Agujeros negros en la educación

COMPARTE

Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

Sabemos que en nuestro país la educación está mal en todos sus niveles. Que le hace falta mucho trabajo para ponernos como país, al menos en un nivel con la calidad de Costa Rica, pues pensar en el nivel de México queda lejos en la actualidad. Esa es la realidad y aun si nos cuesta reconocerla. Aunque en medio de esta situación crítica hay medidas que se van tomando.

En 2024 escuchamos que la educación primaria y diversificada presentaban severos problemas, en parte atribuibles a las autoridades, pero con una cuota muy clara de falta de compromiso de una buena parte de los maestros.  En efecto, la ministra de esa cartera lanzó a los pocos meses de su gestión un plan de emergencia para la lectoescritura, pues buena parte de alumnos de primaria no sabían leer y, sobre todo, si leían aún con dificultades, no comprendían lo que leían.

Buena parte de ese agujero educativo tiene que ver con la pandemia del COVID de 2020, cuando por razones de salud los niños fueron a sus casas y con ello el trabajo presencial se perdió durante por lo menos un año, y eso es muy costoso en términos del proceso de aprendizaje. Aunque no todo se le puede cobrar a los maestros. Hay un mar de fondo, al grado que durante muchos años se discute sobre una reforma educativa que no sólo aborde los temas de infraestructura, los desayunos escolares, la contrastación de maestros y la capacitación de los mismos. Se trata, sobre todo, de abordar los contenidos, y no en términos de decir si menos filosofía y más empresarialidad, o menos historia y más oficios técnicos

En otro nivel de análisis, ahora que se discute el tema de un pacto colectivo y un movimiento magisterial menguante, lo que debería de ser la punta de lanza de un magisterio comprometido sería su propia formación académica y hacer de la reforma educativa un tema en su formación profesional y ética. Lo de ahora en el magisterio y su dirigencia es quizás el problema menor de la educación. Con o sin el sindicato, con pacto o sin pacto, habrá que hacer la reforma educativa que el país demanda.

En este tema es obvia la responsabilidad del maestro, pues no se explica como niños con 4, 5 o 6 años de escolaridad no sabían leer con solvencia y menos entender lo leído. Por ello, el fracaso de los estudiantes al pasar a la universidad. Con escasa formación, el fracaso está anunciado. Malos estudiantes universitarios se convierten en pésimos profesionales.  Por esto ya es un asunto de sumo interés nacional que se agrega a las falencias detectadas desde estos niveles de la educación. En la universidad, esa ignorancia se completa con la nueva moda, una verdadera plaga, del uso de tecnología sin mayor reflexión, aún en temas sensibles.

Así, se sabe que en la actualidad muchos estudiantes universitarios hacen sus tesis acudiendo a programas de IA que se pueden acceder vía aplicaciones de teléfono. En dos platos, hoy las tesis se hacen con IA. No importa si los alumnos entienden que lo importante de una tesis es organizar conocimientos, aprender a investigar, hacer aportes profesionales, antes que conseguir la aprobación de las tesis para poder obtener un título académico. O lo que es lo mismo, una especie de patente de corso o una suerte de licencia para cobrar cualquier cosa por servicios profesionales de pésima calidad.

Es el caso de los pésimos ingenieros que construyen la infraestructura del país con serias fallas técnicas, al grado, como ejemplo, que la pista del aeropuerto de Guatemala, luego de varios contratos de construcción desde el gobierno de Berger y luego el payaso sin gracia y Giamanetti, es ahora una vergüenza nacional. O los abogados que litigan en los tribunales con la divisa que un buen abogado no es el que más sabe sino el que más amigos tiene en los juzgados y otras instancias de la estructura de justicia nacional. O médicos como el descuartizador de mujeres que no generó por lo menos una movilización de los médicos y estudiantes o del fantasmagórico colegio médico.

Es por ello que en la primaria y educación básica lo que hace falta es una reforma educativa, poniendo énfasis en los contenidos que se imparten, así como en la formación de maestros con ética y compromiso. En la universidad lo que hace falta es la famosa transformación universitaria, que retome las ideas básicas de esa reforma que arrancó en Córdoba en el siglo pasado y que, con la tecnología actual, pueda superar la mediocridad en que se encuentra. Que además recupere la práctica de la democracia universitaria que durante años fue un modelo en nuestro país, con estudiantes críticos, maestros con ética y profesionales con conocimientos y compromiso social.

Un resumen apretadísimo. Si en la escuela primaria los déficits son de comprensión de lectura o dificultad clara de leer y escribir, en la universidad las dificultades son aún mayores. Se acabó el razonamiento crítico, el comportamiento ético y la tradición académica sancarlista, que no es por gusto que tiene más 300 años de compromiso con la educación y la sociedad de nuestro país. Como vemos, la calidad y la excelencia educativa nos quedan muy lejos. De nuevo, son los hechos.

COMPARTE