban por haber llegado a sargento primero y abanderado, además de ser buen atleta y campeón de box. Pero a Benedicto lo decepcionó escuchar su renuncia, y que se dejara humillar cuando salió al exilio. Por otro lado, admite: “Nosotros desconocíamos todo lo que se trataba de política, pues en la Escuela no teníamos tiempo para eso”.
Luego de varias horas los cadetes negociaron con el gobierno. Los liberacionistas serían llevados de vuelta a sus casas, los cadetes volverían a la Escuela y no habría represalias. “Efectivamente a las dieciocho horas salimos de las instalaciones del Roosevelt hacia la Estación del Ferrocarril, tomamos la avenida Bolívar. Los prisioneros iban a pie con las manos en alto, yo iba montado en una tanqueta de la Guardia de Honor, porque ya la oficialidad y tropa se había unido a nosotros”.
Subieron a los mercenarios, en su mayoría hondureños y salvadoreños, a un tren y los enviaron fuera de Guatemala. Luego sepultaron a sus compañeros muertos y continuaron sus actividades. Pero una noche la Policía Militar los sacó de sus camas y los subió a unos autobuses. Estuvo tres meses preso en la ciudad de Antigua, fue expulsado de la Politécnica y al salir comenzó a trabajar como topógrafo. Entonces recibió una beca para estudiar en Francia.
Con los paracaidistas franceses
Benedicto viajó a Francia el 3 de mayo de 1955, junto a Virgilio Viscovich Palomo, Federico Sobalvarro Meza, Luis René Girón Ortiz y Francisco Aguilar Oliva, todos civiles y miembros del partido ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional, y el ex cadete Joaquín González Amézquita, el teniente Salvador Pérez y el subteniente Servio Júpiter Camey Sierra.
El 1 de junio de 1955 Benedicto Lucas ingresó a la Escuela Militar Inter Armas de Saint Cyr. Ahí, cuenta, fue asignado a la 6ᵃ Compañía bajo el mando de un teniente de apellido Legac. “Entrenábamos día y noche, no todas las noches por supuesto, pero sí mucha guerrilla y contraguerrilla, no solo porque Francia acababa de pasar una guerra de guerrillas en Vietnam, sino también porque estaba combatiendo guerrillas sanguinarias en África del Norte”, señaló en sus memorias.

Los franceses libraban una de las últimas guerras coloniales del siglo XX en Argelia, donde cometieron masacres, secuestros, torturas y desaparición forzada. Sus métodos fueron retratados en la película de Gillo Pontecorvo La batalla de Argel, de una manera tan realista que la cinta era proyectada a militares de diversos países como parte de su entrenamiento. Ahí los paracaidistas son dirigidos por el teniente coronel Philippe Mathieu, que durante una rueda de prensa señala:
“Nosotros, señores, no somos ni locos ni sádicos. Somos soldados, y tenemos el deber de vencer”. Si Francia quería seguir en Argelia, entonces tenía “que aceptar todas las consecuencias”. El personaje de Mathieu fue construido a partir de varios paracaidistas de la vida real, uno de ellos el entonces coronel Marcel Bigeard, quien decía que la tortura era “un mal necesario”, y consideraba “salvajes” a quienes militaban en el FLN.
Documentos como el libro y película Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, de Marie-Monique Robin, los trabajos del historiador Marc Drouin sobre el genocidio en Guatemala o el proyecto Mille Autres, de Malika Rahal y Fabrice Riceputi explican cómo la estrategia de secuestros, torturas y desapariciones forzadas luego extendida por buena parte del mundo, comenzó a desarrollarse de manera sistemática con los paracaidistas franceses en Argelia.
En un artículo de la Agencia Anadolu titulado A casi 60 años de la independencia de Argelia, Francia no se ha disculpado por sus crímenes, puede leerse: “Según los historiadores, las autoridades francesas arrasaron pueblos enteros mientras se practicaban diferentes formas de tortura contra la población argelina, incluido el electrochoque, el uso de pozos de agua como prisiones y el lanzamiento de detenidos desde helicópteros”.
Al finalizar su curso en Saint Cyr, en julio de 1956 Benedicto y el miembro del MLN Luis René Girón eligieron como especialización la Escuela de Ingeniería Militar en Angers, donde recibieron formación en carreteras, puentes y manejo de minas y explosivos. Luego consiguieron una beca para un curso de monitores en la Base Escuela de Tropas Paracaidistas, en la ciudad de Pau, en los Pirineos Atlánticos.

Ahí Benedicto compartió con miembros de la Legión Extranjera que habían participado en la guerra de Argelia, quienes le parecieron “unos tipazos”. En general los legionarios eran, cuenta, prófugos de la justicia de diversas nacionalidades que, con identidades falsas, se refugiaban en la fuerza élite del ejército francés. No podían revelar sus delitos ni su pasado sino hasta después de cinco años. Pero la mayoría moría antes de cumplirlos, explicó.
