Por Miguel Angel Sandoval
La crisis antigüeña tiene nombre y apellido: es la destrucción del patrimonio cultural que representa Antigua para nuestro país. El legado cultural esta a punto de explosión y la calidad de patrimonio de la humanidad a punto de perderse. Es demasiada la barbarie del alcalde y las desarrolladoras o constructoras y el empuje de los comerciantes, que no parece que Antigua dure unos cinco años más.
Es algo que viene ocurriendo de manera escalonada con alcaldes buenos para nada, como Vivar, Asencio, Del Pozo o ahora el señorito que ocupa la alcaldía municipal. Los riesgos saltan a ojos vista. Es la deforestación sin tregua que poco a poco convierte los alrededores cercanos de la ciudad colonial es terrenos baldíos buenos para la construcción de edificios sin personalidad, sin criterios arquitectónicos.
Adicionalmente, es el ataque sistemático a los mantos freáticos. En un doble fenómeno. De una parte, se agota el agua y de otra, se pone en entredicho el suelo de la ciudad colonial, con infraestructura vieja, que no aguanta con más.
La voracidad de los constructores que pretenden cercar, literalmente así, a la ciudad colonial. Llenar los alrededores de centros comerciales para los visitantes y dejar la ciudad en calidad de pecera. Ver la ciudad colonial desde centros comerciales. Y junto con ello, condominios para fines de semana, o para emprendimientos de Airbnb para convertirla en antro nocturno. Es la forma segura de dejar morir el legado cultural de la arquitectura colonial y de la religiosidad que se expresa en la Semana Santa.
No es exageración. Es la voracidad de los desarrolladores y la complicidad de la alcaldía que, en su ignorancia supina cultural, cree que el negocio se puede tener de manera o indefinida y convertir la parte histórica colonial en una suerte de pecera. Todos la pueden observar, pero sin vida propia.
Para ello un Plan de Ordenamiento Territorial, POT, a la medida de las empresas constructoras, que da rienda suelta a los condominios y centros comerciales para los visitantes, en una muestra de la visión destructiva de las autoridades municipales. Si vemos en la actualidad, la ciudad colonial ya está rodeada de centros comerciales. Todo a la medida de los miles que visitan la ciudad y se sienten a sus anchas en medio de centros comerciales. No extrañan nada de la capital o de otras latitudes. Pero Antigua se muere.
Aquí es necesario puntualizar que el actual alcalde, en menos de un año cuenta con un nivel de aprobación realmente nulo. Acaso los desarrolladores o los negocios de los centros comerciales, pero los antigüeños no. Para nada. El anterior alcalde Vivar parece que todavía se encuentra en prisión por corrupción. Los siguientes aún no tienen procesos en su contra, pero se puede afirmar que los mismos no tardan. Tanto es el rechazo y tanto el odio por la necedad de desaparecer al tesoro colonial que es Antigua.
Pero el punto es que en un video sobre las protestas se puede ver al alcalde acusando a los vecinos indignados, de ilegalidades, como se dice popularmente, el burro hablando de orejas, pues si alguien comete ilegalidades es el actual alcalde. Como señalan los vecinos otorgando licencias de construcción antojadizas, o con coimas, aunque esto es difícil de comprobar, pero si de algo están seguros los vecinos antigüeños, es de vehículos de lujo para el uso del señorito de la alcaldía.
Es realmente un drama. Si por algo votaron los vecinos antigüeños fue por la juventud, pero este dato no es suficiente para nada. Los jóvenes no son garantía de buen gobierno municipal, y, sobre todo, no son un factor de gobernanza en las actuales condiciones. En especial, porque adoptan y le dan vida de forma inmediata, al gen de la corrupción. Lastima que el mozalbete de antigua no haya dado la talla. Es un fiasco.
Y mucho me temo que tenga que abandonar la alcaldía por las muestras de corrupción, de prepotencia y de estupidez, pues eso y no otra cosa es el intento ahora visible, de destruir el legado cultural de la ciudad de las perpetuas rosas por un plato de lentejas que dan las coimas y el confort de vehículos comprados con los impuestos de los antigüeños, que, con toda la devoción del mundo, pero también con todo el coraje del mundo, se aprestan a celebran una nueva Semana Santa, en la ahora pecera colonial.