Jóvenes de Cabricán, Quetzaltenango, mantienen viva la tradición “Pan para el Judas”

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

 

En Cabricán, Quetzaltenango, jóvenes maya Mam mantienen viva la tradición del “Pan para el Judas”, una práctica comunitaria que mezcla sátira, memoria e identidad. Cada Semana Santa, muñecos, bailes y pan recorren las calles, recordando una de las expresiones más singulares del occidente guatemalteco.

Por Prensa Comunitaria  

En el municipio de Cabricán, Quetzaltenango, jóvenes se organizan cada Semana Santa para preservar una de las tradiciones más emblemáticas del occidente de Guatemala: el “Pan para el Judas”.

Desde hace varios años, grupos de jóvenes cabricanecos salen a las calles acompañados de muñecos que representan a Judas Iscariote, recreando una práctica cargada de simbolismo, sátira y memoria colectiva.

Cabricán se ubica al norte del departamento de Quetzaltenango y es un municipio de fuerte identidad maya Mam, conocido por su producción de cal y por sus costumbres profundamente ligadas a la religiosidad popular.

La tradición del “Pan para el Judas” también se practica en municipios vecinos como Huitán, Sibilia y Cajolá, con algunas variaciones. Se ha documentado también en otras regiones del país, como Huehuetenango, Jalapa, Suchitepéquez, Petén, Chimaltenango, San Marcos, Baja Verapaz y Retalhuleu.

Una tradición que camina las calles

La práctica consiste en la elaboración de un muñeco con ropa vieja que representa a Judas Iscariote. Durante el Miércoles Santo, jóvenes lo exhiben en las principales entradas del municipio, donde piden una colaboración económica a los automovilistas. En algunos puntos se disfrazan con pelucas y máscaras, y al ritmo de la música realizan bailes para animar a quienes transitan por el lugar. La actividad cuenta con el aval de la municipalidad.

Wilson Pérez, originario de la aldea Los Corrales, junto a un grupo de diez jóvenes, participa activamente en esta tradición. “Llevamos cuatro años organizando la actividad, pero nuestros padres ya lo hacían desde hace mucho tiempo”, comenta. Recuerda que antes había mayor participación comunitaria, incluyendo autoridades locales.

Además de la colecta en las entradas del pueblo, el mismo Miércoles Santo los jóvenes recorren las viviendas del municipio con el muñeco a cuestas. En cada casa realizan un pequeño baile y reciben a cambio pan tradicional, chocolate o una colaboración económica. El Sábado de Gloria, al mediodía, realizan la quema simbólica de Judas.


Del castigo bíblico a la sátira comunitaria

Algunos abuelos recuerdan que en el pasado la práctica era más sencilla: un grupo de vecinos visitaba casa por casa para intercambiar bailes por pan, y al finalizar el recorrido se reunían en la plaza del pueblo para repartir lo recolectado. También se leía el “testamento del Judas”, un texto satírico que expresaba, en tono humorístico, críticas sociales y descontentos de la comunidad.

Aunque Judas Iscariote es una figura bíblica asociada con la traición de Jesús, su representación en esta tradición ha sido reinterpretada desde lo popular como símbolo de la traición colectiva, del castigo moral o como vehículo para expresar inconformidades sociales a través del humor. Algunas versiones orales atribuyen la introducción de esta práctica a los evangelizadores españoles, como una forma simbólica de ejemplificar el castigo al traidor, pero con el tiempo fue adoptada por las comunidades como una expresión propia, adaptada a su contexto y visión del mundo.

Hoy, más allá de su origen religioso, el “Pan para el Judas” forma parte del tejido cultural de Cabricán. Gracias al entusiasmo de las nuevas generaciones, esta tradición se mantiene viva como un acto festivo, comunitario y profundamente identitario.

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