Regreso al Ejército
A su regreso a Guatemala, a finales de noviembre de 1958, Benedicto iba “lleno de ilusiones”. Pensaba fundar la Escuela de Paracaidistas, preparar cursos para modernizar el entrenamiento, particularmente sobre guerra de guerrillas y fundar la Escuela de Ingenieros. Le presentó sus proyectos al jefe del Estado Mayor General del Ejército, el coronel Agustín Donis Kestler, pero éste le respondió con una sonrisa sarcástica y le dijo que esperara órdenes. Días más tarde lo enviaron a la Zona Militar Mariscal Gregorio Solares, entonces ubicada en Santa Cruz del Quiché.
Ahí entrenó a un pelotón modelo al que bautizó como Pelotón Mandriles. Subían riscos, atravesaban ríos, aprendieron manejo de explosivos y uso de minas y, sobre todo, realizaban “ejercicios de guerrilla y contra guerrilla, que era mi fuerte”, escribió en sus memorias.
En mayo de 1960 fue trasladado a la Brigada Militar Mariscal Zavala, en la capital, como comandante del pelotón de Transmisiones Militares y ayudante de la Sección de Operaciones. Estando ahí fue seleccionado “para una misión delicada”, que requería “mucha discreción”. Una noche pasó a recogerlo un jeep que lo llevó a la finca Helvetia, propiedad de Roberto Alejos Arzú, en Retalhuleu.
“Nuestra misión era mantener presencia en ese lugar, para no dar a conocer la estancia de las unidades cubanas que se estaban entrenando para invadir Cuba”, pues su presencia había sido descubierta y una comisión del Congreso y observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA) visitaría el lugar. Terminada la misión diversionista, un extranjero conocido como Jimmy le pidió a Benedicto que entrenara a los paracaidistas que el 15 de abril de 1961 participarían en la frustrada invasión a Playa Girón.
Durante 1961 Benedicto trabajó en la base militar de Mazatenango y el Puerto de San José, donde además de dirigir un pelotón modelo dio entrenamiento en paracaidismo. Luego regresó a Quiché como agregado de la Segunda Sección del Estado Mayor General del Ejército (EMGE), en la Sección de Contrainteligencia.

Fue asignado al Cuartel General en la capital, y en octubre de 1962 comenzó a trabajar como ayudante de la Segunda Sección o Sección de Inteligencia del EMGE, conocida también como G-2. Perteneció a la primera promoción del Curso de Contrainteligencia Militar, a cargo de los coroneles Fausto Ochoa y Gustavo Pinto, ambos graduados de la estadounidense Escuela de las Américas. Obtuvo el segundo lugar y fue nombrado instructor y poco después director de la Escuela de Inteligencia y Contrainteligencia, pero pronto esa institución cerró sus puertas.
Según el registro de oficiales militares publicado en junio del 2000 por la asociación estadounidense National Security Archive (NSA), entre julio de 1964 y marzo de 1965 Benedicto fue ejecutivo de batallón en Petén. De marzo a julio, como parte de la Sección de Inteligencia de EMGE, fue asistente en una Oficina estratégica, y entre julio y agosto participó como estudiante en un Equipo Móvil de Entrenamiento. La oficina y el equipo móvil estaban bajo la dirección de Estados Unidos.
El capitán Benedicto recibió entonces una beca para estudiar inteligencia de combate en la Escuela de las Américas, entonces ubicada en el Canal de Panamá, de agosto a octubre de 1965. En sus memorias comenta que “personas malintencionadas” le han hecho mala fama a esa institución a causa de “sus intereses políticos aviesos”, pero que lo que él aprendió ahí “fue justamente a llevar a cabo investigaciones apegadas a la ley y respetando la dignidad humana”. El papel de esta escuela como centro de adiestramiento de violadores de los derechos humanos es ampliamente conocido.
Ya en Guatemala regresó a la Segunda Sección o Sección de Inteligencia, pero ahora con la plaza de Ayudante del Negociado de Contrainteligencia. Sus jefes eran los coroneles Miguel Ángel Ortiz y Conrado Miranda.
“Manifiesto que en la Sección [de Inteligencia] obtuve muchos conocimientos y experiencias que jamás olvidaré. Es otra Sección que ha sido criticada por personas que ni siquiera se han enterado de cómo se trabaja, pues durante el tiempo que yo estuve ahí, nuestro trabajo era mantener informadas a las unidades empeñadas en combate, de los movimientos de la guerrilla”. La G-2, como también fue conocida la sección a la que Benedicto se refiere, ha estado envuelta en asesinatos, torturas, secuestros, violaciones sexuales, desapariciones y otros hechos criminales desde al menos la década de 1960.
En mayo de 1967 el mayor Benedicto fue delegado ante la “Conferencia de Jefes de Inteligencia de Ejércitos Americanos”, y entre 1967 y 1969 ocupó diversos puestos en Contrainteligencia, en la Sección de Operaciones, en un Equipo Móvil de Entrenamiento en Inteligencia coordinado por los Estados Unidos y en la Base Militar de Jutiapa.
