El Cañón del Peyán: una experiencia en las entrañas de la selva de Ixcán

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Créditos: El Cañón del Peyán, un santuario de aguas profundas y paisajes épicos que desafían la imaginación en Ixcán. Foto de Santiago Botón
Tiempo de lectura: 4 minutos

 

En las entrañas de la selva de Ixcán, Quiché, donde el río Chixoy talla su paso entre gigantes de piedra, se esconde un encanto que pocas personas han descubierto: el Cañón del Peyán, un santuario de aguas profundas y paisajes épicos que desafían la imaginación.

Por Santiago Botón

El recorrido de esta aventura inicia en “la Boca del Peyán”, un portal natural ubicado a la altura de la comunidad de Vergel I, en el municipio de Ixcán, Quiché. Allí, al pie de las rocas, junto a plantaciones de cardamomo y el murmullo del agua, aguarda Jairon Alexander Leal Col, un emprendedor de temple inquieto, cuya amabilidad y visión han convertido este rincón en un destino para los buscadores de aventuras intrigantes.

Jairon es el responsable de coordinar el recorrido en lancha junto a Julio Paredes Leal, un hombre cuya leyenda fluye tan fuerte como el río y quien podría ser el último domador del río Chixoy.

A sus 77 años de edad, don Julio Paredes no es un simple lanchero. Es un archivo viviente, un navegante que empezó a surcar estas aguas desde sus 15 años de edad, cuando los motores aún no rugían en la región y los cayucos de remo eran los únicos señores del caudal. Paredes cuenta que sus abuelos llegaron a estas tierras en 1903 y él heredó el arte de leer las corrientes y los remolinos del agua como otros leen libros o las redes sociales.

Con más de 50 años de experiencia, don Julio dirige la lancha con mano firme hacia el mirador de Salacuim, Alta Verapaz, en un viaje de unos 25 minutos que es, en realidad, la entrada a otro mundo lleno de maravillas y adrenalina.

Don Julio Paredes es un lanchero con más de 50 años de navegar las aguas del río Chixoy. Foto de Santiago Botón

La danza de las corrientes

Mientras avanza el cayuco bajo el mando del gran “titán del río”, aparecen “los rápidos del Peyán”, un lugar donde las aguas cobran vida con un lenguaje rugiente y una fuerza descomunal que golpea la embarcación, desafiando al viajero a mantenerse firme, mientras es asaltado por una reflexión sobre la grandeza de la madre naturaleza frente a la arrogancia del ser humano.

Cuando el viajero aún no ha terminado de superar la adrenalina, don Julio reanuda el viaje señalando los puntos clave de esta epopeya fluvial conocida como “el Paso del Tigre”, donde las rocas parecen estar a punto de besarse, una cercanía aprovechada por el tigre para saltar al otro lado del territorio de Quiché a Alta Verapaz o viceversa.

En “el Paso del Tigre” las rocas parecen estar a punto de besarse. Foto de Santiago Botón

Sin faltar puntos como “la Escuadra” que parece al final del río en las paredes de roca o el lugar de “las Muelas”, unas formaciones rocosas que brotan desde las aguas como si fueran unos colmillos gigantes. Tampoco hay que perderse la “Zona Fatídica”, donde más de un navegante de las comunidades ofrendó la existencia en el abrazo del indomable río Chixoy.

Pero no todo es furia. También hay espacios para observar los remansos, el paisaje, las torres de piedra apiladas por siglos de erosión que se alzan como arquitectura de una civilización no visible a los ojos humanos, mientras los peces saltan para arrebatar frutos, dejando burbujas gigantes en la superficie.

En el Cañón del Peyán, el viajero puede encontrarse con lugares como “la Escuadra” o “las Muelas”. Foto de Santiago Botón

En el recorrido río arriba se puede apreciar a algunas mujeres Q’eqchi’ que pescan en silencio con anzuelo desde sus cayucos, lo que hace revivir dulces recuerdos de un pasado glorioso en las comunidades rurales.

Noche bajo los cacaos

El Cayón del Peyán también es un refugio para quienes buscan noches de reflexión o simplemente alejarse del bullicio. Hay zonas de acampada, donde de día las iguanas toman el sol sobre las rocas y los niños pueden nadar y jugar en la arena fina.

Visitar el Cañón del Peyán es una experiencia para alejarse del bullicio. Foto de Santiago Botón

Eso sí: aquí no hay restaurantes con menús elaborados, sino auténtica comida campestre, la misma que preparan con manos expertas en los hogares de Vergel I, hecha con ingredientes locales y sazonada con tradición.

Una misión que trasciende la tierra

Quienes han surcado las aguas del Peyán saben que esto no es una simple excursión: es como una especie de rito o una experiencia que, como dicen los poetas no letrados, “no se quedará en la tierra, sino que asciende al cielo cuando termina el viaje en este mundo”. Y tú, ¿Ya estuviste en el Peyán?

Para más información de cómo llegar y hacer la travesía puede comunicarse por medio de WhatsApp, al número +502 5882 4008.

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