En marzo de 1970 el teniente coronel Benedicto optó a otra beca en la Escuela de las Américas, esta vez para el curso de Comando y Estado Mayor, al que se anotaron también los mayores Juan José Ortiz Mayén, César Ramón Quinteros Alvarado y Manuel Antonio Callejas y Callejas, y que finalizó el 18 de diciembre de 1970. Ahí Benedicto escribió una tesis sobre la situación agraria en América Latina, señala en sus memorias.

Durante 1971 regresó a trabajar a la Segunda Sección del EMGE, y en enero de 1972 lo nombraron Oficial de Inteligencia S-2 de la Brigada Militar General Luis García León, en Poptún, Petén, sustituyendo al entonces mayor Pablo Nuila Hub, quien entre 1966 y 1969 había sido jefe de La Regional y la Policía Judicial.
En la entrevista que le hicieron para el documental El buen cristiano Benedicto se atribuye haber terminado en 1972 con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) en Petén –aunque aclara que ésta pronto resurgió–, afirmando que le capturó su mochila a Pablo Monsanto, jefe de esa organización, encontrándole una nota para una persona conocida como Androcles en la que Monsanto le decía que viajaría a Cuba para tratarse una enfermedad pulmonar. Según Benedicto, Androcles moriría “en un combate cuerpo a cuerpo como cinco meses después”, y agrega que durante ese periodo no murió “sólo él, sino otros”.
También cuenta que en otra ocasión un informante denunció que cerca de la aldea El Zapote había un buzón y dos guerrilleros durmiendo en una hamaca. “Al final llegamos al lugar en donde se encontraban los dos guerrilleros, eran las 19:00 horas, me acompañaban el capitán Juan Ovalle y el teniente Saucedo Mérida. Hubo un pequeño combate y murió uno de los guerrilleros que aparentemente dormía cuando fue sorprendido”.
Pablo Monsanto señala en su libro No es cuento, es historia, publicado en 2023, que a finales de 1971 Androcles fue designado responsable de las FAR en Petén. El 9 de enero de 1972 Androcles y otros guerrilleros realizaron una emboscada contra una patrulla militar en la carretera de Flores a Poptún, provocando muertos y heridos y llevándose armas, municiones y un mapa. Durante esos días también colocaron mantas y repartieron volantes. El 23 de marzo de 1972 el ejército ejecutó al dirigente de las FAR Rodolfo Paz Hernández, o Lucio Ramírez, y capturó herido a Otoniel Sosa Chacón, Androcles, llevándolo en un helicóptero a la brigada militar de Poptún, donde fue torturado y asesinado. Y el 24 de mayo de 1972 las fuerzas armadas asesinaron a Marco Arnoldo Orantes Zelada, Raúl, por medio de un infiltrado que le disparó mientras dormía en una hamaca. La versión oficial del ejército fue que murió en combate, explica Monsanto.
El 16 de mayo de 1972 Benedicto fue distinguido por el EMGE gracias a su labor en operaciones psicológicas. En septiembre ascendió a coronel, y en diciembre fue nombrado segundo comandante de la Base Militar de Tropas Paracaidistas General Felipe Cruz, en el Puerto de San José, Escuintla, que dirigía el coronel Óscar Humberto Mejía Víctores y a quien Benedicto sustituyó el 1 de agosto de 1973.

El 1 de noviembre de 1975 lo enviaron nuevamente a la Brigada de Poptún, Petén, esta vez como comandante. Benedicto cuenta en su libro que entonces logró “formar una unidad de Kaibiles, habiéndole solicitado al Alto Mando que también ellos portaran su boina corinta, tal como lo había solicitado con los paracaidistas, y se autorizó”. Y que, pese a ya no estar de alta, se sentía satisfecho cuando escuchaba mencionar a esa tropa, “aunque el reconocimiento se lo atribuyan a otro”, refiriéndose sin mencionarlo a Pablo Nuila Hub, quien oficialmente es recordado como el creador de esas fuerzas especiales.
Benedicto escribió también que se hizo amigo de unos religiosos de la orden estadounidense Maryknoll que trabajaban con las cooperativas a orillas de los ríos La Pasión y Usumacinta. “Yo sé que los sacerdotes de esa congregación son en su mayoría de izquierda; sin embargo, soy de las personas que respetan la ideología, porque para mí, las ideas se combaten con ideas. Yo lo que combatí fue a la guerrilla en el campo, como varón, como hombre y como soldado y no como cobarde ni psicópata, arriesgando mi propia vida, la que estuvo en múltiples oportunidades en peligro”.
El informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico Guatemala, memoria del silencio recoge una gran cantidad de hechos ocurridos cuando Benedicto comandaba la base de Poptún, Petén. Citaremos tres, elegidos al azar. En 1977 en el caserío Colpetén, a menos de 50 kilómetros de Poptún, miembros del ejército ejecutaron a Juan Navas Quevedo, y seis meses después torturaron y ejecutaron a sus hijos Danilo y Rigoberto Navas González. En 1978, en el caserío El Chal, unos 9 kilómetros adelante de Colpetén, miembros del ejército “violaron a una niña de catorce años. Le cortaron los pechos y le metieron botellas en los genitales. Posteriormente la ejecutaron”. También desaparecieron a Isabel Pleitez Calderón y Paula de Jesús Bonilla. En 1981, en El Chal, elementos del ejército ejecutaron a 20 personas, entre ellas niñas, niños y personas mayores, quemaron las casas y robaron cosas de valor.
Benedicto, el agente especializado en inteligencia y contraguerrilla, permaneció en Petén por casi seis años, hasta que el 1 de agosto de 1981 le informaron de su ascenso a jefe del Estado Mayor General del Ejército, cargo que asumiría dos semanas más tarde.
Jefe del EMGE
El 15 de agosto de 1981, nueve días antes de cumplir 49 años, el general Manuel Benedicto Lucas García asumió como jefe del Estado Mayor General del Ejército (EMGE). Según el organigrama castrense, era el tercero al mando. Además de asesorarlo “en todos los asuntos militares”, el jefe del EMGE era “el responsable ante el ministro de la Defensa Nacional [el general Luis Fernando Mendoza Palomo] del mando, organización, instrucción, educación, disciplina y conducta del Ejército de Guatemala”. Se trataba, en la práctica, del jefe militar de las fuerzas armadas.
Hermano del presidente de la República, Benedicto se convirtió en un personaje mediático. Aparecía en los diarios y daba entrevistas a la televisión internacional. Con boina o un pequeño sombrero de pesca y grandes lentes oscuros, vestido de camuflaje y armado con fusil israelí Galil o el estadounidense M-16, cuchillo –a veces dos– y pistola .45, le gustaba que lo filmaran saliendo de un helicóptero, o dando indicaciones frente a un mapa. Y que lo entrevistaran en francés.

Gustavo Porras, entonces miembro del Ejército Guerrillero de los Pobres, explica en su libro Las huellas de Guatemala que buena parte de la población se había volcado a apoyar a la guerrilla en la zona sur de Quiché, Chimaltenango y Sololá, donde actuaba el Frente Augusto César Sandino. Porras llegó allí con un grupo que salió de la ciudad debido a la ofensiva militar de julio y agosto de 1981.
“Cuando llegamos al campamento y vi la multitud que rodeaba a la guerrilla y la apoyaba, me di cuenta de la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Fue, primero que todo, una emoción muy intensa, difícil de describir. El ambiente que reinaba en ese momento entre la población era de sosiego y alegría. Equivocadamente se pensaba que el Ejército ya estaba derrotado ante la magnitud del alzamiento indígena, y la vida cotidiana estaba impregnada de la jovialidad que produce el compañerismo, la solidaridad, los ideales. Antes de la tragedia, reinaba un ambiente de euforia”.
Porras cuenta que para la toma de Joyabaj salieron unos 30 guerrilleros, pero en el camino se les fueron sumando campesinos con hachas y machetes y al llegar eran un contingente de unas 400 personas. La toma de Sololá debía durar máximo 30 minutos, pero permanecieron allí más de dos horas. Cuando finalmente lograron reunir algunos vehículos, “entre ellos una ambulancia y un autobús de Rutas Lima”, salieron “en caravana”, aunque temiendo que el ejército les tendiera emboscadas. “Sin embargo, lo que aquel desplazamiento parecía era la vuelta ciclística. La gente de los alrededores oyó la tronazón y a la orilla de la carretera se aglomeraban cientos de personas que al pasar nos aplaudían y nos gritaban con entusiasmo: –¡Arriba compañeros! ¡Hasta la victoria siempre!”.

Cuando posteriormente llegó el ejército, creyeron que era en respuesta a aquella toma. “Pero resultó ser una ofensiva de tal calibre que indudablemente había sido preparada con mucha anticipación. Desde los cerros aledaños vimos que cientos de soldados venían por la carretera, caminando en fila india a diez metros de distancia cada uno”.
Distintos medios de prensa nacionales e internacionales informaron que el 20 de noviembre de 1981 el ejército de Guatemala lanzó “su primera gran ofensiva para liquidar a los guerrilleros izquierdistas, que han mostrado creciente actividad en el país”. El general Benedicto precisó: “Hemos cambiado la táctica antiguerrillera, a todos los niveles. El Estado Mayor está constantemente estudiando sobre el terreno las acciones guerrilleras y sus modificaciones, lo que nos permite responder de forma más dinámica y adecuada”, puede leerse en el diario colombiano El Tiempo.
El 21 de noviembre el diario estadounidense en español La Opinión explicó que la “gran ofensiva antiguerrillera” tenía lugar “a 60 kilómetros al oeste de la capital, en el departamento de Chimaltenango, un importante reducto de los rebeldes”.
“El general Lucas García dijo que unidades del ejército en las provincias occidentales de Huehuetenango, Quezaltenango y Quiché habían dado muerte a ‘varios’ guerrilleros desde el comienzo de la ofensiva el miércoles por la noche y habían repelido a las unidades rebeldes hasta más allá de la carretera panamericana. Indicó que un soldado resultó herido”, reportó El Tiempo. Benedicto informó que al menos 1,800 “voluntarios campesinos” serían “armados e integrados a las reservas del ejército para ayudar en la ofensiva”. Éstas se formalizarían poco después con el nombre de Patrullas de Autodefensa Civil (PAC).
El 24 de diciembre de 1981 el diario costarricense La Nación reprodujo las palabras de Benedicto, quien dijo que el ejército había “limpiado de guerrilleros” Chimaltenango, y ahora concentraba sus operaciones en Quetzaltenango, Huehuetenango y Quiché.
EL 21 de enero el corresponsal del Washington Post Christopher Dickey publicó el reportaje Escalada de violencia asedia a Centroamérica. La guerra en Guatemala se intensifica. Ahí Benedicto, “el hermano extravagante del presidente Romeo Lucas García”, afirmó que Chimaltenango estaba ya “totalmente pacificado”.
Según Benedicto desde 1976 el EGP había adoctrinado a las familias. El marido actuaba como combatiente, la esposa colaboraba con suministros y alimentos, y los niños de entre 8 y 15 años hostigaban al ejército con granadas caseras. Por ello era “difícil distinguir a esta gente del resto de la población, pero esas bases organizativas tienen que ser ganadas o eliminadas. Debido a eso, bueno, la población sufre”.

Benedicto precisó que durante la campaña de Chimaltenango fueron asesinadas 2,000 personas que él clasificó como guerrilleras, mientras el ejército había perdido sólo algunos hombres, señala el reportaje de Christopher Dickey.
La semana previa a su publicación, que coincidía con el décimo aniversario del EGP, la actividad guerrillera se había “incrementado dramáticamente”, y el 19 de enero a las 5:30 “una gran fuerza de guerrilleros uniformados atacó el cuartel militar” de San Juan Cotzal. “Los insurgentes se abrieron paso hasta los muros de la guarnición utilizando ametralladoras de grueso calibre, morteros chinos y lanzagranadas. Según soldados y testigos, estuvieron cerca de tomar el cuartel. Al menos una docena de soldados murieron y nueve resultaron heridos”.
Benedicto Lucas invitó a Dickey y otros dos periodistas a que volaran con él, entre ellos el fotógrafo Robert Nickelsberg, que en el texto que acompaña su Galería: Un testimonio de la dignidad en medio de la guerra civil de Guatemala, publicada por The New York Times el 4 de diciembre de 2017, recuerda que a unos 15 minutos de la cabecera departamental vieron a un grupo de mujeres corriendo. Benedicto le ordenó al piloto que volara en círculos, acercándose. “Después gritó la orden de abrir fuego: ‘¡Dale! ¡Dale!’. Los francotiradores acribillaron a las mujeres entre una nube de humo y cartuchos vacíos, el piloto giró y volvió a inclinar el helicóptero, haciendo círculos ruidosamente en el aire mientras mataban a los civiles con ametralladoras M60 proporcionadas por Estados Unidos”. El fotoperiodista testificó el 31 de julio de 2024, durante el proceso por genocidio que enfrenta Benedicto.
El 5 de febrero de 1982 el informe de un comité especial de la CIA advirtió que las operaciones en la región Ixil podrían producir “graves abusos de derechos humanos por las fuerzas armadas”, indicando que Benedicto declaró: “Es probable que sea necesario destruir un cierto número de aldeas”. Otro telegrama secreto de la CIA, también de febrero de 1982, se refería a la “operación de barrida” en la región Ixil. Los oficiales al mando habían “recibido instrucciones de destruir todos los pueblos y aldeas que están colaborando con el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) y eliminar toda fuente de resistencia”.
Según el telegrama, varias aldeas fueron totalmente quemadas y un gran número de guerrilleros y colaboradores habían muerto. El analista de la CIA explicó que aparentemente el EGP no podía ayudar a un número tan alto de personas desplazadas, y había gente que se estaba entregando al ejército a cambio de techo y comida. Los documentos pueden consultarse en la página del National Security Archive.
El 1 de marzo de 1982 la cineasta Pamela Yates entrevistó a Benedicto en la base militar de Santa Cruz del Quiché. Éste le dijo: “Ya prácticamente la región está controlada. Lástima grande que no pudieron ir a Chajul, Nebaj y Cotzal, porque se hubiesen dado cuenta ustedes el apoyo que tenemos ya de toda la población. Es decir que la población de ahí estaba involucrada con los subversivos por amenazas, y porque realmente nosotros no habíamos proporcionado mayores seguridades. Pero ahora ya se les combatió, ya los encuentros armados no se ven casi todos los días, como se veían antes. Creo que se trasladaron al área de Huehuetenango, y allá también se les va a combatir más adelante, para terminar con esta subversión”.

Días después Manuel Benedicto Lucas García declaró que “miles de guerrilleros fueron muertos en la pacificación de Quiché”, como puede leerse en el diario estadounidense La Opinión del 24 de marzo de 1982.
Pero la gloria y las entrevistas duraron poco. La mañana del 23 de marzo de 1982 un golpe de Estado derrocó a su hermano Romeo y una junta presidida por el general José Efraín Ríos Montt asumió el poder. Benedicto presentó su renuncia, se retiró del ejército y se fue a vivir a Petén, para finalmente establecerse en Cobán.
La violencia
Las victorias que el general Benedicto le contaba a los medios escondían otras historias. Historias del horror. Durante siete meses las tropas bajo su mando sembraron espanto por donde pasaron. Una época que quienes sobrevivieron recuerdan como La violencia.
En Las huellas de Guatemala Gustavo Porras escribió: “La ofensiva comenzó cuando cientos de soldados ocuparon el tramo carretero que va de la entrada a Tecpán hasta Los Encuentros. Se posicionaron al lado derecho de la ruta (yendo de la capital a occidente), y desde allí empezaron a incursionar”. La guerrilla pensó que el ejército planeaba retirar a la mayor cantidad de gente y aislar a quienes pertenecían o colaboraban con ella, pero “muy rápidamente los militares implementaron su estrategia de represión masiva y tierra arrasada. Se lanzaron encima de la población. Empezaron a matar indiscriminadamente. Incursionaban en las aldeas, quemaban las casas y también las cosechas; los soldados saqueaban las pocas pertenencias de la gente”.
La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), creada por mandato de los Acuerdos de Paz entre el gobierno y la guerrilla y respaldada por la ONU, recogió en su informe numerosos testimonios que al mismo tiempo son apenas una pequeña muestra de lo sucedido. En el Tomo VIII, Anexo II, puede leerse que en agosto de 1981, en el caserío Paley, San José Poaquil, miembros del ejército ahorcaron a 16 personas. En septiembre, en el caserío San Miguel, en Choatalum, capturaron a 8 personas, todas mujeres, niños y niñas a quienes encerraron en una casa y quemaron vivas. También en septiembre fueron masacradas 60 personas, hombres, mujeres, niñas y niños en la aldea Xiquín Sanahí, Comalapa. El 20 de noviembre en Pachay ocuparon la comunidad por 15 días, ejecutaron a 10 personas y quemaron todas las casas, obligando a la población a desplazarse. El 28 de noviembre en la aldea Patzaj los soldados llegaron en 14 camiones, permanecieron ahí cinco días, ejecutaron a 15 personas, incluyendo a tres niñas y tres niños, y quemaron las casas y los animales. El 12 de febrero de 1982, en el caserío Pacoj de la aldea Estancia de la Virgen el ejército asesinó a 60 personas, hombres, mujeres, niñas y niños. Los soldados torturaron y quemaron gente dentro de las casas, cometieron robos y violaron mujeres. Quienes sobrevivieron huyeron a la montaña. El 17 de febrero, en el trayecto entre la aldea Hacienda Vieja y el caserío Paley, en Tecpán, ejecutaron, “degollándolas y ahorcándolas, a 23 personas, entre las que se encontraban varios niños”. Saquearon las casas, las quemaron y se robaron a los animales.
Masacres semejantes se replicaron, cada vez más violentas e indiscriminadas, en Quiché, Huehuetenango, Alta Verapaz –el lugar donde Benedicto nació– y otros departamentos. El 13 de marzo de 1982 el ejército masacró a por lo menos 77 mujeres y 100 niños en Río Negro, Baja Verapaz.
El 10 de junio de 2000 el diario La Opinión publicó una nota sobre Denise Becker, que de niña se llamaba Dominga Sic y era sobreviviente de esa masacre. Recordó que su mamá, mientras era atada por los soldados a una viga, le dijo que tomara a su hermanita de 9 días y huyera. Escondida vio cómo los soldados hacían marchar en fila a mujeres, niñas y niños hacia el cerro Pacoxom. Luego escuchó los disparos. Sus familiares la encontraron muchos días después en una cueva, aterrada. La bebé había muerto. Diversas fuentes señalan que militares y patrulleros se apropiaron de al menos 17 niñas y niños, a quienes sometieron a esclavitud.

La misma edición de La Opinión publicó otra noticia sobre Guatemala: “Un total de 16 osamentas completas y fragmentos de otras 30 personas presuntamente masacradas por el ejército en 1981” habían sido localizadas por médicos forenses. En las fosas se encontraron cenizas, y mediante evidencias y testimonios se determinó que las personas masacradas fueron 48. Las osamentas completas correspondían a mujeres, niñas y niños, y se precisó que los restos óseos tenían evidencia de tortura. La masacre ocurrió en el caserío La Fe, en Sololá.
La CEH señala que la tarde del 18 de diciembre de 1981 en el caserío La Fe los soldados reunieron a las mujeres y niños que encontraron. En un salón tiraron a las mujeres al suelo. Un niño sobreviviente dijo: “con unos machetes las pegaron en la cabeza”. Desde su escondite vio cómo una de ellas era violada. Los soldados ametrallaron y quemaron vivas a mujeres, niñas y niños. Los hombres se habían refugiado en la montaña, pensando que era a ellos a quienes buscaban. Según la CEH, el 28 de octubre de 1981 salió de La Fe el contingente guerrillero que realizó la toma de Sololá.
El retiro
Benedicto cuenta en sus memorias que Ríos Montt lo llamó tres veces para pedirle que trabajara con él, pero él le respondió que se retiraba y se iba a vivir a Poptún. Años más tarde Benedicto vivió en la casa de su hermano Romeo, en la 11 calle y 1ª avenida de la zona 1. Estando ahí le llegó una invitación de Mario Sandoval Alarcón, el líder del partido ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional, para que junto a Manuel Ayau Cordón, fundador y entonces rector de la Universidad Francisco Marroquín, conformaran el binomio presidencial. Pero Benedicto declinó por no contar con los recursos necesarios.
También Jorge Carpio Nicolle, director del diario El Gráfico y líder de la Unión de Centro Nacional (UCN) le propuso que participaran juntos. Benedicto le respondió que no tenía dinero, pero que continuaran reuniéndose mientras veía si su hermano Romeo lo ayudaba. Entonces le ofrecieron encabezar la lista nacional para diputados, pero se negó.
Finalmente aceptó ser el candidato de un pequeño partido, el Movimiento Emergente de Concordia (MEC), que lideraba el coronel retirado Francisco Gordillo, hombre de confianza de su hermano Romeo cuando éste era presidente y posteriormente miembro de la junta militar de Ríos Montt. El 11 de noviembre de 1990 Benedicto obtuvo poco más del 1 por ciento, quedando en el noveno lugar de un total de doce candidatos.
Regresó a Petén y tiempo después unos amigos le ofrecieron ser candidato a alcalde de Poptún. No le dio importancia, pero cuando asistió a la reunión con los amigos resultó que 200 personas lo esperaban con ovaciones. Ganaron “abultadamente” y asumió en julio de 1993. Durante su gestión construyó escuelas, centros de salud y caminos, y no tuvo ningún problema, escribió en su libro.
Se firmó la paz “y con ella aparecieron como por arte de magia acusadores, diciendo ser grupos de derechos humanos, financiados por organismos internacionales”. Benedicto explica que luego de que Romeo muriera en 2006 en Venezuela, “como no pudieron hacerle nada, la emprendieron contra mí, especialmente algunos periodistas que sin conocerme, siempre me están mencionando en la prensa tildándome de genocida, valiéndose de las libertades que tienen como tales, tan solo porque a una señora terrorista se le ocurrió acusarme en una Corte Internacional de izquierda como lo que jamás he sido ni lo soy”, refiriéndose a la querella presentada el 2 de diciembre de 1999 por Rigoberta Menchú ante la Audiencia Nacional de España, en la que junto a otros siete generales y policías fue acusado de genocidio, escribió en sus memorias.
Según él, quienes declaran en su contra son testigos falsos, contratados para mentir, y son todos extranjeros que vienen a denigrar a los guatemaltecos. Durante las entrevistas para El buen cristiano –que retrata el juicio por genocidio contra el general Efraín Ríos Montt– declaró: “Eso no debe existir, no debe ser, ya debe parar todo esto”.
Una justicia elusiva
Manuel Benedicto fue capturado el 6 de enero de 2016. Esa mañana las autoridades detuvieron también a los militares retirados Gustavo Alonso Rosales, Carlos Humberto Rodríguez, Ismael Segura Abularach, Pablo Roberto Saucedo Mérida, Edgar Rolando Hernández, Luis Alberto Paredes Nájera, Raúl Dehesa Oliva, Carlos Augusto Garavito, César Augusto Cabrera, José Antonio Vásquez, César Augusto Ruiz, Byron Humberto Barrientos y Juan Ovalle Salazar. Por su parte Ángel Aníbal Guevara, Luis René Mendoza Palomo, Otto Erick Ponce, José Isauro Oliva, Luis Felipe Miranda Trejo, Erick Rolando Guzmán Anleu, Mario Roberto García Catalán y Edgar Otoniel Peláez consiguieron escapar y aún hoy se encuentran prófugos, o han muerto. Posteriormente se ordenó la captura del entonces diputado y jefe de bancada del Frente de Convergencia Nacional, Edgar Justino Ovalle Maldonado, pero también huyó.

Todos fueron acusados de desaparición forzada y delitos contra los deberes de humanidad en un caso que involucra el hallazgo de los restos de al menos 565 personas –algunas con los ojos vendados y atadas de pies y manos– en la que fuera la Zona Militar número 21 de Cobán, Alta Verapaz, actual Comando Regional de Entrenamiento de Operaciones de Mantenimiento de Paz, Creompaz. Pero el 5 de noviembre de 2024 la Sala Segunda de la Corte de Apelaciones del Ramo Penal anuló todo lo actuado hasta ese momento.
El 23 de mayo de 2018 a las cuatro de la madrugada, luego de trece horas de espera dio inicio la lectura de la sentencia en la que, junto a Francisco Luis Gordillo, Hugo Ramiro Zaldaña Rojas y Manuel Antonio Callejas y Callejas, Benedicto fue condenado a 58 años de cárcel por el caso de Emma Guadalupe y su hermano Marco Antonio Molina Theissen.
Emma fue secuestrada el 27 de septiembre de 1981, cuando miembros del ejército detuvieron el autobús en el que viajaba, encontrándole documentos de la Juventud Patriótica del Trabajo. Estuvo ilegalmente retenida en la base militar de Quetzaltenango, donde durante nueve días la sometieron a malos tratos, torturas y violación sexual. Pero logró escapar. Ese mismo 6 de octubre militares vestidos de civil secuestraron a su hermano Marco Antonio, de 14 años, a quien sacaron de su casa mientras se preparaba para ir a la escuela. Con un costal cubriendo su cabeza lo metieron a un pick-up y continúa desaparecido.
El 25 de noviembre de 2019 el juez Miguel Ángel Gálvez ligó a proceso por genocidio, delitos contra deberes de humanidad y desaparición forzada en el Caso Genocidio Ixil a Benedicto Lucas, a Manuel Antonio Callejas, célebre ex jefe de Inteligencia, y a César Octavio Noguera Argueta, ex jefe de Operaciones, quien murió el 20 de noviembre de 2020. El 30 de agosto de 2021 Gálvez envió a juicio a Lucas y Callejas, pero el caso se estancó. Y el 3 de enero de 2024 el Tribunal Primero de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos Contra el Ambiente resolvió suspender la persecución penal contra Callejas porque su defensa alegó que padecía párkinson y demencia.
Finalmente el 5 de abril de 2024 dio inicio la fase de debate oral y público del juicio contra Benedicto Lucas, acusado de genocidio, delitos contra los deberes de humanidad, desaparición forzada y violencia sexual.
Las víctimas estuvieron representadas por la Asociación para la Justicia y Reconciliación (AJR). Durante 2018 y 2019 se identificaron graves hechos cometidos por el ejército en al menos 22 comunidades de Nebaj, Chajul y San Juan Cotzal, identificando alrededor de 265 sobrevivientes (91 hombres y 174 mujeres), al menos 1296 ejecuciones extrajudiciales y 34 masacres, 44 desapariciones forzadas, 30 hechos de violencia sexual, 49 hechos de desplazamiento forzoso y 23 hechos de quema destrucción, robo y saqueo de casas, siembras, cosechas, herramientas de trabajo y pertenencias. Se realizaron 148 peritajes de antropología forense que confirman la veracidad de los testimonios, la existencia de las víctimas y la violencia ejercida en su contra. La gran mayoría eran niñas, niños, mujeres, personas de la tercera edad y mujeres embarazadas. Se realizaron también 14 peritajes generales y se obtuvieron documentos militares, informes y desclasificados.
La Fiscalía de Derechos Humanos del Ministerio Público indicó que mientras Benedicto dirigió el EMGE fueron asesinadas al menos 844 personas en 21 masacres, además de 71 muertes individuales, 12 comunidades desplazadas, saqueo y destrucción en 18 comunidades, 16 víctimas de violencia sexual y 42 desapariciones forzadas, y propuso 152 testimonios.
La abogada Jovita Tzul Tzul señaló que entre los actos genocidas cometidos se cuentan la persecución, tortura física y psicológica, bombardeos, quema de comunidades, muerte por inanición, violencia sexual colectiva y otros. Explicó además que 50 sobrevivientes que debían testificar han fallecido.

Benedicto Lucas insistió siempre en que las muertes las provocó la guerrilla, que su función como oficial de inteligencia fue de análisis y asesoría, que las osamentas encontradas en las exhumaciones son del terremoto de 1976, que lo que ocurrió fue un enfrentamiento entre dos extremas que al gobierno y al ejército les era ajeno, que las masacres fueron problemas por litigios de tierras, o que las cometía la guerrilla, y que él combatió como un valiente.
Luego de 99 audiencias, la intervención de 150 testigos y cuando se esperaba que de un momento a otro el tribunal conformado por Gervi Hionardo Sical, Liliam Patricia Ajcam y Óscar Alberto Herrera dictara sentencia condenatoria, el 28 de noviembre de 2024 la Sala de Apelaciones Primera de Mayor Riesgo, integrada por María Regina Brolo, Marco Tulio Pérez y Jorge Emilio Morales aceptó la recusación solicitada por la defensa de Lucas y decidió que el caso pasara a otro tribunal. Y el 23 de junio de 2025 la Corte de Constitucionalidad avaló por mayoría, gracias a los votos de Leyla Lemus, Roberto Molina Barreto, Walter Jiménez y Luis Rosales –únicamente el magistrado suplente Rony López se manifestó en contra– la anulación del juicio y el cambio de tribunal, que deberá reiniciarlo desde cero.
* Originalmente publicado en dos entregas por No Ficción los días 17 y 24 de octubre de 2024, con el título Benedicto, el otro acusado por genocidio. Esta es una versión reducida y actualizada.